La celebtación de la palabra comenzó con la reflexión que Jose María Castillo, nuestro "teólogo de cabecera". nos hizo sobre: "La humanidad de Dios, solución para nuestro mundo", que suscribimos más abajo. Su introducción dió paso a preguntas y respuestas...
Sobre la mesa común, además del pan y el vino, símbolos del compartir y la vida, pusimos nuestros compromisos por un mundo nuevo: Refugiad@s, Granada Abierta, Derechos Humanos, ASPA, personas sin hogar, desahucios, finanzas éticas, Consumo Cuidado, Zona Norte...etc, en este curso que culmina. La Fracción del pan y la paz culminaron con la común unión de la comida compartida....: "No tengáis miedo..." fué el mensaje del evangelio.
Regresamos a la asamblea para consensuar los arreglos del local, proyectos de cooperación, cambio de secretaría técnica y la Acción de Gracias por todo lo compartido en este día y un curso más... Cantamos, conversamos, las más atrevidas se bañaron con los niños, gozamos del estar y contemplarnos Junt@s. Y ya van cuarenta y tantos años de CCP en Granada. Un milagro que año tras año continúa...
LA HUMANIDAD DE DIOS, SOLUCIÓN PARA
NUESTRO MUNDO. José M.
Castillo
Si hablamos de Dios, y de la
humanidad de Dios, como solución para nuestro mundo, esto quiere decir (como es
lógico) que, desde nuestro punto de vista, este mundo nuestro lleva en sí un
problema – o una cantidad quizá enorme de problemas – que demandan y exigen una
solución. Y nosotros pensamos que esa solución se encuentra, no genéricamente
en Dios, sino (de forma más precisa) en la humanidad de Dios.
La conciencia, según la cual este mundo necesita una solución, es tan antigua como el ser humano. Y si es que hablamos de una solución para el mundo, eso quiere decir que esa solución tiene que venir de fuera del mundo. Es el problema, que han vivido los seres humanos, desde que en el mundo han existido seres humanos. Este es el origen de la Religión, que apareció en los ritos, el culto, los sacrificios. Esto quiere decir que el ser humano vive sentimientos y experiencias, que son decisivas para la felicidad o la desgracia de todo ser humano, pero que no se resuelven con aquellas cosas que tienen una “función o finalidad pragmática” para el ser humano. De ahí, el recurso a la Religión: el sufrimiento, la inseguridad, la violencia, el miedo, la muerte, el deseo de una vida feliz y para siempre…, todo eso no se resuelve con “nuestra capacidad pragmática”. Esto explica el recurso a la Religión
.
La conciencia, según la cual este mundo necesita una solución, es tan antigua como el ser humano. Y si es que hablamos de una solución para el mundo, eso quiere decir que esa solución tiene que venir de fuera del mundo. Es el problema, que han vivido los seres humanos, desde que en el mundo han existido seres humanos. Este es el origen de la Religión, que apareció en los ritos, el culto, los sacrificios. Esto quiere decir que el ser humano vive sentimientos y experiencias, que son decisivas para la felicidad o la desgracia de todo ser humano, pero que no se resuelven con aquellas cosas que tienen una “función o finalidad pragmática” para el ser humano. De ahí, el recurso a la Religión: el sufrimiento, la inseguridad, la violencia, el miedo, la muerte, el deseo de una vida feliz y para siempre…, todo eso no se resuelve con “nuestra capacidad pragmática”. Esto explica el recurso a la Religión
.
Pero la Religión no es Dios. Durante
miles de años, existió la Religión sin Dios(Ina Wunn). “Dios es un producto
tardío en la historia de la Religión” (Konrad Lorenz, Walter Burkert…).
Dando un paso más: Dios ha sido
siempre un problema en la historia de la humanidad y de la Religión. ¿Por qué?
Porque se pensó que Dios es el Infinito: poder sin fin, bondad sin fin… Con lo
que los seres humanos no encontraron solución, sino un problema sin solución: el problema del mal, el problema que,
desde el comienzo de la Biblia (¿el responsable del mal es Dios o Adán) hasta
hoy, no ha tenido ni tiene solución (J. A. Estrada, “La imposibleTeodicea”).
Pero no es esto lo más importante.
Lo más grave, lo más preocupante, es que, cuando pensamos en Dios o hablamos de
Dios, normalmente ni nos damos cuenta de que Dios es, por definición, el Trascendente.
Es decir, Dios no está a nuestro alcance. Por tanto, ni lo conocemos, ni
podemos conocerle. O sea, que cuando hablamos de Dios, ni sabemos de qué
hablamos. Ni podemos saberlo. De ahí que, todo lo que los humanos pensamos o
decimos de Dios, no son sino “representaciones” que nosotros nos hacemos del
Trascendente.
Más aún, estas “representaciones”
del Trascendente las hemos vinculado, de tal manera, a la Religión, que (para
mucha gente) Dios es un componente de la Religión. Hasta el extremo de que
mucha gente no distingue a Dios de la Religión. Y – lo que es más grave – Dios
ha quedado así vinculado a “lo sagrado”. Y desvinculado y alejado de “lo
profano”, “lo laico”.
De donde resulta un hecho más
importante: “lo sagrado” está asociado al “poder” de “lo sagrado” sobre “lo
profano”. De manera que, si una persona es creyente en Dios, por eso mismo su
vida queda sometida al poder de “lo sagrado” sobre su manera de pensar y de
vivir; sometida al culto sagrado, a la moral religiosa, a lo que dicen y mandan
los clérigos, etc.
La pregunta, que brota de lo dicho
hasta aquí, es fuerte: Si entendemos y
vivimos así lo de Dios, ¿Dios puede ser “solución” o “problema”? Sobre
todo, si tenemos en cuenta que Dios y la Religión, así entendidos y vividos, no
sólo son un problema, sino que son: 1º) Causa de violencia o justificantes de
muchas formas de“violencia”. 2º) Un
elemento básico del “sistema”. ¿Por
qué la primera visita que Donald Trump ha hecho en Europa ha sido ir a Roma a
visitar al Papa? Seguramente, no le faltaba razón – en la mentalidad
“pre-ilustrada” –a Maquiavelo cuando, en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, dejó escrito este
texto famoso: “Los príncipes o los
estados que quieran mantenerse incorruptos deben sobre todo mantener
incorruptas las ceremonias de la religión, y tener a ésta siempre en gran
veneración, pues no hay mayor indicio de ruina de una provincia que ver que en
ella se desprecia el culto divino”(II, 12).
Así las cosas, la solución que el cristianismo ha encontrado para el problema de Dios ha sido la Encarnación de Dios en un ser humano, en Jesús de Nazaret. Ahora bien, la Encarnación es la Humanización de Dios.Dios no se aferró a su rango, se despojó (“se vació” = “kénosis” = el “Dios kenótico”). Por tanto, el cristianismo tiene su centro en “lo humano” (Fil 2, 7-9; Jn 1, 18; 14, 7-9).
Así las cosas, la solución que el cristianismo ha encontrado para el problema de Dios ha sido la Encarnación de Dios en un ser humano, en Jesús de Nazaret. Ahora bien, la Encarnación es la Humanización de Dios.Dios no se aferró a su rango, se despojó (“se vació” = “kénosis” = el “Dios kenótico”). Por tanto, el cristianismo tiene su centro en “lo humano” (Fil 2, 7-9; Jn 1, 18; 14, 7-9).
Consecuencia:
según los cristianos y el cristianismo, DIOS NO SE HA ENCARNADO EN LA RELIGIÓN;
DIOS NO SE HA ENCARNADO EN LO SAGRADO; DIOS SE HA “HUMANIZADO” (como no podía
ser de otra manera) EN LO HUMANO, EN LO MÁS DÉBIL, EN LO MARGINAL Y LO MÁS
POBRE DE LO HUMANO,DONDE SÓLO QUEDA Y SE ENCUENTRA LO HUMANO, EN JESÚS
DE NAZARET.
Pero Jesús no es una idea, un
objeto, un mero recuerdo. Jesús es un ser humano, una persona. Y además una
persona viviente, actual. ¿Cómo hacemos
presente y actual la presencia de Jesús en nuestras vidas y en nuestro mundo?
No lo hacemos presente y actual mediante una memoria que se queda y se reduce a
la sola “creencia”. Es decir, cuando pretendemos hacer presente y actual a
Jesús mediante la “FE”. No. Con eso solamente, No. A Jesús lo hacemos presente
y actual mediante la “memoria peligrosa” o el “recuerdo subversivo” (J. B.
Metz). PORQUE JESÚS FUE UN HOMBRE TAN
PELIGROSO Y SUBVERSIVO, QUE LLEGÓ A SER VISTO COMO UN HOMBRE INCOMPATIBLE CON
EL SISTEMA (POLÍTICO Y RELIGIOSO), UN HOMBRE QUE ERA URGENTE ELIMINARLO. EN TAL
MODO QUE ESO FUE LO QUE PROVOCÓ LA CONDENA INMEDIATA A MUERTE (Jn 11, 47-53).
Esto supuesto, los cristianos hacemos a Jesús presente y
actual mediante el “SEGUIMIENTO” (nachfolge- D. Bonhoeffer), cuando lo dejamos todo y, una vez perdida
toda seguridad humana, PONEMOS TODO EL SENTIDO Y SEGURIDAD DE NUESTRA VIDA EN
“SEGUIR LA FORMA DE VIDA” QUE ASUMIÓ JESÚS.
Esta forma de vida no estuvo
fundamentada en “lo religioso”, en el Templo, en los Sacerdotes, en la Torá
(Ley). La forma de vida de Jesús estuvo fundamentada en “lo laico”, sobre tres
pilares: 1) Remediar el sufrimiento
(curaciones de enfermos); 2) Compartir
lo necesariopara la vida (comidas); 3) Las
relaciones humanas (sermones y parábolas).Y aquí es necesario darse cuenta
y tomar conciencia de que, según los evangelios, lo que hacemos a cualquier ser humano, es a Jesús a quien se lo
hacemos. Y, en Jesús, se lo hacemos a Dios (Mt 25, 40. 45). De tal modo que
“acoger”, “rechazar”, “escuchar” a un ser humano (enfermo, mendigo, extranjero,
preso), eso es hacerlo con Jesús y con Dios (Mt 10, 40; Mc 9, 37; Mt 18, 5; Lc
10, 16; 9, 48; Jn 13, 20).
Esta teología pone a Dios en lo
humano. En tal modo que, haciéndonos profundamente humanos – y superando la
dosis de “in-humanidad”, que todos llevamos inscrita en la sangre de nuestra
vida –, así es como podemos encontrar a Dios y dar un sentido a nuestras vidas.
Por otra parte, esta comprensión de
la Religión no nos lleva a la pasividad y a la ausencia de lo que sucede en
nuestro mundo y en nuestra sociedad. Es el peligro que lleva en sí el budismo y
las religiones orientales. Hace años, me impresionó lo que dejó escrito uno de
los grandes economistas del s. XX, John K. Galbraith. Este hombre fue embajador
de Estados Unidos en la India. Y, en su Ambassador’s
Journal (1969), dice que la causa más determinante de la pobreza en India
es la Religión. Porque el hinduismo y el budismo son religiones que dejan en
paz el espíritu, pero fomentan la pasividad social. Porque estas religiones
dicen que a Dios se le encuentra en el “Dharma” y el “Nirvana”, que tienen el
peligro de llevar a la resignación. Así, se perpetúa el sistema. Y el precio
(de esas experiencias religiosas puede ser el sufrimiento de los pobres).