Dios vio lo que había hecho... "y era bueno".
PAZ CON LA NATURALEZA
Federico Velázquez de Castro González
A lo largo de la historia, y
salvando los momentos en los que las culturas primitivas vivían de manera
armoniosa e integrada, la naturaleza ha representado un decorado por donde ha
transcurrido la vida humana, y una fuente de recursos que posibilitaba nuestra
supervivencia. Según fue avanzando nuestro desarrollo, la presión sobre el
medio se hizo más intensa, (especialmente tras la Revolución Industrial),
extrayendo, utilizando, vertiendo…, con absoluta indiferencia y desconocimiento
de los ciclos naturales, ignorando los límites tras los cuales podríamos
comprometer el futuro del planeta.
Este comportamiento, ávido y
violento, hoy que la población crece exponencialmente (que ya ha superado los
7.800 millones de personas), y que nuestras actividades son más intensivas, necesita
urgentemente transformarse, no sólo para garantizar la pervivencia del ser
humano y muchas otras especies, sino para crecer en dignidad, pues frente a los
desafíos socioambientales se precisan nuevos valores y un cambio radical en
nuestro estilo de vida. Todo ello debe partir de cuatro importantes actitudes:
- El
maltrato animal. El
daño (espectáculos taurinos), la persecución (caza), cautividad (jaulas, circos)…,
deben cesar. Por el necesario respeto y por la propia dignidad: la nobleza y el carácter moral de un pueblo
se conoce por la forma en que trata a sus animales (Gandhi).
- - Los
conflictos humanos, nuestras
guerras, 15.000 en los últimos 5.000 años. Además de dañarnos, han causado
grandes destrozos en el medio, baste recordar la quema de pozos de petróleo en
la guerra de Irak o los bombardeos con napalm en la del Vietnam. En tiempos
pasados, por tomar un ejemplo, eran las talas e incendios que las tropas
castellanas realizaban habitualmente en sus incursiones por Al Ándalus.
- - El cuidado, como forma de relación y vida. Una
opción ética, sin duda, pero también práctica, inteligente y necesaria para
nuestra supervivencia.
- El aprendizaje, porque la naturaleza tiene mucho que enseñarnos. ¿Qué decir del contraste entre lentitud y velocidad? En la naturaleza nadie tiene prisa, todo se prepara a fondo y se realiza con precisión, lo que contrasta con nuestros ritmos acelerados. El necesario cambio personal excluye ir atropelladamente por la vida. Pero las lecciones no terminan aquí. Lo demuestran los pedagogos que, como Giner de los Ríos, incluyeron las excursiones como parte esencial de sus programas docentes. Era preferible, en sus palabras, un día sin aula a un día sin campo, y es que la naturaleza educa (educere: sacar fuera) haciendo aflorar, en su contacto, algunas de nuestras mejores cualidades.
Progresivamente,
vamos descubriendo que así como el destino de la humanidad es común, también lo
es el del ser humano y la naturaleza. Sería difícil de comprender una humanidad
armoniosa sobre un planeta violento o viceversa. En todo caso, lo que nos
corresponde hoy es ir forjando un nuevo estilo de vida fundamentado en ideales
y valores, como preparación para un mundo más justo, fraterno y sostenible. Mas,
lo personal, siendo mucho, no basta. Tendremos que organizarnos con criterios
políticos, fortaleciendo la sociedad civil y, desde ella, avanzando en todo lo
que promueva al ser humano y la naturaleza. En estos momentos de crisis
ambiental (reflejo de crisis más profundas) hay varias posibilidades abiertas y
dependerá de nuestra actitud el camino (y el destino) que tomemos. Aún estamos
a tiempo, y se vislumbran ante nosotros las puertas de un nuevo paradigma,
aunque la catástrofe siempre es una amenaza. Nuestra tarea consistirá en abrir las
primeras (deteniendo las segundas) para que la Vida entre con plenitud. Lo
contrario sería traicionar la historia.
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