jueves, 13 de febrero de 2020

25 años sin Diamantino. Osuna 9 de Febrero de 2020.



Conferencia pronunciada en Osuna (Sevilla) el 9 de febrero de 2020 con motivo del 25 aniversario de la muerte de Diamantino García
                        Buenos días a todas y todos.
Deseo expresaros mi agradecimiento por la invitación a esta efemérides en que celebramos el 25 aniversario de la muerte de Diamantino García, que queremos convertir en un reconocimiento a su compromiso ético-evangélico por la justicia en defensa de los derechos humanos de los  jornaleros y jornaleras del campo de Andalucía en sintonía con las luchas de las y los jornaleros de otras latitudes, muy especialmente con el MST de Brasil.  
            Es este un recuerdo o, por mejor decir, una memoria subversiva, en palabras de Walter Benjamin y de Johann Baptist Metz, de Diamantino, porque subversiva fue su vida, como lo sigue siendo la memoria de las trabajadoras y los trabajadores de Andalucía, a quienes dignificó, y del mundo entero sometidos todavía a situaciones indignas de explotación por mor del modelo económico capitalista y  del sistema de democracia liberal, sometida al asedio del mercado.
            El tema sobre el que me habéis pedido hablar es “Religiones y derechos humanos, pero yo me he permitido reformularlo interrogativamente: “Las religiones, ¿contra los derechos humanos?” Explico por qué. 
Las religiones nunca se han llevado bien con los derechos humanos. Unas y otros han estado en permanente conflicto. Pero han sido las religiones las que más resistencias han opuesto a los derechos humanos por considerar que eran contrarios a los derechos divinos o, al menos, entraban en competencia con el reconocimiento que se le debía a Dios. Las declaraciones de los derechos humanos, empero, no han reaccionado de la misma forma, sino que han demostrado un respeto escrupuloso hacia las religiones, ya que uno de los derechos que con más celo han respetado y reconocido es el de la libertad religiosa, presente en todas las declaraciones y códigos de derechos humanos.
 La actitud de las religiones hacia los derechos humanos es hoy uno de los criterios decisivos para reconocer su relevancia o irrelevancia social, su significación o insignificancia ética, su aceptación o rechazo en la sociedad. En esta conferencia haré un análisis dialéctico de las relaciones entre religiones y derechos humanos: expondré, en primer lugar, las dificultades y los problemas que las religiones plantean a la teoría y la práctica de los derechos humanos, para, a continuación, mostrar las aportaciones que las religiones pueden hacer a los derechos humanos a partir del testimonio y del mensaje de algunos de sus líderes.
 1. Problemas de las religiones con los derechos humanos
 Antropología pesimista
Las religiones tienden a considerar a los seres humanos dependientes de su creador, sin autonomía en su modo de ser, pensar y de actuar. La persona es pecadora a los ojos de Dios y necesita redención. La imagen que las religiones tienen del ser humano suele ser pesimista y negativa. Éste difícilmente puede ser portador de dignidad y sujeto de derechos. Más bien lo es de deberes y obligaciones, expresados en los distintos códigos religiosos en forma de prohibiciones y de castigos, no sólo temporales, sino también eternos. Para que las religiones reconozcan a los seres humanos como sujetos de derechos tienen que cambiar de concepción antropológica. De lo contrario, seguirán estando en las antípodas del paradigma de los derechos humanos.
 Fundamentación
Las religiones por lo general descuidan o consideran insuficiente la fundamentación antropológica de los derechos humanos, basada en la dignidad de la persona y tienden a buscar el fundamento en Dios, hasta considerarlo como único fundamento  de los derechos humanos. E incluso llegan a contraponer los derechos humanos al derecho divino, a quien reconocen: superioridad, al haber sido revelados por Dios; inmutabilidad en razón de su origen divino; plenitud, ya que posee todos los elementos necesarios para la consecución de sus fines; universalidad, ateniendo al carácter universal de la revelación. En la consideración de Dios como único fundamento de los derechos humanos se encuentra una de las razones del nacimiento del ateísmo moderno, que necesita negar a Dios para salvar la libertad y los derechos de los seres humanos.
 Jerarquización de los seres humanos en función de las creencias o in-creencias
Las religiones tienden a establecer diferencias entre los seres humanos en función de las creencias; diferencias que, a la postre, desembocan en desigualdad y generan procesos de discriminación y exclusión. Se distingue entre los creyentes de la propia religión y los de otras religiones. Los primeros son considerados elegidos por Dios y gozan de todos los privilegios que la divinidad tiene reservados a sus fieles. Los miembros de otras religiones son tenidos por inferiores y se les requiere convertirse a la religión hegemónica.
Las diferencias se tornan más acusadas todavía entre creyentes religiosos y personas no creyentes, llegándose a afirmar que estos se encuentran en el error y no pueden ser sujetos de derechos, conforme a la lógica agustiniana: “el error no tiene derechos”. Otra tendencia es a establecer rígidas jerarquías en el seno de las religiones entre las autoridades, que dicen representar a Dios, y los fieles creyentes, que deben acatar sumisamente y poner en práctica de manera escrupulosa las directrices emanadas de lo alto. Los primeros gozan de todos los derechos; para los segundos todos son deberes.
 Conflictos en el plano institucional entre las autoridades religiosas y el poder legislativo
En el plano institucional se producen permanentes conflictos entre el poder legislativo y las autoridades religiosas, que tienen por inmodificables determinados principios morales que, a su juicio, pertenecen a la ley natural. Las autoridades religiosas suelen oponerse a leyes sobre el divorcio, la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres como derechos humanos, la investigación con células madre embrionarias, la eutanasia, etc., al tiempo que no reconocen legitimidad a los representantes del pueblo para legislar sobre esas materias En algunos casos, las autoridades llegan a excomulgar a las y los legisladores que apoyan dichas leyes a su juicio transgresoras de la ley natural.  Conforme a esta lógica deberían excomulgar a las personas que han votado a los partidos políticos favorables a dicha legislación!
 Transgresión de los derechos humanos en el interior de las religiones
Las religiones se resisten a practicar los derechos humanos en su seno alegando que deben obedecer los preceptos emanados de sus respectivos textos sagrados, que expresan la voluntad de Dios, y no tienen por qué someterse a declaración humana alguna de derechos.
La mayor dificultad de las religiones para con los derechos humanos está en su propia organización, que no es democrática, sino jerárquico-piramidal, hasta el punto de transgredir constantemente los derechos humanos en su seno alegando, en el caso de la Iglesia católica, que a) es de institución divina, b) se mueve en el terreno espiritual, y no político, y c) y su funcionamiento no es equiparable al de otras instituciones civiles. Yo me pregunto: ¿Cómo puede querer Dios la democracia y los derechos humanos en la sociedad y no en las instituciones religiosas?
 Concepción homófoba de los derechos humanos
Las religiones tienen una concepción homófoba de los derechos humanos. Ponen límites al amor entre personas del mismo sexo. Reducen la diversidad sexual a la binariedad sexual hombre-mujer, el matrimonio al heterosexual, único al que consideran normativo. No reconocen las identidades afectivo-sexuales homosexuales,  bisexuales,  transexuales e intersexuales Con frecuencia sus planteamientos excluyentes desembocan en discursos y prácticas de odio contra las personas que no se atienen a heteronormatividad y a la binariedad sexual.
 Concepción patriarcal y androcéntrica de los derechos humanos
Para las religiones Dios es el fundamento de los derechos humanos, en la mayoría de ellas Dios es representado como varón: sus atributos son varoniles elevados al grado de excelencia (omnipoten-cia, omnipresen-cia, omniscien-cia, providen-cia, violen-cia); sus cualidades son masculinas; sus sentimientos, los propios del hombre. En consecuencia, como dice la filósofa feminista Mary Daly, “Si Dios es varón, entonces el varón es Dios”.  El varón es divinizado y se convierte en referente de lo humano y del comportamiento moral.  
Es al varón a quien le corresponde la visibilidad, la autoridad, la racionalidad, la representatividad. La masculinidad de Dios como fundamento de los derechos humanos convierte a estos en derechos masculinos, de los que las mujeres son simple remedo y a los que tienen que imitar. A ellas las religiones no suelen reconocerles como sujetos morales, políticos, jurídicos. Sólo lo son por delegación del varón, y en la medida en que se sometan a la concepción patriarcal de los derechos humanos.
 2. Líderes religiosos en defensa de los derechos humanos.
Pero esta es sólo una cara de las religiones. Hay otra que se traduce en la defensa de los derechos de los empobrecidos y excluidos por mor de la globalización neoliberal y de cuantas personas y colectivos son marginados por razones de género, religión, etnia, cultura, clase social, identidad sexual, etc. No pocos de los líderes que trabajan en defensa de los derechos humanos y de la justicia social en el mundo pertenecen a distintas tradiciones religiosas y espirituales y, con frecuencia, basan su lucha en las creencias religiosas que profesan. Fue el caso de Diamantino García que, en su defensa de los derechos humanos no dejó al margen su experiencia religiosa liberadora, sino que la implicó directamente.
 Cristianismo. Aportaciones:
-Reconocimiento y defensa de la dignidad del ser humano como base de la ética de Jesús: a la que deben supeditarse todas las leyes y rituales;
- Opción por las personas y colectivos excluidos: pobres, mujeres, pecadores y pecadoras, enfermos y enfermas.
En el cristianismo destacan personalidades como Martin Luther King, Desmond Tutu, Oscar A. Romero e Ignacio Ellacuría en la defensa de los derechos humanos, sobre todo de aquellos a quienes se les niega sistemáticamente. 
Luther King asumió la resistencia no violenta contra la discriminación racial y la defensa sus derechos civiles. Lideró la marcha de 29 de agosto de 1963 a Washington, donde pronunció su emblemático discurso Tengo un sueño, en el que llamó a luchar por la justicia y por todos los derechos de los seres humanos y contra la pobreza en que vivían las personas negras. En 1968 fue asesinado.
Para Desmond Tutu, la base del igualitarismo de la Biblia radica en la idea de que todo pertenece a Dios y de que todos los seres humanos tienen igual dignidad. A partir de ese principio protagonizó la lucha contra el apartheid y por la igualdad de derechos de blancos y negros en Sudáfrica. Por encargo de Nelson Mandela, presidió la Comisión de la Verdad de Sudáfrica bajo el principio de la filosofía Ubuntu: “Yo solo soy si tú también eres”.
Monseñor Óscar Romero denunció los abusos del gobierno salvadoreño que legitimaba la violencia hasta convertirla en uno de los pilares del Estado y mantenía a las mayorías populares en una situación crónica de pobreza estructural. Condenó a los escuadrones de la muerte, al Ejército y a los gobernantes (católicos) por la represión llevada a cabo contra la población campesina. Defendió un cambio de estructuras que permitiera un mejor reparto de la riqueza e hizo constantes llamamientos a la reconciliación. El 24 de marzo de 1980 era fue asesinado.
Ignacio Ellacuría fue uno de los principales teóricos de los derechos humanos de la teología de la liberación y uno de sus más comprometidos defensores en El Salvador. Los derechos humanos son algo debido a toda persona y vienen exigidos por la unidad real de lo humano. Su disfrute o carencia condicionan sobremanera el desarrollo de cada persona. La liberación integral de las mayorías populares constituyen el ámbito de su defensa y ejercicio. Murió asesinado, junto con cinco compañeros jesuitas y dos mujeres salvadoreñas en 1989.
A partir del doble grito, de los pobres y de la tierra, Leonardo Boff reconoce  unitariamente la dignidad y los derechos de las personas y de los grupos empobrecidos y la dignidad y los derechos de la Tierra, sometida a la depredación y al maltratado  por mor del modelo científico-técnico de desarrollo de la modernidad. La defensa de los derechos humanos implica la de los derechos de la tierra. Ambos son indivisibles.
Las teólogas y las activistas feministas de las diferentes religiones están comprometidas en la defensa de la dignidad y los derechos de las mujeres subyugadas y oprimidas bajo el poder del patriarcado en alianza con otros sistemas de dominación: el capitalismo, el colonialismo, el racismo, etc. Se trata de una subordinación y discriminación interseccionales: por género, identidad sexual, clase social, procedencia geográfica, pertenencia religiosa, etc., contra la que hay que luchar.   
 Diamantino García
Ejemplo de la defensa de los derechos humanos y los derechos de la Tierra fue y sigue siendo hoy Diamantino García, que ejemplificó dicha defensa como cofundador del Sindicato de Obreros del Campo y fundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, dos organizaciones que velaron por la dignidad y los derechos de las personas a quienes se les negaban sistemáticamente, sobre todo a las jornaleras y los jornaleros del campo. Su defensa no fue desde proclamaciones abstractas y falsamente universalistas, que los afirman retóricamente mientras los transgreden sistemáticamente, sino haciéndose jornalero andaluz, carne de emigración y siendo por ello perseguido, multado encarcelado.
Diamantino fue una persona creyente en Jesús de Nazaret el Cristo liberador y  un activista social: ambas, dimensiones son afirmadas unitariamente en su persona y vida, en su forma de ser y de actuar. No separó su fe de la lucha por  la justicia, como era frecuente en aquellos tiempos de secularización, sino que implicó aquella en esta. Y eso le llevó a radicalizar su compromiso liberador sin hipotecas.
            El hecho de ser persona creyente no le condujo a instalarse cómodamente en el sistema eclesiástico, que consideraba un obstáculo más para hacer creíble el Evangelio, ni a colocarse a la sombra de los santos, ni a dedicarse a encender velas y, menos aún, a someterse a las órdenes de jerarcas mitrados. Todo lo contrario, su lugar social fue la Iglesia en salida a las periferias, como pide hoy el papa Francisco, a quien se adelantó en varias décadas.  
Su defensa de los derechos humanos y del cristianismo liberador fue desde  la periferia, desde el Sur, geográfico y global, en este caso ambos coincidentes. El Sur global entendido, conforme a Boaventura de Sousa Santos, como metáfora de los pueblos oprimidos por mor del capitalismo, el colonialismo, el caciquismo, el patriarcado, la depredación de la naturaleza, y metáfora de las luchas populares por Otro Mundo Posible.
Diamantino convirtió en realidad presencial el condicional metafórico del libro de Boaventura de Sousa Santos “Si Dios fuese un activista de los derechos humanos”, en clara contraposición con el Dios que legitima la transgresión de los derechos humanos. He aquí mi reformulación de la propuesta de Boaventura aplicada a Dimantino:
“Dios es un activista de los derechos humanos y anda defintivamente en busca de una concepción contrahegemónica de los derechos humanos y de una práctica coherente con la misma. Al hacerlo, este Dios se enfrenta al Dios invocado por los opresores y no encuentra ninguna afinidad con Este o con Esta. Dicho de otro modo: É o Ella llegan a la conclusión de que el Dios de las personas subalternas no puede dejar de ser un Dios ‘subalterno’”.
 Islam
En el islam son numerosos los líderes religiosos comprometidos en la defensa de los derechos humanos desde el interior mismo de la fe musulmana. Muhammad Jatami, presidente de la República Islámica de Irán (1997-2005) aboga por el diálogo de civilizaciones y considera que los derechos humanos son uno de los mayores logros del mundo actual, que la democracia no tiene significado sin su reconocimiento y que deben ser respetados los valores religiosos y culturales.
En la defensa de los derechos humanos, especialmente de las mujeres, destacan también Fátima Mernissi y Shirin Ebadi: la primera, por sus investigaciones históricas sobre el origen de la misoginia en el islam y por su crítica de la discriminación de las mujeres en el mundo musulmán; la segunda, por su compromiso con los derechos humanos, especialmente de los niños y niñas, y por la liberación de las mujeres en Irán desde el interior del islam.
Hinduismo
Dentro de la tradición hindú brilla con luz propia Gandhi, que defendió los derechos humanos a través de la resistencia cívica y de la no violencia activa teniendo como fundamentos de su lucha el deber y la fe en Dios. La obediencia a la ley divina exige resistir a las leyes injustas. La protección de los derechos humanos es, para él, inseparable de la de derechos de la naturaleza y de los animales. Fue asesinado en 1948.
 Judaísmo
Aportaciones a los derechos humanos:
            -  Memoria subversiva de las víctimas.
            - Protección de las personas y los colectivos más vulnerables: huérfanos y  viudas, extranjeros y extranjeras, trabajadores.
- Defensa de la dignidad y los derechos de la tierra: descanso sabático.
- Denuncia profética de las injusticias.
La vieja tradición de la hospitalidad y la protección de los derechos de la viuda, el huérfano y el extranjero siguen vivas hoy en los movimientos proféticos de liberación del judaísmo y se expresa a través de movimientos que luchan contra la ideología discriminatoria del “pueblo elegido” y la “tierra prometida” y de mujeres judías que lideran la lucha por su emancipación en el movimiento feminista mundial.
 Budismo
Aportaciones a los derechos humanos: interdependencia; compasión; eliminación del dolor.
En el budismo hay movimientos y personas que reformulan sus principios éticos en el horizonte de los derechos humanos, siguiendo la tradición del Buda, que defendió la igualdad de todos los seres humanos y se opuso a la estructuración de la sociedad en castas. Dos ejemplos luminosos son el monje vietnamita Thich Nhat Hanh, que sensibiliza a sus seguidores en la conciencia de la fraternidad y el Dalai Lama, uno de los principales referentes mundiales en el trabajo por la paz y el diálogo interreligioso.
 Termino con las siguientes propuestas:
1.         Las religiones deben ser las primeras interesadas en luchar contra las tendencias fundamentalistas instaladas en su seno, ya que el fundamentalismo no es inherente a las religiones, sino que constituye una de sus más graves patologías, al tiempo que es el factor que más las desacredita. Por eso, es necesario leer los textos sagrados a la luz de los derechos humanos, desde la perspectiva de género, en clave ecológica y con el compromiso y la voluntad de trabajar por la paz y la justicia. Esta lectura hermenéutica de los textos fundantes de las religiones constituye el mejor antídoto contra los fundamentalismos.

2.  Las religiones deben subordinar sus textos legales: Libro de los Muertos, Vedas, Cuatro Nobles Verdades, Tao, Torá, Talmud, Sermón de la Montaña, Corán, Shari’a, etc., a unos mínimos éticos de los seres humanos y de la naturaleza. De lo contrario, y por mor de la preservación de la pureza de su lenguaje, de su doctrina, de sus cultos y de su moral particular, lejos de ser patrimonio de la humanidad por la regla de oro formulada en todas ellas, se convertirán en enemigas de la humanidad y de la naturaleza1. Una lectura fundamentalista de los textos “sagrados” de las religiones constituye la más crasa negación del mensaje que quieren trasmitir. El literalismo textual desemboca derechamente en falseamiento de sus enseñanzas para hoy.

3. Me parece importante aplicar el principio de reciprocidad, compartido por las grandes tradiciones religiosas y filosóficas y presente en la regla de oro desarrollada en sus diferentes formulaciones[1]:
- Confucianismo (Confucio: “Lo que tú mismo no quieres, no lo hagas a otros hombres”);
- Judaísmo (Hillel: “No hagas a otros lo que no quieres que ellos te hagan a ti”);
- Cristianismo (Jesús de Nazaret: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros”);
- Islam (alNawawi's: “Ninguno de vosotros será un creyente mientras no desee para su hermano lo que desea para sí mismo”;
- Jainismo (Sudharmasvami: “Como indiferente a todas las cosas mundanas debiera comportarse el hombre, y tratar a todas las criaturas del mundo como él mismo quisiera ser tratado”);
-Budismo (Samyutta Nikaya: “Una situación que no es agradable o conveniente para mí, tampoco lo será para él, y una situación que no es agradable o conveniente para mí, ¿cómo se la voy a exigir a otro?”);
- Hinduismo (Mahabharata: “No debería uno comportarse con otros de un modo que es desagradable para uno mismo”).
Los derechos humanos, la diversidad cultural, la defensa de la naturaleza, la justicia y la solidaridad: he aquí el horizonte en el que deben interpretarse los textos religiosos. Sin olvidar la libertad, pues como dice El Quijote “no hay en la tierra contento que se iguale a alcanzar la libertad”.
 4. A su vez, la teoría y la práctica de los derechos humanos deben estar abiertas a las aportaciones creativas de las religiones, no ciertamente en sus tendencias fundamentalistas, sino a partir de sus mejores tradiciones humanistas y ecológicas, personales y sociales, comunitarias y estructurales. No se olvide que las actuales declaraciones de los derechos humanos surgen en el horizonte de una tradición religiosa, la judeo-cristiana, tienen sus raíces en las filosofías griega y romana y están formuladas conforme a una tradición cultural, la occidental-humanista. Tradiciones todas ellas que tienden a subrayar con mayor intensidad la dimensión personal e individual que la social y comunitaria, y suelen descuidar la dimensión ecológica.
5. Creo necesario incorporar los valores de las demás tradiciones religiosas: el vivir conforme a la naturaleza del taoísmo; la ética de la alteridad y de la reciprocidad en el trato humano del confucionismo; la armonía con el todo del hinduismo, la compasión, la interdependencia y el camino medio del budismo; la defensa de la tierra, el respeto a la naturaleza y la ética del buen vivir de las religiones indígenas; la  esperanza y el recuerdo de las víctimas del judaísmo, la opción por los excluidos y la ética liberadora del cristianismo; la hospitalidad y los deberes sociales del islam; la inter-identidad de la filosofía Ubuntu.


DIAMANTINO. Manuel Velasco Haro

El día 9 de febrero de 2020 se cumplen 25 años del fallecimiento de nuestro querido compañero Diamantino. Hace ahora 25 años que muchos y muchas de nosotros estuvimos aquí en este mismo lugar aquel día triste y lluvioso, dándole la última despedida. A pesar del tiempo transcurrido, la sola mención de su nombre sigue despertando en mucha gente una fuerte sensación de nostalgia, emoción y recuerdos inolvidables. Falleció demasiado joven, como los grandes mitos, pero su vida, sus palabras y sus hechos forman parte del mejor patrimonio humano que ha tenido Andalucía en toda su historia.

Diamantino había nacido en Ituero de Azaba, un pequeño pueblo de Salamanca, pero con cinco años se trasladó a Sevilla. Aquí estudió y se hizo sacerdote, convencido de dedicar su vida a los demás. El 10 de Agosto de 1969, llegó a Los Corrales con tan solo 26 años de edad para dirigir la Parroquia, aunque su destino no fue casual, porque junto a un equipo de cuatro compañeros más, habían elegido la Sierra Sur de Sevilla para su trabajo: Los Corrales, Martín de la Jara. Pedrera. Gilena y Aguadulce. Allí se instalaron Diamantino, Miguel, Enrique, Juan y Esteban.

En las primeras semanas iniciaron la creación del Movimiento Junior”, organizando una serie de grupos de niños y jóvenes que nos reuníamos con ellos para hablar de solidaridad, del egoísmo de las injusticias sociales. Al poco tiempo dejaron de repartir las hojas parroquiales que llegaban del Episcopado y comenzaron a editar cada semana sus propias hojas, en las que reflejaban otra versión del cristianismo y de los problemas reales de la gente. Más tarde, comenzaron a señalar también la falta de libertad del Régimen Franquista y la reacción no se hizo esperar en las autoridades de la época, ni en los sectores conservadores, que empezaron a escandalizarse de aquellos curas.

A medida que los grupos se fueron ampliando, curiosamente, en todos los pueblos surgió el mismo calificativo hacia los jóvenes que nos acercábamos a ellos, señalándonos en tono despectivo como:la gente del cura. Desde los primeros momentos aquellos nuevos sacerdotes se propusieron ser considerados como otros trabajadores más del pueblo, trabajando en la aceituna o emigrando a la vendimia francesa. En muy poco tiempo, Diamantino consiguió hacerse querer por muchas familias humildes, conociendo a todos y todas por sus nombres y por sus apodos. Allí donde había un enfermo, un necesitado o un problema, siempre estaba presente y disponible para resolver cualquier asunto. Comenzó a convertir su casa, la iglesia y la sacristía en un centro de actividad permanente; reuniones, clases de alfabetización, asambleas, charlas semanales… Allí se leían otros libros, se escuchaban otras canciones, o se representaban pequeñas obras de teatro. Durante los primeros años, entrar en su casa significaba descubrir cada día nuevas experiencias que en la calle estaban prohibidas. Su brillante don de palabra atraía como un potente imán con ideas claras y firmes. Su intensa dedicación a los débiles le hacía ser muy crítico con la jerarquía de la Iglesia, a la que denunciaba de alianza con los poderes establecidos y de pasividad ante las injusticias. Su cristianismo era liberador y comprometido con los pobres. Por ello, quiso hacer de la Iglesia un refugio para defender a los débiles, organizando encierros, huelgas y protestas contra el abuso y la explotación. En los momentos difíciles, era el primero en dar la cara, una actitud por la que fue amenazado, detenido, juzgado, y perseguido.

En uno de los informes que envió la Guardia Civil al Gobernador se decía textualmente: "Donde hay conflictos laborales, allí se encuentra Diamantino, siendo su labor la de un revolucionario. Este sacerdote, está conceptuado en este puesto como activista en contra del Régimen actual, ya que es muy amante de todos los partidos políticos que están en contra del Gobierno de la Nación, siendo de tendencias comunistas por cuyo motivo su conducta deja mucho que desear".

Tras la muerte del dictador parecía abrirse una esperanza, hacia una sociedad democrática que acabara con las injusticias del pasado, pero aquellos curas obreros adivinaron pronto el modelo de Democracia que se estaba pactando. En una Hoja Parroquial del equipo de curas, publicada en octubre de 1976, señalaron con extraordinaria precisión: “Democracia, una palabra que ahora atraviesa de parte a parte todos los periódicos del país, y que se hace imprescindible en cualquier discurso de personas que han convivido cómodamente con la Dictadura. Democracia, una palabra que interesa menos de lo que se aparenta. Pronto se instalará en nuestro país una controlada Democracia, pero la mayoría seguiremos muy alejados de los centros donde se tomen las decisiones económicas y políticas. A lo más que llegaremos será a echar una papeleta con un voto para darle más poder a quien controla la opinión pública desde los medios de comunicación. Con poder votar no está hecha la Democracia. La Democracia es darle verdadero poder y participación al pueblo para que él sea el propio protagonista de su destino y de su historia“.

Consciente de que se abría una compleja etapa, Diamantino se implicó de lleno, participando en la fundación del Sindicato Obrero del Campo (SOC) y en la creación de Asociaciones de Vecinos que canalizaran las inquietudes políticas, sociales y culturales, hasta desembocar en las primeras Elecciones Municipales de 1979.

El continuo problema del paro y la emigración azotaban nuestros pueblos. La Reforma Agraria pendiente en Andalucía era uno de los grandes retos históricos y su puesta en marcha podía aportar grandes soluciones. Después de cuarenta años, se reanudaba la lucha por la tierra. El 12 de julio de 1978, la finca “Aparicio”, ubicada en la carretera de Osuna a Martín de la Jara, fue el primer objetivo y muchos trabajadores de la comarca respondieron a la llamada. Se extendieron las ocupaciones por toda Andalucía y el respeto a la figura del "jornalero", saltó a todos los medios de comunicación. El Himno de Andalucía recobró vida real en cada ocupación al cantar con orgullo: "Andaluces levantaos, pedid Tierra y Libertad".

Grandes fincas, propiedad de terratenientes, no escaparon al punto de mira de Diamantino, encabezando en numerosas ocasiones ocupaciones para exigir cultivos que dieran mano de obra y repoblación forestal. Su participación en la mayoría de los conflictos del campo, le fueron forjando como un luchador infatigable y un líder jornalero sin precedentes. Su presencia y sus palabras reforzaban los encierros en Ayuntamientos, Diputaciones u Oficinas del INEM. La preocupación constante por la falta de trabajo le hizo buscar y gestionar medios y posibilidades para impulsar Cooperativas de Trabajadores. Conocía los despachos de la Administración y de los gobernantes como nadie. Su alcance hacia cualquier lugar sorprendía a diario. Con él se relacionaban innumerables personas de todas partes, y de su mano llegaron a nuestros pueblos líderes sindicales, políticos, y mucha gente del mundo del arte y la cultura. Unos y otros traían un enorme caudal de experiencia a nuestros pueblos olvidados desde siempre.

Su dedicación era constante como cura obrero en la Iglesia y en la calle, trabajando en su casa y en el campo, atendiendo problemas, organizando y movilizando, acompañando a los que sufrían, visitando cárceles, hospitales y barrios marginados de toda Andalucía. No había excusas para él. Si ocurría una desgracia, no importaba la distancia. De día o de noche, con peligro o sin él, Diamantino siempre hacía todo lo posible para estar presente. Su sola presencia tranquilizaba y los problemas se hacían más pequeños con su apoyo. Todo ello fue proyectando su gran valor personal hacia amplios sectores de la sociedad, con el que fue ganándose el respeto a todos los niveles.

Nuestros pueblos, castigados de siempre por el paro y la emigración, encontraron en Diamantino un aliado incondicional, un luchador incansable por la dignidad. Sus aportaciones fueron fundamentales para que los trabajadores de Andalucía y Extremadura percibieran ayudas, subsidios y empleos comunitarios. Su avance siempre constante en favor de la justicia, saltó las fronteras y su ejemplo escapaba hacia cualquier lugar. A su casa llegaban los oprimidos, los marginados, los castigados por la droga, los que no tenían vivienda, los inmigrantes... Su continua actividad, reconocida en todos los ámbitos políticos y sociales, alcanzó un enorme prestigio de entrega y honradez por toda Andalucía. Lo llamaban desde cualquier lugar para escucharle. Sus artículos en la prensa eran un continuo clamor de denuncia y defensa de los olvidados.

Su vida se fue consolidando como un patrimonio de todos, conociendo personalmente la miseria allí donde nace, y la lucha de los pueblos oprimidos por liberarse. A finales de los 80, participó en la fundación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y de la organización Entrepueblos para unir esfuerzos en defensa de los pobres con campañas y proyectos de ayuda al Tercer Mundo y a los inmigrantes. En toda esa labor era consciente de los grandes obstáculos que debía combatir frente al poder establecido, convirtiéndose en un personaje molesto para los distintos gobiernos. También tuvo que convivir con la incomprensión de aquellos sectores de población que lo atacaron y calumniaron, un hecho que él siempre atribuyó a la ignorancia y a la falta de conciencia. Durante toda su vida denunció los gastos militares, la entrada de España en la OTAN, la manipulación televisiva, el folklore religioso de los falsos cristianos y la utilización de las imágenes para campañas turísticas y comerciales.

A finales de 1989, le llegó uno de los golpes más duros. Un cáncer linfático comenzó a acompañarle para el resto de su vida, creándole una continua dependencia de tratamientos y hospitales. A pesar de ello, seguía su tarea diaria, volcado cada vez más en la Asociación Pro Derechos Humanos.

En 1993, le concedieron la Medalla de Plata de Andalucía por su defensa de los colectivos más desfavorecidos, pero su conciencia, siempre firme y critica con el poder no daba tregua a lo que toda su vida habían sido sus objetivos. Con sus propias palabras manifestó: "Después de tantos años y de haber pasado tanto. De haberme perseguido, incomprendido y detenido, es estimulante que ahora a quienes seguimos luchando, haya ciertas voces que nos admiran. De todos modos yo me pregunto inquietado cuando hago esta reflexión, -¿Qué cosas estaré haciendo mal cuando están empezando a hablar bien de mi?”.

La enfermedad no se detuvo y sus esfuerzos por mantener el ritmo y aparentar un estado de salud normal, eran enormes. Cada vez con menos defensas, el cansancio y la fiebre iban debilitando su voz. Sin embargo, a niveles sociales, muchos colectivos barajaban su nombre para proponerlo Defensor del Pueblo en Andalucía, pero su salud se movía en dirección contraria. Sin despedirse de nadie, a finales de Noviembre de 1994, decidió venirse a Sevilla con su familia. Desde aquí seguía de cerca la actividad de la Asociación Pro Derechos Humanos a golpe de teléfono, pero el proceso había entrado en una etapa irreversible.

Poco a poco Diamantino se fue apagando. Muchas personas seguíamos en silencio sus últimos días en el hospital. Cada tarde y cada noche alimentábamos una pequeña esperanza. No había un instante en el que continuamente dejaran de pasar por la puerta de su habitación gente de cualquier lugar para intentar verlo y expresarle la gratitud de haberlo conocido. Tras un mes de angustia, la mañana del 9 de Febrero de 1995, recibimos la peor noticia. Diamantino nos había dejado para siempre.

Desde entonces, su vida comenzó a ser parte de nuestra memoria colectiva y un fuerte estímulo para quienes intentan continuar su lucha. Tras su fallecimiento numerosas Plazas, calles, locales y centros de enseñanza de toda Andalucía empezaron a llevar su nombre. Veinticinco años después de su muerte seguimos recordándolo, pero sus doctrinas sólo sobrevivirán si los pueblos y la gente a los que entregó su vida tienen la valentía de mantener vivo su ejemplo.

LA IGLESIA POR LA QUE TRABAJÓ DIAMANTINO.  Charo Rubio


Cuando Enrique me propuso que participara en estas jornadas, la verdad es que no me veía subida aquí, intentando hablar de una persona tan querida para mí y, muchísimo menos, de la Iglesia que él soñaba. Pero venciendo ese miedo a no expresarlo tan bien como me gustaría, aquí estoy, recordando mi experiencia maravillosa de haber conocido a Diamantino, junto a otras personas tan queridas para mí como Enrique, Esteban, Miguel, Antonio, “los curas de la Sierra Sur”; Boni, Andrés, Manolo, Benito, de “los curas de la zona de Antequera”; Pepe Castillo famoso por sus escritos y sobre todo por su TEOLOGÍA POPULAR, sin olvidar a las religiosas y algunxs seglares como Rafael, Seso, Carmen la Vita, Isabel…, en fin ese grupo de personas que, como dice el poema “golpe a golpe, verso a verso” fue abriendo mis ojos. Perdonad que os cuente un poco de esa parte de mi vida o sea de esos golpes o momentos que dieron un vuelco a mi vida porque al fin y al cabo, yo formaba parte de esa Iglesia que, pienso yo, Diamantino quería cambiar.

Llegué a Andalucía en 1971. Yo era una persona muy religiosa, de comunión diaria…, en resumen, no iba más allá de practicar una religión burguesa (Johann Baptist Metz + 2/12/19) y el primer golpe o llamémosle verso, por no decir aldabonazo, fue este: me cuentan unxs amigxs que en la Sierra Sur hay un grupo de curas que, son de izquierdas, que trabajan en el campo, que van a la vendimia a Francia, a los espárragos a Navarra… ¡¡Buff!! ¿Esto qué es?... Otro golpe fue enterarme que “había curas en las cárcel”, y me pidió el párroco de mi pueblo que le llevara a Casabermeja, porque había salido un compañero de la cárcel llamado Andrés Alfambra, (¡mis ojos “cuadraos”!). Otro día me lleva Boni a Bujalance a conocer una Comunidad Cristiana, en la que trabajan juntxs, religiosas, seglares, curas y que uno de ellos había negado la comunión a una persona rica del pueblo porque había hecho ostentación de su riqueza mientras allí había personas jornaleras cogiendo aceitunas y viviendo, se podría decir, en cuadras.
A base de estos golpes que para mí más fueron “versos”, porque llegaron al corazón, comprendí, pasados los años, que Diamantino defendiera al arcipreste de Irún, José Ramón Treviño que fue encarcelado. Eso ya no me extrañó sino que me pareció que hacía lo que debía de hacer como cristiano, solidarizarse con él. En fin, pensando todo esto, y recordando mi experiencia personal de “conversión” y siempre “guardando las distancias”, se me ocurrió pensar que Diamantino, como sus compañeros, fueron a su primer destino, la Sierra Sur, con la intención de vivir su fe cristiana del modo más consecuente posible con el Evangelio y esto se hizo realidad con el contacto con las mujeres y hombres campesinxs; les hizo repensar en la iglesia y su papel en un medio rural empobrecido en el que tenían estas mujeres y hombres que agarrarse a la emigración, vivirla en muy malas condiciones, para poder “ir mal viviendo" durante el resto del año.


Como veis por lo que os he contado, antes yo formaba parte de esa Iglesia que él y sus compañeros querían cambiar. Y así, al mismo tiempo que ellos se dieron cuenta de lo que era vivir el Mensaje de Jesús, yo, con el contacto con ellos y con las personas que antes os he nombrado, me di cuenta de que formaba parte de esa Iglesia que era una “empresa de servicios religiosos” y que queríamos salvarnos con la práctica de los “primeros viernes de mes”, confesando y comulgando, yendo a misa… Así era como entendíamos y algunas personas que no han tenido la misma suerte, entienden todavía la Iglesia: como jerarquía, imposición, normas, dogmas, etc. (Valle de los Caídos, los cursos que el obispo de Castellón está organizando para hacer frente a la políticas del Nuevo Gobierno, etc.).


Diamantino y sus compañeros, pienso yo, más que cambiar la “iglesia”, con las connotaciones que acabo de nombrar, por lo que trabajaban era por aquello que las personas creyentes llamamos Reino de Dios o, como algunxs teólogxs, en un lenguaje más actual, llaman Sociedad Alternativa o Comunidad de Comunidades Humanas, en la que caben creyentes y no creyentes, en la que lo importante es la misericordia, poniendo en el centro las personas que más sufren, las que carecen de todo lo necesario para poder vivir, las oprimidas y las crucificadas por este sistema. Y yo añadiría cambiar a las que estábamos equivocadas, en las nubes, a las indiferentes. Creo que Diamantino se dio perfecta cuenta, como dicen algunas sociólogas, que hay mucha gente despistada, que no es mala pero que pasa por la vida indiferente. A eso le llevó la radicalidad de su compromiso cristiano al servicio de lxs excluídas y de la justicia, defensor de las causas justas o, como dice Esteban en su libro “Como un Diamante”, a las “causas perdidas”. Por eso trabajó para ir deconstruyendo esa religión burguesa que no tiene que ver nada con el Dios de Jesús de Nazaret, e ir construyendo un mundo más fraterno, justo e igualitario porque eso es lo que Jesús nos transmitió durante su vida.


Diamantino, como Él, como el de Nazaret, creía en la utopía y trabajaba por ella sin desvanecer. Eso, también le proporcionó como a Jesús, incomprensión y resistencia en la misma Iglesia, entre las autoridades civiles y eclesiales, pero como lo que le movía era contribuir a hacer un mundo mejor, pues contra viento y marea luchó, y además lo hacía con gracia. Me contaba mi marido, que era uno de los jornaleros que tuvo contacto con él, que un día la Guardia Civil, le pidió el DNI saliendo de una reunión con ellos en Alameda y que Diamantino le dijo: “Perdone, usted no lleva guantes y para cogerlo es necesario” Se quedaron boquiabiertos todxs y al preguntarle luego si eso era así, él les dijo: “Yo qué sé, pero ellos tampoco lo saben”. La verdad es que tenía el don y la gracia de convencer con sencillez, sin imponer. Así, mientras entre “los suyos” (los eclesiásticos) y las autoridades encontró persecución, multas,… igual que les pasaba asus compañerxs de trabajo, lxs jornalerxs, las personas marginadas, inmigrantes, presas,…
Diamantino sabía que la mayoría vivíamos en una Iglesia de CRISTIANDAD, que, como él decía, era algo parecido a una “agencia de servicios religiosos”: bautizos, bodas, comuniones, entierros; una Institución preocupada por mantener su influencia y protagonismo a costa de lo que sea, (no hace falta pensar mucho, lo hemos visto en los últimos acontecimientos: el prior del Valle, el sacerdote Tejero,..) Una Iglesia que se olvidaba del PROYECTO DE JESÚS. Por eso él nos alentaba a vivir y extender ese Proyecto. El seguimiento de Jesús fue su compromiso insobornable: una sociedad fraterna basada en el amor. Le preocupaba la Iglesia Universal y las locales o comunidades de base, una IGLESIA DE MISIÓN, de compromiso, como he dicho antes, con lxs excluidxs de esta sociedad. Esta preocupación era común entre muchxs religiosxs, seglares, sacerdotes, que formaron el movimiento MISIÓN DEL SUR y que se estaban esforzando por hacer surgir grupos de creyentes que vivieran su fe cristiana en medio de la gente y pudieran llevar la BUENA NOTICIA a otras muchas personas.


Le preocupaba la IGLESIA UNIVERSAL, Y LA LOCAL, LAS COMUNIDADES DE BASE tanto españolas como latinoamericanas. También estuvo en Nicaragua, Cuba, en Honduras no le dejaron entrar; también fue a Panamá y estuvo en el Salvador. En este país logró convencer a un coronel del ejército gubernamental para que les permitiera hacer llegar a sus destinatarios varios cientos de toneladas de arroz y leche en polvo de la CEE, alquiló camiones y los víveres pudieron llegar. (Ya sabéis que Diamantino “era capaz de venderle hielo a un esquimal”).


También a mí me pegó ese gusanillo y estuve en esos países y, como todo se transmite, a una sobrina mía le entró la inquietud de irse a un país de Latinoamérica y se terminó de convencer una vez que Diamantino estuvo en Madrid, en casa de mi hermana, escuchó con mucha atención lo que contaba, el sufrimiento del pueblo, el asesinato el 24 de marzo de 1980 de Monseñor Óscar Romero… Total, que la decisión estaba tomada y… a El Salvador se marchó de voluntaria en cuanto terminó sus estudios y… se quedó allí.


En fin, a Diamantino le preocupaban tanto las personas con las que trataba que, como he mencionado antes, viendo que Los Corrales se quedaba vacio, porque su gente se iba a los espárragos a Navarra y a la vendimia a Francia, decidió hacerse jornalero y temporero e irse con su gente a trabajar. Renunció a la paga de la Iglesia y vivió de su trabajo y, al hacerse jornalero, no tuvo más remedio que denunciar a los patronos cuando cometían injusticias, porque él comprendía que el Evangelio no era Buena Noticia para todas las personas, ya que las ricas, decía él, se resisten y normalmente no aceptan por buena noticia el desprenderse de sus riquezas para compartir. Ya lo dijo Jesús: “Es más difícil que un rico entre el Reino (es decir, que entre a formar parte de esta SOCIEDAD ALTERNATIVA) que un camello por el ojo de una aguja”…Pero Diamantino tenía esperanza y luchaba por esa fraternidad entre las personas, recordaba las palabras de Zaqueo cuando conoció a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a los que haya engañado les devolveré cuatro veces más.


Termino con unas palabras de Diamantino que, como regalo de Reyes en 1995, me enmarcaron mi gente que tanto aprendieron de él, no sé si con la intención de que no me olvidara nunca:


Yo tengo claro: que la verdad es hacer el bien y la mentira valerse de las personas para enriquecerse.
Yo tengo claro: Que la verdad es solidaridad, hermandad, libertad, y que la mentira es manipulación, aprovechamiento y esclavitud.
Yo tengo claro varias cosas, no todo por supuesto.
Algunos piensan que las causas en las que estoy metido y otra serie de gente, son causas perdidas; la de los jornaleros sin tierra, la del Tercer Mundo, la de los presos, la de los marginados a todos los niveles. Yo pienso que no son causas perdidas, sino que son causas difíciles; pero, como son tan razonables, algún día las ganaremos.
Yo he notado en los pobres y en los humildes, cuando uno se entrega a ellos, que lejos de manipularte lo que hacen es sacarte el jugo; pero que tú puedes ayudarles con lo que sabes y con lo que puedes. Pues me parece que EL JUGO NO ME PERTENECE A MÍ, LE PERTENECE A ELLOS”


Esta es la actitud, el modo de comportarse que hemos de tener las personas pertenecientes a esa iglesia. La Iglesia por la que Diamantino trabajó es la iglesia que es fiel al MENSAJE de JESÚS, que es Comunidad de Comunidades Humanas, creyentes o no, con tal de que trabaje por lxs excluídxs, lxs más pobres, lxs desahuciadxs. Lxs creyentes que aprendimos de las personas, como Diamantino, permanecemos en ella con la intención de cambiarla y porque para nosotrxs es comunidad de comunidades HUMANAS, la de los curas obreros, la de Ellacuría y sus compañeros asesinados, la de Monseñor Romero y la de tanta gente que no son creyentes pero que luchan por la justicia.


Sabemos que es ir contracorriente pero no nos preocupa, que sigan con sus apropiaciones de edificios, con su machismo, contra la ciencia; les va mejor los movimientos de esas sectas que están ayudando a formar dictaduras en Brasil, Bolivia… Mientras nos queden fuerzas seguiremos trabajando por hacer realidad el mensaje de Jesús. Y no estamos solxs, Diamantino seguro que nos acompaña y otras muchas personas que nos precedieron y otras que estando todavía aquí siguen trabajando como él trabajó, sin desfallecer, hasta que un día como hoy hace 25 años nos dejó. Pero no olvidaremos su lucha e intentaremos ser lo más fieles posible al mensaje que él nos transmitió.
En Osuna. 9-2-2020

DIAMANTINO Y LA FE DE LOS ATEOS. José M. Castillo
Hace 25 años que Diamantino García nos dejó para siempre. Y debo decir que es ahora, cuando el mundo, la sociedad, la religión… evolucionan y cambian más a fondo y con más velocidad, ahora precisamente es cuando podemos comprender y valorar lo que representa, en este momento, la genialidad y la hondura profética de aquel modesto cura campesino que fue este hombre singular.


No estoy diciendo tópicos de elogio convencional. Estoy recordando uno de los momentos más emocionantes que he vivido en mi larga vida. Ahora que ya he cumplido los 90 años, me acuerdo, emocionado, de aquella mañana, cuando en la parroquia del Cerro del Águila (Sevilla) estaba terminando el funeral de Diamantino, cuyo féretro iban a sacar enseguida de la iglesia parroquial. Y fue en aquel momento, cuando la gente empezaba a salir del templo, un hombre, con aspecto de trabajador campesino, subió al presbiterio, y desde allí, delante del féretro, gritó con voz potente: “¡Compañeros!, yo soy ateo; pero en el Dios de Diamantino, en ese Dios yo también creo”.


Hace 25 años que escuché aquel grito. Y confieso que ahora es cuando la voz de aquel hombre me impresiona con más fuerza. Porque en este momento es cuando veo con más claridad y con más nitidez al “Dios de Diamantino”. Es el Dios en el que, a mi juicio, podemos creer. El único Dios, que, con el paso de los años, va quedando en pie. No es el Dios de los templos y los conventos. Ni el Dios de los sacerdotes y los teólogos. Ni, por supuesto, el Dios de los ritos sagrados y sus liturgias. Es el “Dios encarnado”. Es decir, el “Dios humanizado”, que se nos dio a conocer en un humilde galileo, Jesús de Nazaret.


El Dios “trascendente”, el Absolutamente-Otro, al que no conocemos, ni podemos conocer, no se reveló en la religión del templo y la liturgia, ni en la teología de los clérigos más doctos. Se nos dio a conocer en Jesús (Jn 1, 18; 14, 8-11; Mt 11, 27), al que los “hombres de la religión” odiaron, persiguieron y asesinaron. El mismo Jesús que, en un “juicio ateo” (como nos recordó K. Rahner y repitió el poeta José M. Valverde), se fundió con los que sufren y soportan la escasez, los extranjeros y los encarcelados, con los desamparados de este mundo (Mt 25, 31-46). El Dios que, con su forma de vivir y trabajar, enseñó Diamantino desde el día en que llegó a la parroquia de Los Corrales, en la diócesis de Sevilla.


Desde las últimas décadas del siglo pasado, las personas religiosas viven cada día más preocupadas porque la religión de toda la vida se hunde, se diluye, no interesa. El papa Francisco quiere arrancar de la Iglesia el clericalismo integrista y la “esquizofrenia” religiosa que eso conlleva. De ahí, los enfrentamientos que Francisco está soportando.


¿Es todo esto señal de una ruina inevitable? Ya Diamantino nos dijo que no se trata de una ruina. Se trata de una transformación. La transformación que cosiste en hacer y vivir lo que hizo y vivió Diamantino: identificarse y fundirse con la gente que trabaja y sufre, tal y como lo han hecho los que se han despojado de la seguridad, los privilegios, el dinero y las distinciones que nos da la religión. El centro de nuestra vida no debe estar ni en nuestras creencias, ni en nuestras observancias, sino en la honestidad, la coherencia y la transparencia de nuestra forma de vivir. Si hacemos eso, viviremos la religión de otra manera. La viviremos como la vivió Jesús, el Señor. Habrá menos religión, pero entenderemos y viviremos el Evangelio. 


TODOS FUIMOS DIAMANTINO
Juan José Téllez
El Diario.es  11-feb- 2020

Veinticinco años sin Diamantino García, el cura de Los Corrales, de la Sierra Sur de Sevilla, el jornalero del Sindicato de Obreros del Campo que ocupaba fincas o se encadenaba contracorriente a la maquinaria que esquilmaba jornales. Y todo ello, sin olvidar aquel andaluz de Salamanca que su patria profunda también alcanzaba a Honduras (donde no le dejaron entrar), a Nicaragua, a Cuba, a Panamá o El Salvador, estremecido por el asesinato de monseñor Óscar Romero en 1980 y a donde, tiempo más tarde, logró levar arroz y leche en polvo a comunidades tan precisadas de víveres como cualquier empobrecido de nuestro kilómetros ceros particulares.

Él creía que la miseria era un país común y sus allegados, como Charo Rubio, siguen convencidos de que era capaz de venderle hielo a un esquimal. Claro que, más que la palabra de Dios, o quizás sí, transmitía la palabra a secas enseñando a los analfabetos. Vida de santo al que dudo mucho que nunca el Vaticano se empeñe en beatificar.

La Guardia Civil pensaba –y así consta en algunos informes de la época- que era “un activista en contra del Régimen actual, ya que es muy amante de todos los partidos políticos que están cobtra el Gobierno de la Nación, siendo de tendencias comunistas por cuyo motivo deja mucho que desear”.

Estoy hablando de los tiempos en los que el franquismo encarcelaba a los curas y la transición se construía, entre ruido de sables, en torno a la reforma y no a la ruptura, sobre los injustos cimientos de la renuncia de los nadie. “Pronto –vaticinó Diamantino- se instalará en nuestro país una controlada democracia, pero la mayoría seguiremos muy alejados de los centros donde se tomen las decisiones económicas y políticas”.

Mientras la nueva Andalucía de los despachos empezaba a cantar “Andaluces levantaos, pedid Tierra y Libertad”, él lo hacía directamente, desde la finca “Aparicio” a las oficinas del INEM. Contra las cloacas del Estado, en una época en la que adquirían más peso que nunca las cofradías, hermandades, prelaturas personales y nuevos catecúmenos, él organizaba manifestaciones en vez de procesiones, como recuerda su fiel amigo Esteban Tabares.

“Algunos piensan –aseguró Diamantino- que las causas en las que estoy metido y otra serie de gente, son causas perdidas: la de los jornaleros sin tierra, la del Tercer Mundo, la de los presos, la de los marginados a todos los niveles… Yo pienso que no son causas perdidas, sino que son causas difíciles; pero como son tan razonables, algún día las ganaremos”.

Diamantino con la morralla, con la mejor murga de los currelantes, con los Salustianos de la emigración, con los hijos del desencanto que deseaban que estuvieran abiertas todas las puertas, con los inmigrantes asesinados en el Four Roses o atrapados entre el yihadismo y el Front Nacional, con los furtivos de los espárragos y caracoles o tagarninas de la sierra, dispuestos a darle al cacique con el tratracatrán, pico pala –chimpón- y a currelar. Siempre trasluchando contra el tiempo de los enanos, de los liliputienses, de títeres, caretas, de horteras y parientes. Así que a nadie puede extrañarle que promoviera la creación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, quizás porque su Dios olía más a sudor que a incienso y tiraba más para el de Medinaceli que para la plateada custodia del Corpus.

Qué carajo, ya nadie –o casi nadie- sabe quién fue Diamantino. Sus evangelios siguen siendo apócrifos. Antes de la Andalucía de los ERE fraudulentos, de los latifundios subvencionados por la Unión Europea, de las migajas del paro comunitario, estuvo Diamantino en el tiempo de los gigantes, como describió Carlos Cano, que también nos dejó hace veinte años. El sábado pasado en la Sala La Cuadra de Sevilla, se le rindió justo tributo a la obra de Salvador Távora, en el primer aniversario de su fallecimiento. Todos ellos, junto con mucha otra gente en vías de extinción, formaban parte de una Andalucía otra y, qué quieren, yo la echo de menos. Todos fuimos Diamantino y ya no lo somos: ni andalucismo ni utopías manifiestamente razonables, a todo lo más que llegamos es a hablar mal de los fachas y no mover un voto para evitar que crezcan.

En cambio, como somos paradójicos, casi todo lo que contribuyó a crear sigue en pie, algo raro en tiempos de comida rápida y obsolescencia controlada. Ahí continúan los suyos, -“la gente del cura” les llamaban antaño-, dando por saco como tábanos de una sociedad cómodamente adormecida. No son sus apóstoles, pero defienden su buena nueva: le ganan sentencias a mordazas y calabozos, o logran que la dignidad no se vaya también de la Andalucía vaciada. Pelean para que no violen a las temporeras, para que las fronteras no se conviertan en eternos muros de la vergüenza, ni la avaricia acabe con el planeta. Pero nos sigue faltando y, con él, la Andalucía plural y mestiza, sin exclusiones pero sin vacilaciones, que Diamantino García defendió como un lince verdiblanco.

Resucitar aquel instinto tal vez nos lleve a reencontrarnos con su hermoso fantasma. Yo no creo en el espiritismo y Diamantino tampoco. Por eso no me arriesgo a que se me aparezca a través de una ouija a preguntarme: “¿Qué cosas estaré haciendo mal cuando están empezando a hablar bien de mí?”.



 CUANDO UN HOMBRE

Cuando un hombre hace de su vida
casa abierta para los demás,
sin puertas cerradas,
sin nada que guardar,
queda para siempre viviendo
en las moradas y en los corazones a la par.

Cuando un hombre no guarda nada para sí
viviendo permanentemente para los demás,
cuando no se enriquece en nada
y se sitúa sencillamente en el último lugar,
recibe el mejor tesoro,
un regalo que nadie puede comprar:
el cariño, el respeto, la simpatía
de cuantos a su lado van.

Cuando un hombre presta sus manos, su corazón,
a todas las causas perdidas
-que son siempre las de los pobres-
y no se sienta junto a los de arriba
porque sabe que sólo en los pequeños
anida la esperanza y la vida,
ese hombre conoce la felicidad secreta
de comer el pan de las mesas sencillas
ofrecido por manos llenas de callos
pero limpias de hipocresía.

Cuando un hombre ve que la tierra mal repartida está,
que la gente de su pueblo
está forzada a emigrar,
o comerse el paro en las esquinas
sin protestar,
que los jóvenes se hacen hombres
sin oportunidad de trabajar...
y ese hombre se hace jornalero
para sentir en carne propia
lo que soportan los obreros,
entonces su sencilla palabra será
ejemplo y testimonio de la verdad.

Cuando un hombre gasta parte de su tiempo
consolando a los que lloran,
acompañando a los enfermos,
rezando por los que se van,
o enseña a los que no saben
distinguir la “o” del “cero”.
o se hace amigo de los niños
jugando como hacen ellos,
no habrá vivido en balde
y su tiempo será eterno.

Cuando un hombre cree lo que dice
y hace lo que cree,
se va con los de abajo,
con los pobres que nadie quiere ver,
sufrirá en su propia carne
y habrá de padecer
desprecio, críticas y burlas
de los que viven bien
y no quieren que el mundo
se vuelva del revés.

Cuando un hombre hace de su vida un sacerdocio
no para dar brillo al templo,
ni adormilar con cuentos,
no para vestir los santos,
sino para enjugar los llantos,
no para cantar largas letanías,
sino para contagiar esperanza y alegría,
no para hacer procesiones
sino para ir en las manifestaciones...
su vida entonces es medicina que cura
-por eso le llaman “el cura”-
es el que enseña y anima a creer
porque antes lo vive él.

Cuando un hombre se fía de Dios
y se entrega por completo a El
con una fe hecha
no de rezos ni de incienso,
sino en el compromiso fiel
por implantar la justicia
y sembrar hermandad,
verá que las semillas de sus obras
llegarán a germinar en un futuro-primavera
para una Nueva Humanidad.

Cuando un hombre queda su nombre grabado
no en una lápida de piedra,
sino en el corazón
y en el recuerdo de su pueblo,
ese hombre vive:
vive en el amor por siempre de Dios
y en la memoria del pueblo.
¡Ese hombre no está muerto!

Esteban Tabares



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1 comentario:

  1. Gracias Charo Rubio por tus recuerdos y gracias Esteban Tabares por tu poesía.Yo estuve con diamantino en el Salvador con todo un grupo de gente solidaria pero nunca supe que gracias a Diamantino llegaron a aquel paisaje lleno de salvadoreños repatriados de Honduras...Y sobretodo cómo ellos vieron , me imagino ahora que asombrados, cómo se llenaba el almacén ya vacío, de aquel arroz y de aquella leche en polvo... de que nos habla Charo. Otro detalle que recuerdo y que también se transformó en historia fué que tuvimos que pasar la noche en una parroquia teniendo de dejar "el camión " yo sólo recuerdo uno, enfrente, y con dos voluntarios para dormir encima de los sacos. Uno de ellos fué "el Pere" y el otro una valiente chica alemana que tuvieron que pasar la noche oyendo frases como éstas : "gringos os mataremos a todos". Y para acabar, gracias, moltes gràcies por ayudarme a recordar y comprender mejor a Diamantino.

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