Todo empezó hace casi cincuenta años, en los años setenta, la CCP enclavadas en los barrios y parroquias más combativas, obreros y “populares” de Granada. Al calor de la Teología Popular de Jose María Castillo.
Ni que decir tiene que todos estos grupos y comunidades fueron punta de lanza en la transformación social de los barrios más deprimidos de Granada empujado proyectos sociales, asociaciones vecinales, políticas, cooperativas, y nuevas alternativas de vida en común y solidaridad. Y transformación eclesial, elaborando nuevas formas de ser iglesia desde la comunidad y la opción por los pobres y desde una teología “popular” y de liberación.
Mi amigo Manolo
Collado y yo hemos coordinado el libro: Otra Iglesia es posible, la Iglesia popular
española: Un camino alternativo de fe cristiana (1969-1999), que puede
descargarse digitalmente en Bubok. Y con este motivo presento a todas las
personas amigas de las CCP andaluzas, agradeciendo, al mismo tiempo, poder
hacerlo en la web de las CCP de Granada.
Vamos a
comenzar un nuevo curso. Una buena idea para comenzar sería algo así como“rescatar
de la sabiduría de Jesús”de su
vida, de su persona y de su mensaje, que han sidoolvidados a través de los siglos, si no
secuestrados, y que podemos recuperar.
Con un doble objetivo: En primer lugar
transmitir la vivencia espiritual de nuestra comunidad cristiana a través de
sus años de existencia. En este tiempo ha habido una serie de acontecimientos,
entre otros, que han dejado su huella en la vida de la comunidad como el
Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación o la Ecoteología. Pero
últimamente la modernidad y los descubrimientos científicos nos están exigiendo
realizar un nuevo rescate, un nuevo
lenguaje cristiano, más razonable y acorde con el pensamiento moderno. Y en
segundo, el segundo objetivo sería reflexionarsobre el nuevo paradigma
cristiano que hoy se plantea en ciertos sectores de la Iglesia, alentados
por la figura del papa Francisco cuando dice: “La pastoral en clave de misión
pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”
(E. G. 33).
Más de medio siglo después de su nacimiento, las comunidades de base siguen vivas. Según su coordinadora, en España agrupan a un millar de cristianos para los que el compromiso, y el compartir la vida y la celebración son esenciales.
Nacidas en Latinoamérica en los años 60, las comunidades cristianas de base tuvieron, según los países, un amplio desarrollo. En el año 2000 se contaba que había en Brasil 70.000 de ellas.
En España, llamadas comunidades cristianas populares (CCP), nacen igualmente en la década de los 60 y en 1969 tiene lugar la primera Asamblea nacional.
La crítica al Papa Francisco por parte de la señora Díaz
Ayuso, por la petición de perdón “por los pecados (errores) que la Iglesia pudo
cometer en la conquista y colonización de América”, nos causa vergüenza ajena e
indignación, así como su declaración del “indigenismo como nuevo comunismo”. ¿Y
la declaración del sr. Aznar de no pedir perdón por nada?. ¿Ya se ha olvidado
de la guerra de Irak? ¿Tanto orgullo es cristiano?
Le recordamos a la señora Díaz Ayuso que en América (Abya
Yala), antes de que llegaran los españoles había 65 millones de habitantes y
unas florecientes culturas milenarias. La “conquista” fue un genocidio del 95%
de la población. En México antes de la conquista su población era de 25
millones Y en el año 1600 era de un millón. Más la esclavitud y maltrato del
resto y el expolio de toneladas de oro y plata y recursos naturales, que
siguieron toda la época colonial y sigue hoy con la globalización neoliberal.
Llevar el “catolicismo” no fue llevar la libertad y la
civilización, sino imponer la “civilización” europea y la lengua española a
pueblos que tenían sus civilizaciones milenarias, sus lenguas y religiones, su
cultura e identidad como pueblos.
Afortunadamente en A.L. la población indígena está viva. En algunos países es mayoría (Bolivia,
Guatemala, Perú, Ecuador); y en otros, como en las mediáticamente maltratadas
Venezuela y Cuba, que tanto respetan y cuidan a sus pueblos originarios, tratan
de recuperar su cultura, espiritualidad – tan respetuosa con la Madre Tierra -,
comunitaria y social, frente al genocida y devastador neoliberalismo e
imperialismo del Primer Mundo.
Nos unimos a la llamada del Papa Francisco, no solo a
reconocer sombras y errores del pasado, sino a instar en la Iglesia a una
renovación evangélica que camine haciauna Iglesia pobre y de los pobres, samaritana y profética, denunciando
la injusticia del capitalismo y promoviendo una fraternidad universal para un
mundo mejor.
Por la Coordinadora Estatal de las COMUNIDADES CRISTIANAS
POPULARES del Estado Español.
El diez de agosto de hace 50 años llego a nuestro pueblo "el cura nuevo " Enrique Priego Díaz. Desde la perspectiva que te da el tiempo, tengo que decir que desde ese día empezaron a cambiar muchas cosas en nuestro pueblo, y seguramente mucho de lo que hoy somos como sociedad, nuestra idiosincrasia y posiblemente parte de nuestra cultura tiene que ver con su llegada a nuestro pueblo, y de la llegada de otros como él a la comarca, aunque nosotros tuvimos también la suerte de compartir unos años a Juan Heredia.
Pronto íbamos a descubrir que este hombre era diferente, y que nada tenía que ver con los curas conocidos hasta ese momento.
Con el cura nuevo, con Enrique, muchos hijos y hijas de jornaleros tuvieron la oportunidad de aprender a leer y escribir en aquella improvisada escuela que hizo en su casa, a la que se podía asistir de noche después de dar la peoná.
Las Comunidades Cristianas Populares de Granada agradecemos tanta Vida compartida con nuestra amiga y compañera Encarna, con este artículo que en nuestro nombre escribe Pepe Gilabert.
Umbrío por la
pena, como dijo el poeta Miguel Hernández, me repongo para escribir
unas palabras de recuerdo y homenaje a nuestra amiga Encarnación
Olmedo. Después de la partida de quien fue nuestraamiga muy
querida, los ojos y las manos, que ya no podrán ver y tocar su
presencia, se refugian en el recuerdo para poder soportar el dolor
que araña la puertade nuestro pecho. Encarna, la incombustible, la
luchadora incansable, la amiga siempre de guardia, la constante
defensora de los últimos entre los últimos de su barrio; Encarna,
la que parecía un huracán, se nos ha ido apagando y nos ha dejado
cargados con el dolor de su partida, pero reconfortados con la luz de
su vida entregada con amor a los que más lo necesitaban.
Cuando Ángel,
después de secularizarse, le pidió matrimonio a Encarna, ella le
dijo que sí, pero con una condición: que tendrían que vivir
siempre en el Barrio de la Cartuja. Ángel aceptó y ambos han
cumplido su acuerdo y han vivido en ese barrio desde entonces hasta
el último día de sus vidas. Podrían, como hicieron muchos, haberse
mudado a otra zona, pero han preferido dedicar toda su vida a los
vecinos y vecinas de uno de los barrios más deprimidos de Granada.
Las Comunidades Cristianas Populares de Granada integradas en la Plataforma GRANADA ABIERTA, participamos en el acto alternativo en el día de la Toma de Granada por los Reyes Católicos, apoyando la propuesta de cambiar esa celebración antidemocrática, sectaria, confesional, símbolo de la expulsión de muchos granadin@s,por la Fiesta de Mariana Pineda símbolo de la igualdad, la libertad, convivencia, multicultural, laica y democrática.
Este año ha sido suspendida la concentración de la Toma en la Plaza del Carmen, a causa del coronavirus. Sin embargo, Granada Abierta denuncia que "el gobierno municipal pretende mantener la tremolación del pendón, que es un símbolo militarista, y asistir a la misa nacional-católica de la Capilla Real, vulnerando el principio aconfesional de la Constitución"
Por todo ello, Granada Abierta organizará el próximo 2 de enero un acto alternativo en la Plaza de Mariana Pineda, con mascarillas y distancia interpersonal. Según Paco Vigueras, coordinador de la plataforma: "En este acto presentaremos nuestro Manifiesto por la Convivencia y pediremos que sea leído desde el balcón del Ayuntamiento, como primer paso para cambiar la celebración sectaria y xenófoba de la Toma".
Granada Abierta realizará también una lectura colectiva en la que recordará a intelectuales como Federico García Lorca, Francisco Ayala, Américo Castro, Carlos Cano, Antonina Rodrigo o Tarik Ali, que en su día se manifestaron contra la Toma. Cerrará el acto el cante flamenco de Juan Pinilla....
Granada Abierta ha editado un vídeo en el que participan, entre otros, Ian Gibson, Carmen Caballos, José Chamizo, Amaranta Cano, Antonio Malpica o Isidoro Moreno. También intervienen artistas como el cantaor Juan Pinilla, el cantautor Juan Trova o el músico andalusí Suhail Serguini, con el lema: Toma no, Mariana si.
CORPUS CHRISTI Pan para todas las bocas. Pan caliente regado con aceite en la mesa compartida. Pan soñado y deseado en las horas del hambre del que huye con lo puesto. Pan de pan envuelto en celofán en la vitrina del súper. Pan duro, duro, que es mejor que ninguno. Pan caído, pan tirado, pan desperdiciado. Divino pan desnaturalizado. Pan adulterado, maltratado, suplementado. Cuerpo de cristo, candeal alimento, en el calor de Junio. José Gilabert Ramos (Nacen Claridades Todavía) Abril 2019.
Muchas pilas bautismales en las que nos bautizaron son piezas antiguas que se remontan a las épocas Bética, Bizantina, Visigoda, Andalusí y de la Baja Edad Media. Pilas que están “contaminadas” por el uso de las diversas religiones que han existido en nuestro solar andaluz en diferentes momentos y etapas de nuestra rica y variada historia. Aguas derramadas por nuestras cabezas que remozan recuerdos animistas, politeístas, monoteístas…, singularizándonos simbólicamente como un pueblo mestizo, resultado del sincretismo cultural y religioso.
En Andalucía, como en el resto de las culturas, la religión ha tenido un papel muy preponderante desde tiempos inmemoriales. Sus núcleos poblacionales, desde que se establecieron las primeras civilizaciones en la tierra regada por el río Betis o Guadalquivir, adoraban a diferentes dioses y diosas relacionadas con la fertilidad, la guerra, la creación, la agricultura… La naturaleza de los dioses de Tartessos, primera civilización de Occidente, solo podemos comprenderla como el resultado de un proceso de sincretismo religioso, entendido como la mezcla de elementos de diferentes culturas. Nuestros antepasados supieron reinterpretar o reelaborar los rituales relacionados con las divinidades de origen semita con sus propias creencias ancestrales: una mezcla de creencias animistas con dioses relacionados con la naturaleza y los aportados por las culturas orientales llegadas a nuestras costas. Desde tiempos remotos se adoraba al dios Baal o Melkart para los fenicios y a la diosa Astarté o Potnia para los griegos, que acabaría siendo la diosa por excelencia de los pueblos tartésicos, representando el culto a la Madre Tierra, a la fertilidad, al amor, en definitiva a la vida. Curiosamente después de tres mil años sigue habiendo una romería en las marismas de Doñana a una diosa Madre camuflada bajo la advocación del Rocío. La Virgen del Rocío es en realidad un sucedáneo de la Madre Naturaleza consagrada a la promoción de la fecundidad y la fertilidad como lo fue Isis en el pueblo egipcio, Artemisa en la civilización griega, o Astarté en el tiempo de los fenicios. Para el cristianismo María es la Madre fecundada por la gran divinidad. Hablaríamos de una inculturación en toda regla. Representa un símbolo de nuestros antepasados, una lección de permanencia ritual de nuestra historia, una tradición secular que llevamos en la sangre.
Desde las Comunidades Cristianas Populares de Granada, agradecemos y nos parece muy interesante este trabajo que publica Ideal, desde la perspectiva histórica del nacimiento del movimiento homosexual en la ciudad de Granada. Así como el reconocimiento expreso a José Antonio Moreno Rodriguez cura párroco de la Parroquia de San Ildefonso en los años 70 y 80, y su labor liberadora en la Comunidad Cristiana Popular y parroquial, en el barrio de San Ildefonso y en la sociedad granadina promoviendo todos los colectivos sociales, políticos y culturales en favor de los más desfavorecidos y empobrecidos.
Varios miembros de las Comunidades Cristianas Populares de Granada asistimos al preestreno de este importante documental de recuperación de la memoria histórica, de tantas luchas, colectivos, proyectos, que los Cristian@s de base construímos en aquellos años, como también en estos.
El documental se centra principalmente en los curas obreros de Granada y Sevilla, pero faltan muchos otros de diversas zonas de Andalucía y tantas personas, comunidades, parroquias, que también fueron agentes de trnasformación social y comunitaria en barrios, zonas rurales, espacios juveniles, sociopolíticos...y las mujeres. Enhorabuena a los que han elaborado tan magnífico y entrañable documento.
'De la cruz al martillo'. Ideal
04:27
El cura Diamantino García Acosta participó en la vendimia junto a jornaleros sevillanos del pueblo donde ejercía como sacerdote. (Vídeo: tráiler de la película). / IDEAL
Tras la huella de los curas obreros
Se unieron al pueblo y a los desfavorecidos durante el tardofranquismo y la transición, sufrieron la represión, la Iglesia les dio de lado, pero siguieron adelante. Un documental reivindica ahora su papel en Granada y Sevilla
Cuando la misa acababa se quitaban la estola, el cíngulo y el alba, se ponían el mono de trabajo, salían de las iglesias y se mezclaban con el pueblo más desfavorecido para trabajar mano a mano con ellos. Cumplieron con aquello que el Evangelio cristiano demandaba: «El espíritu del Señor está sobre mí porque él me ungió para evangelizar a los pobres, me ha enviado a anunciar a los cautivos liberación y a los ciegos visión, a poner a los oprimidos en libertad, a proclamar el año de gracia del Señor» (Lucas 4,18-19). Renunciaron a su sueldo y se lanzaron a las calles para imitar la misión del profeta: llevar la buena noticia a los pobres y el anuncio gozoso de la libertad.
Les llamaron los curas obreros. Rompieron con la tradición del nacionalcatolicismo y, en plena dictadura de Franco, decidieron ir más allá de los dogmas de la Iglesia para ponerse del lado de los más necesitados. Represalias, cárcel y multas de hasta medio millón de pesetas –3.000 euros al cambio actual, una cantidad desorbitada para la época– fue el castigo para algunos de ellos. El documental 'De la cruz al martillo' rescata ahora, casi treinta años después, la memoria olvidada de unos sacerdotes que dieron el paso de trabajar por el pueblo, para el pueblo y junto a él.
Producido por Plano Katharsis, con la colaboración de Canal Sur, retrata el compromiso social adquirido en el tardofranquismo por esos curas obreros y algunas monjas, vinculados la gran mayoría a la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), que dejaron huella en los movimientos reivindicativos surgidos en los estertores de la dictadura y durante la transición, sobre todo en Andalucía. Granada y Sevilla centran la atención de este trabajo cuyo director de contenidos es el periodista Rafael Guerrero. «Era un documental necesario, imprescindible, una manera de hacer justicia con ellos. Había que reconocerlos antes de que dejaran de existir», cuenta Guerrero a IDEAL, donde trabajó en sus primeros años como periodista escribiendo numerosos reportajes sobre muchos de los actos protagonizados por los curas obreros y cuyo servicio de documentación ha colaborado en este trabajo recabando historias e imágenes de archivo.
Una deuda pendiente
«Se ha escrito e investigado poco sobre el tema, porque este movimiento de curas obreros comprometidos socialmente era como un grano molesto dentro de la Iglesia. Era un tema pendiente. La propia institución no se ha dedicado a reivindicarlo, y al ser ellos creyentes, el movimiento de oposición era principalmente el Partido Comunista, normalmente ateo y laico. Por eso, quedaron en un limbo, en terreno de nadie, abandonados por la Iglesia y por sus compañeros de viaje en el movimiento social, los comunistas», detalla Guerrero.
«El movimiento era un grano para la Iglesia, que les abandonó y nunca les ha reivindicado»RAFAEL GUERRERO, DIRECTOR DE CONTENIDOS DEL DOCUMENTAL
El movimiento de los curas obreros empezó en Francia, en plena ocupación nazi. Curas y comunistas unieron fuerzas en una unidad que acabó siendo conocida como 'La Misión'. Esta filosofía de dejar la sotana y unirse al pueblo en sus ocupaciones, problemas y luchas diarias se trasladó a los seminarios españoles durante los años 40 y, más, tarde, ya en los 60, a las calles. Se extendió durante veinte años y sus momentos más duros llegaron en el tardofranquismo y durante la transición política española. Se calcula que en España hubo unos 800 sacerdotes vinculados de algún modo a estos movimientos sociales.
'De la cruz al martillo' recoge los testimonios de muchos de los que participaron en dos grandes focos andaluces surgidos en Granada y en Sevilla. Pese a que han pasado varias décadas, en el caso granadino, todos continúan con vida. Alguno cuenta ya con 90 años. Y todos ellos estarán mañana viernes, a las 19.00 horas, en el Centro Lorca, para la presentación en del documental en el que son los protagonistas. «Va a ser una imagen histórica y emotiva. Creo que nunca se han reunido todos juntos en un mismo sitio», avanza Guerrero, que ha contado para este trabajo con el apoyo de José Antonio Torres y Pablo Coca.
Sus nombres son Antonio Quitián, Ángel Aguado y los hermanos José y Manuel Ganivet y Elías Alcalde, que comparten testimonio con la exmonja Encarnación Olmedo y con otros religiosos de la provincia de Sevilla como Enrique Priego y Esteban Tabares, el teólogo José María Castillo, la historiadora Basilisa López, el expresidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Alfonso Alcaide, o Francisco Casero, del Sindicato de Obreros del Campo (SOC).
«Me di cuenta de que había que cambiar las cosas, la sociedad tal como estaba», cuenta en la cinta Antonio Quitián. «Yo no quería ser monja de rezar y cosas de esas, quería estar cerca de la gente humilde y que pasaba necesidades», señala Encarnación Olmedo, que 'colgó' años más tarde el hábito para casarse con Ángel Aguado, quien hizo lo propio con la sotana. Eran jóvenes y decidieron abrazar una vida humilde para lanzarse a los barrios marginales y mezclarse con las reivindicaciones obreras.
La huelga de 1970
El paradigma fue la huelga de la construcción de 1970. Una manifestación recorrió las calles de Granada y acabó en tragedia. La policía, enviada por las autoridades que pidieron disolver la protesta, respondió con disparos al lanzamiento de piedras por parte de un grupo de manifestantes en la actual avenida de la Constitución. Murieron tres obreros:Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez Encinas y Manuel Sánchez Mesa. Un monolito les recuerda hoy día en la capital granadina. «Aquello costó sangre. Ellos estaban detrás y la prensa del régimen les puso de culpables de lo ocurrido», recuerda Guerrero. En 1970, año de aquella trágica huelga, José Ganivet, con 26 años, era coadjutor –ayudante de cura– y trabajaba también como encofrador para ganarse el sueldo. Era una albañil más del barrio de Cartuja. Estuvo en la manifestación y después volvió a la parroquia. No supo lo ocurrido hasta horas más tarde, cuando el padre Quitián le contó entre lágrimas que tres obreros habían muerto por los disparos.
Un lustro más tarde el desempleo azota Granada. Una encuesta publicada en IDEAL aporta datos sobre el paro, la pobreza y la marginación que atenazan a la barriada de la Paz. Las cifras son espeluznantes. Una columna de Rafael Martínez Miranda denuncia la situación que están viviendo los habitantes de esta zona de la ciudad: «Ante la situación económica se nos pide solidaridad social pero si un sistema económico, para funcionar bien, tiene que basarse en que los que menos tienen se aprieten el cinturón con frecuencia para que los que están mejor situados continúen en su prosperidad, es un sistema económico que no es justo, que no es humano» (IDEAL, 9 de abril de 1975). El día 29 de abril parados cansados de ser despreciados por las autoridades y de hacer asambleas en la iglesia de la Paz, acompañados de líderes sindicales y sociales –unas 90 personas en total–, deciden presentar sus reclamaciones ante la Casa Sindical. Les reciben, pero la actitud pasiva de las autoridades sindicales les lleva a tomar otras medidas. Se trasladan a los alrededores del Palacio Arzobispal. 35 trabajadores se encierran en la Curia. Entre ellos estaban los religiosos Antonio Quitián, Ángel Aguado y Miguel Heredia. Quitián llama por teléfono a la prensa y advierte del encierro. El entonces arzobispo Emilio Benavent se solidariza con los encerrados y advierte a la policía de que no podrán entrar a desalojarlos.
La reacción policial es impedir que les lleguen alimentos. El 1 de mayo amanece con dos encierros más de apoyo, uno en la Catedral y otro en la iglesia de San Isidro. Los encerrados en esta última iglesia son los primeros en ser desalojados. En la Catedral empiezan a mostrar síntomas de desnutrición. Al noveno día la policía irrumpe en la Curia. Los 35 trabajadores son esposados y puestos a disposición judicial. Muchos son detenidos.
Los sacerdotes fueron enviados a Carabanchel, donde se encerraba habitualmente a los presos políticos. Tras tres meses de estancia en prisión, fueron recluidos en la institución religiosa de las mercedarias en Cájar.
Huerta de la Virgencica, barriada de casas provisionales ya desaparecida. / IDEAL
La Virgencica
Su lucha por los derechos laborales estuvo unida en paralelo a su desdén por ayudar a los excluidos por la sociedad. La Huerta de la Virgencica, un barrio levantado en el polígono de la Cartuja a finales del franquismo –ya desaparecido, donde hoy se levanta Albayda–, fue uno de las zonas donde más intensamente se involucraron. Las viviendas se construyeron con un fin provisional y sus condiciones eran insalubres. «No habían saneamientos, escuelas ni transporte público en ese entonces, y los niños se morían por falta de cuidados sanitarios», relata Rafael Guerrero. Lucharon «por las viviendas o para que llegara el autobús al barrio», relata Encarnación Olmedo en la cinta.
El paralelismo con situaciones actuales es inevitable, aunque las circunstancias, las políticas, sobre todo, son realmente distintas. Guerrero, considera que lucharon por «derechos que hoy en día parecen absurdos, pero de los que en ese tiempo allí no se gozaban». Por eso han hecho este documental, «para que, sobre todo, las nuevas generaciones sepan por lo que ha pasado España y conozcan la historia de gente que ha hecho un ejercicio de sacrificio personal en favor de los más desfavorecidos».
El Centro Lorca, escenario de un cálido homenaje a los curas obreros de la Transición. Ideal
Foto de familia de los curas obreros y creadores del documental antes de la proyección. / RAMÓN L. PÉREZ
La proyección de 'De la cruz al martillo' llenó el auditorio del Centro Lorca, que aplaudió el film y participó en el coloquio posterior
Descendieron del púlpito para remangarse con los de abajo. Abandonaron el refugio íntimo del oratorio para participar en el calvario estridente de los excluidos. Asumieron que el amor está en la calle, en el pueblo. Eran los curas obreros. Y no fueron pocos: en torno a 800 sacerdotes pelearon por las libertades desde el tardofranquismo hasta los primeros años de la democracia. Tiempos de contracultura: estos clérigos renunciaron a su salario oficial para vivir y trabajar con los más necesitados, pero ni la Iglesia ni los laicos de izquierdas aplaudieron el gesto. Al contrario, el nacionalcatolicismo respondió con represalias, cárcel y multas.
Maldecidos en su momento, varios de los protagonistas de esta historia fueron recibidos como héroes ayer por la tarde, entre aplausos y lágrimas, en la presentación del documental 'De la cruz al martillo', en el Centro Federico García Lorca, al que siguió un coloquio preñado de confesiones. No en vano, Granada fue, junto con Sevilla, uno de los bastiones que retrata con crudeza y ternura la película producida por Plano Katharsis con la participación de Canal Sur. Episodios como la huelga de la construcción de 1970 o el encierro en la Curia granadina en 1975, así como la creación del Sindicato de Obreros del Campo, además de diversos amotinamientos y ocupaciones de fincas a finales de los setenta y comienzos de los ochenta fueron objeto este viernes de sangrante recuerdo en primera persona.
«No queríamos vivir de la religión», decían en las páginas de IDEAL en 2005 -como bien rememora el filme- Antonio Quitián González, José y Manuel Ganivet Zarcos y Ángel Aguado Fajardo, cuando publicaron el libro 'Curas obreros en Granada', un objeto de culto ya descatalogado y por el que se pagan cantidades considerables en el mercado de segunda mano. La cinta que ayer pudo descubrir el público granadino recoge reflexiones emotivas de religiosos como Antonio Quitián, Ángel Aguado, los hermanos José y Manuel Ganivet, Elías Alcalde, Enrique Priego y Esteban Tabares, con la exmonja Encarnación Olmedo o el teólogo José María Castillo, a la vez que se deslizan los argumentos de los exdirigentes del PTE Isidoro Moreno y Francisco Casero, el expresidente nacional de la HOAC, Alfonso Alcaide, y la historiadora Basilisa López.
La rama granadina, que es la que abarca la primera parte del relato, contemplaba el resultado de la obra audiovisual 'De la cruz al martillo' en primera fila. Y el recinto, lleno, incluso hasta en la parte de arriba. Entre la audiencia congregada en el Lorca, abundancia de familiares, familia de familiares, amigos, curiosos, versos sueltos, personas a las que, aunque fuera de refilón, algo les toca esta epopeya ahora reconocida. «Se está haciendo justicia poética con ellos», murmuraba un grupo en la puerta de la Romanilla. «Estos hombres pasaron verdaderas fatigas con mis tíos y mis abuelos», comentaba Luis, uno de los asistentes, a IDEAL. «Poco ha cambiado la Iglesia. ¡O quizá se están poniendo peor las cosas!», señalaba Luisa. «Ni pecadores católicos ni más papistas que el Papa. Los curas obreros eran personas normales, como todos nosotros. Lo que ocurre es que ellos tuvieron que ser valientes para ser normales», remataba Juan, parafraseando a Caballero Bonald.
Cuidada producción
'De la cruz al martillo' es una producción dirigida por José Antonio Torres, encargado también del guion, con la dirección de contenidos a cargo de Rafael Guerrero, director del programa 'La memoria' en Canal Sur Radio y RAI, y realizado por Pablo Coca con música de Pablo Páez. Una indagación estremecedora. Sobre todo cuando la memoria hace clic a través de fotos en blanco y negro, recortes de prensa en sepia e imágenes de exclusión social grabadas en Super 8.
El movimiento de los curas obreros surge en la Segunda Guerra Mundial, en 1944. Como tantos otros signos de avance, el fenómeno brota en Francia. Los sacerdotes de la posguerra estaban, literalmente, en las antípodas de todo aquello. Resultan claves las figuras de Tomás Malagón y Guillermo Rovirosa, fundadores de la Hermandad Obrera de Acción Católica, que imparten a los seminaristas la asignatura de justicia y acción social. Ellos importan a España ese humanismo ético y espiritual ligado al pensamiento desarrollado del país galo. La premisa: la vida y la dignidad de cualquier trabajador, y de todo ser humano, estaba por encima de lo demás. Creían, por ejemplo, creían en el destino universal de los bienes y en el justo reparto de los recursos, por encima del derecho a la propiedad.
«La intuición genial de los curas obreros», barrunta el teólogo y exjesuita José María Castillo, «consiste en caer en la cuenta de que no bastaba con ayudar a los necesitados, sino compartir la vida con ellos». El granadino Manuel Ganivet, muy participativo en la película, sostenía que quería ser cura, «pero trabajando, no cobrando de cura sino viviendo de mi sueldo». Lo mismo que Antonio Quitián, al que despedían allá donde echaba jornadas cuando la empresa descubría su condición de religioso. Ganivet aireó más de una picardía: «Los capítulos que nos decían que no se podían leer eran los que leíamos primero». Una actitud, en parte, influida por el contacto de libros franceses como 'Francia, país de misión' y 'Diario de una misión obrera'.
Tachados de subversivos, los curas obreros iban a lo suyo. O sea, a lo de todos los desheredados. «No necesitábamos virgencitas, rosarios ni procesiones, sino soluciones para una vecindad que pasaba hambre», recalcaron ayer en el Lorca. Su pensamiento invertía el nacionalcatolicismo rampante: «Los valores del cristianismo podían casar con la clase obrera». Ante la disyuntiva de consensuar una postura sobre la propiedad privada y los medios de producción, optaron por el «comunitarismo». Y no fue fácil: «Los obreros veían a los sacerdotes como agentes del nacionalcatolicismo y, por tanto, guardianes del régimen». La mejilla de Ganivet se humedeció al recuperar los pasajes de la huelga de 1970. Tampoco eran conscientes de su carácter revolucionario: «No había nada sobre lo que hacíamos. La teoría la trajo luego la corriente latinoamericana». En cierto modo, tras cuarenta años de dolor, ayer cicatrizaron muchas heridas en Granada.
De Granada Hoy:
‘De la cruz al martillo’ recupera del olvido la figura de los ‘curas rojos’
Un documental recuerda la labor de un grupo de religiosos en La Virgencica
Los curas obreros tuvieron una fuerte presencia en Granada entre los sesenta y ochenta
El documental De la cruz al martillo recupera del limbo del olvido a los curas obreros y jornaleros y su ejemplo de compromiso social, una corriente con fuerte presencia en Sevilla y Granada que en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta abandonó la sotana y el sueldo para estar con sus vecinos.
Querían ser parte de ese rebaño que sirve de metáfora en los evangelios católicos, pero prefirieron ser oveja y no pastor. Y además decidieron hacerlo en la España del siglo pasado, en unas décadas que exigían pelear por las libertades.
"NUNCA SE LES HA REIVINDICADO PORQUE NADARON CONTRACORRIENTE DENTRO DE LA IGLESIA", INDICA RAFAEL GUERRERO, DIRECTOR DE CONTENIDOS, GUION Y NARRACIÓN DEL DOCUMENTAL
Los curas obreros, los jornaleros, los "curas rojos" a los que parte de su jerarquía arrinconó, se convirtieron en aquellos años en un ejemplo de compromiso social, pero cayeron en un limbo de olvido del que ahora les saca un documental.
"Nunca se les ha reivindicado porque nadaron contracorriente dentro de la Iglesia, porque eran un grano molesto para la institución eclesial, una minoría", ha explicado aEfe Rafael Guerrero, director de contenidos, guion y narración del documental De la cruz al martillo.
Esta apuesta audiovisual participada por Canal Sur pretende sacar del olvido a un movimiento de curas, unos 800 en todo el país, que se despojó de las sotanas y de los sueldos para ir a la vendimia, trabajar los campos, encofrar, picar y edificar así una muestra de compromiso social.
"No estaban bien vistos por la organización; si no, habrían llegado a obispos, y tuvieron como compañeros de viaje a comunistas que tampoco los reivindicaron nunca porque los curas no militaban", ha resumido Guerrero.
El documental, que se presentará en concursos nacionales e internacionales para expiar las penas del olvido, acerca la labor que hicieron estos curas en la sierra sur de Sevilla y en el extinto barrio de La Virgencica de Granada que hoy es la zona Norte.
"Yo quería ser cura, no se me ocurría ser otra cosa, pero quería ser cura trabajando, no cobrando de cura", explica en el documental Esteban Tabares, empeñado en "vivir como vivía la gente".
El trabajo producido por Plano Katharsis toma como referencia a los curas jornaleros sevillanos liderados por Diamantino García junto a compañeros que "sufren, trabajan, lloran y ríen" con sus vecinos, y en un ámbito urbano a los curas obreros de Granada.
"Trabajaban en la Virgencica, el barrio más pobre de Granada, en el que no había clase social porque todos eran pobres y en el que los niños literalmente morían de hambre", recuerda Guerrero.
Aquellos curas granadinos liderados por Antonio Quitián, que ahora tiene 90 años, reivindicaron servicios públicos para su barrio, exigieron escuelas y consultorios y renunciaron a sus sueldos de sacerdotes para trabajar en la construcción.
Participaron en ocupaciones de fincas y en encierros, en la creación del Sindicato de Obreros del Campo y tuvieron un papel importante para impulsar CCOO, un sindicato entonces ilegal.
En junio de 1970, miles de trabajadores se atrevieron a movilizarse para exigir un convenio de la construcción, el más importante de España, en una jornada que en Granada se saldó con tres fallecidos por disparos de la policía para disolver una marcha en la que participaron curas como José Ganivet.
Cinco años después, un grupo de 35 trabajadores, entre ellos cinco curas de Granada, se encerró para denunciar "el altísimo índice de paro" y comenzar un pulso contra el franquismo.
"En ese grupo estaban los curas Antonio Quitián, que avisa a la prensa, Ángel Aguado y Pope Godoy, que pese al apoyo del arzobispo de entonces son detenidos cuando la policía entra a la curia y acaban en la cárcel de Carabanchel", ha recordado Guerrero.
Ya sin la cruz de otros tiempos, Quitián, Ángel Agudo, los hermanos Ganivet y otros curas obreros mantienen su compromiso social sin reivindicarse, algunos sin los hábitos que colgaron aburridos de una Iglesia que no les entendió y otros aferrados a su manera particular de oficiar misa.
Esta fiesta puede tener un profundo sentido si la entendemos como invitación
a la unidad de tod@s en el Dios del Amor y de la Vida. No recordamos a cada uno de los humanos como
individuos. Celebramos la Santidad (Dios), que se da en cada un@. No se trata
de distinguir mejores y peores, sino de tomar conciencia de lo que hay de Dios
en tod@s. El hombre (persona) perfecto no solo no existe, sino que no puede existir. El
concepto de santo, que arrastramos desde hace muchos siglos, tiene que ser
superado. No refleja el mensaje de Jesús sobre lo que Dios espera de nosotr@s.
Trataré de explicar cómo hemos llegado a ese concepto. Cuando el
cristianismo se tropezó con la cultura griega, los ‘Santos Padres’ emprendieron
una tarea de inculturación que trastocó el mensaje de Jesús. La razón griega
trituró el mensaje que era vitalista. El Logos griego engulló al mito judío. Hoy
conocemos el ideal de perfección que manejaban los filósofos griegos. Los
cristianos incorporaron ese ideal. La ‘arete’ griega pasó al latín como
‘virtus’; en ambos casos significa fortaleza, valor, perfección. El hombre
perfecto era el ‘vir’ que se guiaba siempre por la razón y no se dejaba llevar
nunca por la pasión.
La propuesta del evangelio se convirtió en perfección griega y se vendió
como propuesta evangélica. Pero la perfección griega es fruto de la razón y el
evangelio no tiene nada que ver con la racionalidad. Desde entonces el sant@ era aquel ser humano que obraba siempre desde una fuerza de voluntad
(vir-tuoso). Este sutil cambio tuvo consecuencias nefastas para la religiosidad
posterior. El santo será para siempre el que actúa desde la racionalidad, que
quiere decir desde el falso yo. Todo lo que haga o deje de hacer estará
encaminado a potenciar su individualidad. Será una pura programación para
conseguir un fin personal.
Digo todo esto porque la idea que hemos manejado de santo corresponde a
esta influencia griega. Queda así explicada, no justificada, la racionalización
del concepto de santo. Las dos consecuencias nefastas de esa postura las
seguimos padeciendo hoy. Por un lado el sentirse superior y en la medida que
alcanzo ese ideal de perfección, mirar a los demás por encima del hombro,
creyéndoles inferiores. No hay nada más alejado del mensaje evangélico. Por
otro lado, en la medida que no consigo ese objetivo que me he propuesto, la
necesidad de simular para que los demás me crean perfecto, cayendo en un
fariseísmo deshumanizador.
Esta distorsión se culminó con la incorporación al cristianismo de la
juridicidad romana. Durante muchos siglos quien canonizaba a los santos era la
comunidad (pueblo de Dios), con criterios de humanidad. Después canonizó la
Iglesia con criterios racionales: un proceso con abogados que defienden la
perfección del candidato y la aportación de los preceptivos milagros bien
justificados y el veredicto final de unos jueces. Así se explica que haya en
los altares tantas personas que han llevado una vida programada perfecta: muy
cumplidores de todas las normas externas, pero con ninguna empatía con los
demás seres humanos.
Es verdad que los evangelios ponen en boca de Jesús: Sed perfectos como
vuestro Padre es perfecto. Pero ¿cómo es perfecto Dios? Cuando Dios dice: “sed
santos porque yo soy santo”, no hace alusión a la condición moral. La
perfección de Dios no se debe a sus cualidades. Dios es todo esencia, no hay
nada que pueda tener o no tener. Cada un@ de nosotr@s es perfecto en nuestro
verdadero ser, en lo que hay de Dios en nosotr@s. No estamos hablando de
nuestras cualidades sino de Dios nuestra esencia, tesoro que llevamos en vasija
de barro.
“Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos,
hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Es un error garrafal el creer que
podemos alcanzar la perfección evangélica con el esfuerzo personal. “Las
prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. Jesús
decía eso precisamente a los ‘perfectos’, a los que cumplían la Ley hasta la
última tilde. Esta frase de Jesús es un aldabonazo contra la idea de perfección
que acabamos de explicar. Dios no valora el cumplimiento de una programación
sino un corazón sincero, humilde y agradecido. Todo lo que somos lo hemos
recibido de Dios.
Después de estas sencillas explicaciones, ¿qué sentido tiene hablar de
“comunión de los santos”? Si pensamos que se trata de unas gracias que ellos
han ‘merecido’ y que nos ceden a nosotros que andamos escasos o carentes de
ellas, estamos ridiculizando a Dios y a cada ser humano. Los dones de Dios ni
se pueden cuantificar ni se almacenan. Todo lo que nos viene de Dios es siempre
gratuito y por lo tanto, nunca se puede merecer. Ahora bien, si tomamos
conciencia de que en Dios tod@s somos un@, comprenderemos que lo que cada un@ puede vivir de Dios, de alguna manera, lo viven tod@s y beneficia a tod@s.
Por la misma razón tenemos que aquilatar la expresión “intercesores”,
aplicada a los sant@s. Si lo entendemos pensando en un Dios que solo atiende
las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, una vez más,
estamos ridiculizando a Dios. En (Jn 16,26-27) dice Jesús: “no será necesario
que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo
hemos dicho hasta la saciedad: Dios no nos ama porque somos buenos, menos aún
por recomendación, sino porque Él es amor y está en cada un@ de nosotr@s.
Claro que se puede entender la intercesión de una manera aceptable. Si
descubrimos que esas personas que han tomando conciencia de su verdadero ser,
son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, pueden facilitarnos
ese mismo descubrimiento, y por lo tanto, el acercamiento a Dios. Descubrir que
ell@s confiaron en Dios a pesar de sus miserias, nos tiene que animar a confiar
más nosotr@s mism@s. Y no solo valdría para los que convivieron con ellos, sino
para todos los que después de haber muerto, tuvieran noticia de su “vida y
milagros”. Allanarían el camino para que creciera el número de los conscientes.
No os dejéis llamar maestro. No llaméis a nadie padre. Jesús dijo al joven
rico: ¿por qué me llamas bueno? ¿Cómo habría respondido si le hubiera llamado
santo? Pues nosotr@s no solo santo sino que nos atrevemos a llamar a un ser
humano, santísimo. ¡Cuándo tomaremos en serio el evangelio! No somos santos
cuando somos perfect@s, sino cuando vivimos lo más valioso que hay en nosotr@s
como don absoluto. La perfección moral es consecuencia de la santidad, no su
causa. Todos somos sant@s aunque muy poc@s lo descubren.
Las bienaventuranzas quieren decir que es preferible ser pobre, que ser
rico opresor; es preferible llorar que hacer llorar al otro. Es preferible
pasar hambre a ser la causa de que otros mueran de hambre porque les hemos
negado el sustento. Dichos@s, no por ser pobres, sino por no ser egoístas.
Dichos@s, no por ser oprimidos, sino por no oprimir. La clave sería: las
riquezas no son el valor supremo. El valor supremo es el hombre (la persona). Hay que elegir
el reino del poder o el Reino de Dios. Si estamos en el ámbito de lo divino,
habrá amor y humanidad.
Para mí, tiene un profundo significado teológico que la fiesta de los
difuntos esté ligada a la de todos los santos. Litúrgicamente ‘los difuntos’ se
celebra el día 2, pero para el pueblo sencillo, el día de todos los santos es
el día de los difuntos, sin más. Con lo que hemos dicho tenemos datos para una
interpretación en profundidad de esta fiesta. Si todo ser humano tiene un fondo
impoluto, Dios tiene que amarnos precisamente por eso que ve en nosotros de sí
mismo. No puede haber miedo a equivocarse. Tod@s son santo@s en su esencia.