Lo hemos leído y escuchado muchas veces: el viernes por la tarde Jesús muere en la cruz y es sepultado. El domingo al alba, unas 36 horas después, despierta del sueño de la muerte y sale vivo del sepulcro, camina, habla, enciende el fuego y asa el pescado, se deja tocar, parte el pan, come… Aparece y desaparece de repente, entra en un lugar estando las puertas cerradas y, finalmente, asciende al cielo…
La ciencia y la experiencia nos dicen que nuestro cerebro se vuelve irrecuperable después de unos minutos sin oxígeno. No hay vida sin procesos bioquímicos y éstos se acaban con la muerte. Cuando el corazón deja de latir y de enviar sangre oxigenada hacia el cerebro, dejan de funcionar los miles de millones de conexiones que gobiernan nuestro complejo organismo y ya no es posible que se reconstruyan. Volver a la vida después de morir no es posible. La resurrección corporal de Jesús no es creíble para nuestro pensamiento moderno…
Casi ninguno de los teólogos actuales habla de la resurrección de Jesús como la revivificación de un cadáver que vuelve a la vida anterior. La resurrección no puede calificarse de hecho histórico, empírico y verificable. En los relatos sobre las apariciones se aprecian muchas contradicciones en cuanto a su número, lugares en que se produjeron, qué personas fueron testigos y en qué formas vieron a Jesús, en qué momento y durante cuánto tiempo se produjeron…Parece son relatos claramente catequéticos, surgidos unos 40 años después de que Jesús fuera crucificado.
¿Qué nos queda?
Los discípulos habían seguido a Jesús durante su vida como amigo, maestro, profeta… Pasaron por una noche terrible de decepción y miedo después de la ejecución de su Maestro. Pero, pasado un tiempo, tuvieron la certeza inexplicable de que él no había sido un perdedor, sino que, pese a su muerte injusta, ahora vivía con más intensidad y plenitud que nunca.
Las apariciones, no tienen un carácter físico, sino que expresan la experiencia de los creyentes que sienten vivo al Resucitado
Tuvieron la experiencia existencial profunda, que iba más allá de lo físico, de que Jesús continuaba vivo entre ellos, que estaba presente en su vida y en la de sus comunidades. Jesús pasó a ser para ellos el Viviente, aunque su presencia no fuera accesible a los sentidos. Y surgieron las narraciones sobre el sepulcro vacío y las apariciones, en las que Jesús les saluda, les da la paz, come con ellos, les bendice y envía a una gran misión…
Cuando aquellos primeros discípulos decían que Dios había resucitado a Jesús, no pensaban, obviamente, en una vuelta a su vida anterior. No pensaban en la reanimación de su cadáver, ni en que Jesús hubiera recuperado su antigua corporeidad. Los evangelios dejan claro que ahora la vida del Jesús resucitado no es como la nuestra. Pablo habla de que el resucitado tiene un cuerpo glorioso y espiritual.
Las apariciones, por tanto, pareciera que no tienen un carácter físico, sino que expresan la experiencia de los creyentes que sienten vivo al Resucitado. Son textos que manifiestan la convicción y el seguimiento de las primeras comunidades en el mensaje de Jesús y su victoria sobre la muerte.
Creían que Jesús era el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa y Omega y que por haber llevado hasta el final la entrega de sí mismo, Dios había dado la cara por él y lo había exaltado. Es decir, Jesús irrumpió en otra forma de vida, la vida de Dios; liberado ya de la muerte pasó a formar parte del ser de Dios, a hacerse completamente uno con él para quedar absorbido enteramente en ese Dios al que había aprendido a llamar Padre.
Hoy también podríamos decir que Jesús se unió totalmente con la Realidad originaria o el Misterio original, que la tradición judeocristiana llama Yavé/Dios; que se incorporó al fundamento de la existencia humana y cósmica, a la fuente del Amor y de la Vida, de la que procedemos; que entró a participar en plenitud del amor original del que brota todo amor y que impulsa al cosmos a seguir desarrollándose, y al ser humano a seguir humanizándose.
Es posible que esta aproximación a la resurrección a algunos les resulte inconsistente, débil, poco razonable o nada convincente… Pero, ¿acaso es más razonable y convincente que un cuerpo humano vuelva a la vida 36 horas después de haber cesado sus procesos bioquímicos?
Que la Resurrección no sea un hecho comprobable no significa negar la Buena Noticia que encierra
Por otro lado, que la Resurreccción no sea un hecho comprobable no significa negar la Buena Noticia que encierra. Para los discípulos, la resurrección fue una experiencia real que no está sometida al tiempo ni al espacio. También nosotros hemos tenido esa misma experiencia que llena de paz, luz, alegría, esperanza y coraje de vivir porque reconocemos a Jesús como la Buena Nueva de Dios y fuente de salvación.
Desde esta experiencia también el sufrimiento puede encontrar sentido porque la muerte deja de ser el final de la existencia. La resurrección de Jesús abre la puerta a la esperanza y hace justicia a todas y todos los crucificados de la historia, a los pobres, marginados, inmigrantes, refugiados y a todos los que han muerto soñando y luchando por otro mundo más justo. A lo largo de siglos, muchos creyentes han asumido la entrega desinteresada como norma de vida y han llegado, como Jesús, a hacerse uno con el Amor original. Son los que llamamos santos, que llegaron a la santidad no tanto por sus penitencias, ayunos, oraciones o experiencias místicas, cuanto por vivir al servicio de los demás.
Seguirán las luchas, el sufrimiento y la muerte, pero no terminarán en fracaso si se viven en el Espíritu del Resucitado.
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