lunes, 13 de agosto de 2018

A vueltas con el feminismo. Ana Rodrigo. en Atrio. Agosto 2018

       En estos días ha saltado a la opinión pública la propuesta formal del uso del lenguaje inclusivo en la Constitución. Parece que ha cogido de sorpresa al presidente de la RAE y a alguno de sus miembros, teniendo en cuenta que entra dentro de la tradición feminista esta reivindicación tan elemental de que se nos nombre por el femenino, por eso de que aquello que no se nombra, no existe.
        El presidente de la RAE, Darío Villanueva, después de poner todas las pegas técnicas y gramaticales a la propuesta de la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, para desmasculinizar el texto de la Constitución, al final ha accedido a encargar un informe al académico Ignacio Bosque, sin mucho deseo y menos convicción de que algo deba cambiarse.
        Después de la celebración del 8 de marzo del 2018, fecha en que las mujeres del mundo entero quisieron hacerse visibles reivindicando, a través de su presencia masiva en la calle, igualdad, equidad, derechos y dignidad, algo nos indica que vivimos un cambio de época sin marcha atrás. En la cuestión del lenguaje inclusivo, la lengua castellana no nos lo pone fácil, pero como el lenguaje no es palabra revelada por ningún dios, pues habrá que emprender el camino desde aquello que sea posible en este momento e ir naturalizando los cambios que, como cualquier cambio revolucionario, y más en esta reivindicación, tendrá muchas resistencias, chascarrillos, mofas, burlas, etc. Al mismo tiempo tendremos que ir sembrando buena voluntad y actitud positiva y abierta a los cambios.
        ¿Por qué hasta hace tan poco tiempo las mujeres no aparecían en la vida pública? ¿Porque no había mujeres preparadas o porque no se las quería ver? ¿Por qué la ocultación del femenino en el lenguaje en pro del masculino generalizado (lo llaman eufemísticamente genérico) en el lenguaje? ¿A quién beneficiaba la invisibilidad femenina? ¿A qué tenían miedo quienes eso procuraban con tantos argumentos en contra?
        Todo era cuestión buena voluntad, de abrir los ojos y vernos, como ha hecho el actual presidente de gobierno de España, que cuando ha mirado buscando mujeres para ocupar cargos políticos, las ha encontrado. Que hagan las cosas bien o mal, ya es otra cuestión, unas lo harán bien, otras menos bien y otras muy mal, exactamente igual que los hombres. Sólo que los hombres han tenido toda la historia de la humanidad para cometer errores, horrores y barbaridades. Nosotras reivindicamos el derecho a equivocarnos, habiendo aprendido de los errores de los hombres, por ejemplo, para ninguna mujer sea capaz de declarar ninguna guerra más en el resto de la historia (sí ya sé, Margaret Thatcher, Golda Meier). ¡¡¡Ay el dios de la guerra, el dios bíblico….!!!
        Los hombres han tenido el poder omnímodo en la cosa pública, las mujeres siempre hemos estado relegadas a la privacidad, sin participación en lo público, y por tanto no evaluadas en sus posibilidades y capacidades, y todo este fenómeno socio-histórico nos ha llevado a la devaluación social.
        Estos días todos los medios de comunicación están llenos de “héroes” hombres: el futbol, el tenis, el tour de Francia, los héroes (de verdad) que rescataron a los niños de Tailandia. Por otra parte, la cumbre de la OTAN, la de la UE, todos (con alguna excepción) hombres poderosos. La Iglesia católica y su clero y su Curia, etc. etc.
        Hagamos mención al “cuarto poder”, a los grandes medios de comunicación, tan influyentes, no sólo en la opinión pública, sino en todos los otros poderes, los directores, hombres. Un par de excepciones las han hecho El País nombrando a Soledad Gallego y el gobierno proponiendo a Rosa María Mateo para dirigir RTVE. En la Iglesia católica ya sabemos quiénes tiene la voz y el voto. Y todavía se dice que las mujeres lo estamos invadiendo todo.
        Hace unos días vi un documental en la televisión de una mina en Asturias a 400 metros de profundidad, de plata, oro y cobre, donde trabajaban 52 mujeres en todos los puestos de trabajo, desde barrenera a conductora de camiones gigantescos, a directora general. En fin, una gozada.
        Pues el reverso a este último ejemplo, es la situación mayoritaria de las mujeres en el momento actual, sin agotar la lista de situaciones negativas o/y horribles de las mujeres en el mundo.
        Vayamos someramente a las raíces de estas desigualdades. Pues bien, alguien diría que es el resultado de la costumbre secular hecha norma, que sí lo es, pero quizá sea conveniente conocer un poquito sólo de la teórica que acompañaba a los hechos y que ha calado en lo profundo del subconsciente colectivo con una eficacia apabullante.
        Le doy la palabra a Carmen Magallón, catedrática de Física, especializada en historia de las mujeres y la ciencia, y autora de varios libros y muchísimos artículos.
         Dice: “Pertenezco a esa tríada humana que fue simbólicamente unida e históricamente devaluada: mujeres, naturaleza y paz (la negrita es mía). Las mujeres, la naturaleza y la paz fueron conceptualizadas como esencialmente débiles y en categorías separadas del hombre que se arrogó el derecho a sojuzgarlas…”
        “Pese a ser clave para el sostenimiento de la vida, el maternaje-el cuidado, ha sido constantemente invisibilizado y devaluado, una devaluación escondida a menudo en una retórica ensalzadora (la negrita es mía). Quienes lo practican saben que exigen coraje, resistencia cotidiana, voluntad e inteligencia.”
        En la búsqueda de las raíces de todo este caos social en perjuicio de la mujer, resumo otra idea interesante citando a Linneo, científico del siglo XVIII en su Clasificación de los seres vivos, que dice que a las mujeres se nos relacionó más con los animales por las mamas como pertenecientes a la categoría de mamíferos, mientras que al homo sapiens se le ha adjudicado la diferencia con los animales como ser racional. Para Linneo, la mujer estaba más próxima a las bestias, mientras que una característica, tradicionalmente masculina, la razón, marcaba la separación con los primates. Asimismo, en la tradición aristotélica se ha dicho que la hembra era un macho deficitario, un error de la naturaleza. Y podríamos añadir infinidad de citas de sesudos hombres y santos varones para calibrar con qué desparpajo, a través de muchos y solemnes discursos, fueron marginando a la mujer a la invisibilidad social.
        Finalmente deberíamos concluir que el feminismo ha llegado para quedarse, que somos más del cincuenta por ciento de la población, que somos seres tan racionales o más que los hombres (con el “más” me refiero a las capacidades que hemos tenido que desarrollar para conservar la especie con el cuidado de los y las más débiles en estado de máxima vulnerabilidad, como he dicho más arriba); que se nos nombre, que se nos vea, que se nos tenga en cuenta, que nos den las mismas oportunidades o que nos las apropiemos por nuestra cuenta (nadie tiene que darnos derechos, que son nuestros); que no se nos exija más que a los hombres por el hecho de seguir considerándonos el “sexo débil” para comprobar si somos capaces o no; que no se nos ponga tantos obstáculos para nombrarnos en femenino, que estamos aquí y seguiremos estando por mucho les molestemos a tantos.
        La lista de reivindicaciones se haría interminable, sobre todo si tenemos en cuenta a los miles de millones de mujeres que en el mundo hay sin ningún derecho y con todo en contra de su dignidad. Mujeres propiedad de, mujeres esclavizadas, violadas, maltratadas, asesinadas, vendidas, sometidas, silenciadas, indefensas, sin acceso a la cultura, mutiladas sexualmente, … Uf, horror. No nos olvidemos de ellas, por favor.

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