El pasado viernes 3 de Noviembre en el salón de actos de la Residencia de mayores de Armilla, donde pasó sus últimos años, recordamos y agradecimos tanta vida y luchas compartidas en un acto sencillo, entrañable, de tod@s l@s amig@s de diferentes ámbitos, familia, Ricardo y cía...Quitián, Pepe Castillo, Rafa Briones, Mª Amor, Ángel Aguado y Encarna, Leo, Eduardo, Chico, Juani, Cristóbal, Jesús, Loli Truebas, Angus, Alfredo, Susana y cía, Carmelo, Pepe Gilabert, Isa, Carlos, Domingo, Carmen y Jose Luis, Miguel García y Carmen, Paco Cabrerizo y Amparo...Y much@s mas...Cantamos, recordamos, y agradecimos.
El sábado 4 de Noviembre también tuvimos un recuerdo agradecido en la celebración eucarística en el local de las Comunidades Cristianas Poplares de Granada.
Gracias Jose Antonio, sigues presente y resucitado en cada un@ de nosotr@s.
José Antonio Moreno se ha caracterizado a lo
largo de su vida por ser una persona inquieta, siempre dispuesta a enfrentar
con ánimo y esfuerzo todos los retos que
la vida le ha ido poniendo por delante. El trabajo por los demás ha sido
siempre una constante en su vida, tratando siempre de promocionar grupos y
ayudar y apoyar sin afán de protagonismo.
Recién ordenado sacerdote es enviado de
párroco a Mairena, en las Alpujarras., caracterizándose por ser un cura
inquieto y preocupado por la promoción social y cultural de sus feligreses.
Una vez obtenido el permiso del Obispo se
marcha a Cuba y allí es destinado de párroco a Sabanillas, un pueblo
campesino en la provincia de Matanzas. José Antonio permanece en Cuba ejerciendo de
párroco hasta el triunfo de la revolución y los primeros años del gobierno de
Fidel Castro. Las malas relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno
revolucionario provocó la expulsión de todos los sacerdotes extranjeros y José
Antonio salió de la Isla con destino a Miami. Allí continuó su labor sacerdotal
coordinando un equipo pastoral de ayuda a los exilados cubanos. En Miami
perfecciona el Inglés y estudia en la universidad consiguiendo el título de
licenciado en Sociología.
Varios
años más tarde viaja a España para visitar a sus padres ya mayores.
Atendiendo a las peticiones de sus padres decide permanecer en España y el
Obispo de Granada le envía a Madrid a participar en un equipo pastoral de la
diócesis madrileña que atiende a los
jóvenes sudamericanos que estudian en Madrid. El contacto con estos estudiantes
sudamericanos es crucial para José Antonio, ya que muchos de ellos eran activistas o simpatizantes de los movimientos guerrilleros que luchaban
contra las dictaduras militares de sus países. Esto le hizo conocer una
realidad muy distinta a la que el había vivido en Cuba y Miami.
Después de esta etapa Madrileña vuelve a
Granada para hacerse cargo de la Parroquia de San Ildefonso. Aquí encuentra un
barrio muy empobrecido en la zona de las cuestas y descubre que la parroquia
mira al Triunfo y a Ancha de Capuchinos y le da la espalda a los pobres de las
cuestas. José Antonio trata de cambiar
esta situación: abre los salones parroquiales y el patio a los jóvenes y niños y organiza una comunidad parroquial que se vuelca
activamente en la promoción cultural y social del Barrio.
La situación política y social de los años 70 y 80 con la llegada de
la democracia y las luchas ciudadanas por los derechos y libertades llevan a
José Antonio a apoyar las reivindicaciones de las organizaciones sociales que
luchan por los derechos humanos. Desde
la Parroquia se apoya la creación de la asociación de vecinos y se ofrece cobijo a sindicalistas, feministas, grupos de, parados, gays, comunidades cristianas populares
y grupos de teología popular. Tras numerosas denuncias de personas
religiosas y acomodadas del barrio que
se sentían escandalizadas por las actividades
y el tipo de personas que frecuentaban la parroquia, el Arzobispo le
echó de San Ildefonso..
Sin lugar donde trabajar José Antonio se va a
vivir a un piso del Obispado en el barrio del Zaidín y allí continuó con su
labor, colaborando con la Asociación de Vecinos del Zaidín Vergeles, llegando
incluso a formar parte de su directiva.
La necesidad personal de un retiro temporal
le lleva de nuevo a Las Alpujarras, primero a Yegén y después a Valor. Allí colabora con los
grupos culturales y artísticos creando grupos de teatro y coros de trovos alpujarreños. En esta etapa alpujarreña José Antonio
desarrolla una intensa labor de apoyo al sindicalismo en Comisiones Obreras.
Los últimos años de su vida los pasó en la
Residencia de la Junta de Andalucia en Armilla. Mientras pudo mantenerse activo, José Antonio
colaboró con todas las actividades culturales y artísticas del centro:
creo y dirigió un coro y un grupo de
teatro y ayudaba en los
talleres de terapia ocupacional del centro.
Mi personal homenaje a Jose Antonio Moreno, el cura de San Ildefonso. José Gilabert Ramos.
Son de Negros en la vega de Zujaira
(a José Antonio Moreno Rodríguez )
El tiempo siempre estuvo de tu parte,
esa es hoy tu verdad indiscutible,
pero entonces, recién estrenados los calzones largos,
atravesaste mares huyendo de ti mismo.
Tú que llevaste la frescura de las alamedas
bajo el brazo juvenil de tus deseos
desde el mas luminoso bohío
-“¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!”-
hasta los confines de la Ciudad eterna,
nunca te oí decir “iré a Santiago de Cuba,
en un coche de agua negra”,
nunca te encontré esperando a la luna llena,
ni buscando indicios frente al horizonte...
Tú siempre hablabas de salir a arrollar,
de dejarte querer por el calor de un pueblo
bajo las altas cumbres de los platanales.
Tú que de negro solo tienes la aproximación
Del apellido moreno que te legó tu padre:
Moreno alucinado de la vega granadina
que entrega su equipaje de agua y sombra
a un paisaje de negros de cintura caliente.
Tú que no eres negro, ni falta que te hace,
para enamorar con un danzón cubano
A “Mama Inés” o a uno cualquiera de sus hijos.
Tú que después de haber trillado todos los paisajes
con los ojos anegados del sol de Asquerosa,
y de haber comido bajo un techo de palmeras
pensando estar bajo la parra de tu patio.
Tú que te apartas del sol porque nunca supiste
arrimarte al sol que más calienta,
eres hoy el rey sol de tu universo preferido.
Tú que has engañado al miedo dando bofetadas
al destino y andando por la vida
con un pobre monaguillo como guardaespaldas.
Tu, amigo José Antonio, vendrás un día conmigo,
cuando a tí y a mí se nos acabe el tiempo,
a descansar sobre la amable hierba
de un parque de Soria o a tirar piedras
desde la cruz de Roncesvalles...
O quizás , si nos quedaran fuerzas,
iríamos los tres, si Federico quiere,
-“Oh ritmo de semillas secas”-
a Santiago de Cuba.
(a José Antonio Moreno Rodríguez )
El tiempo siempre estuvo de tu parte,
esa es hoy tu verdad indiscutible,
pero entonces, recién estrenados los calzones largos,
atravesaste mares huyendo de ti mismo.
Tú que llevaste la frescura de las alamedas
bajo el brazo juvenil de tus deseos
desde el mas luminoso bohío
-“¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!”-
hasta los confines de la Ciudad eterna,
nunca te oí decir “iré a Santiago de Cuba,
en un coche de agua negra”,
nunca te encontré esperando a la luna llena,
ni buscando indicios frente al horizonte...
Tú siempre hablabas de salir a arrollar,
de dejarte querer por el calor de un pueblo
bajo las altas cumbres de los platanales.
Tú que de negro solo tienes la aproximación
Del apellido moreno que te legó tu padre:
Moreno alucinado de la vega granadina
que entrega su equipaje de agua y sombra
a un paisaje de negros de cintura caliente.
Tú que no eres negro, ni falta que te hace,
para enamorar con un danzón cubano
A “Mama Inés” o a uno cualquiera de sus hijos.
Tú que después de haber trillado todos los paisajes
con los ojos anegados del sol de Asquerosa,
y de haber comido bajo un techo de palmeras
pensando estar bajo la parra de tu patio.
Tú que te apartas del sol porque nunca supiste
arrimarte al sol que más calienta,
eres hoy el rey sol de tu universo preferido.
Tú que has engañado al miedo dando bofetadas
al destino y andando por la vida
con un pobre monaguillo como guardaespaldas.
Tu, amigo José Antonio, vendrás un día conmigo,
cuando a tí y a mí se nos acabe el tiempo,
a descansar sobre la amable hierba
de un parque de Soria o a tirar piedras
desde la cruz de Roncesvalles...
O quizás , si nos quedaran fuerzas,
iríamos los tres, si Federico quiere,
-“Oh ritmo de semillas secas”-
a Santiago de Cuba.
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