El Adviento lo define
la Iglesia Católica como el tiempo de preparación espiritual a la celebración
del nacimiento de Cristo.
Cuatro semanas de
intensa reflexión da para mucho. Desde pensar por qué el Salvador nació en un
pesebre y no en un trono, hasta por qué terminó crucificado como un
delincuente, por parte de los apoltronados políticos y religiosos. Pero no se
quiere ahondar en todo ello.
Quizás el incienso
que perfuma los ritos, las ceremonias y los rezos religiosos nos ocupe excesivo
tiempo, o nos quieran distraer, para así no poder discernir sobre el verdadero
Mensaje del Nazareno y su vida de lucha contra el mal y quienes lo ejercen
contra los más débiles. O, quizás, porque la propia Iglesia instalada y
poderosa, la de los oropeles purpurados, impidan con su ejemplo y palabras
llegar a contactar con el crucial Proyecto de Jesús. Tan necesario hoy.
Ser cristiano hoy
no es fácil, porque la fraternidad, ósea la hermandad pretendida por Jesús, o
luchar por la libertad que nos regala el Padre (Vida, Misterio, Plenitud, Consciencia...) y la igualdad que se deriva como
un derecho adquirido por el mero hecho de nacer, y curiosamente recogido en
todas las constituciones, se han convertido en flagrantes hechos delictivos.
Es delito el
impedir un inhumano desahucio, también dar cobijo a un emigrante o, incluso,
salvarlo de morir ahogado y llevarle luego a puerto. También lo es, intentar
recoger en la casa propia a una familia de refugiados que viven en caóticas
condiciones. ¿Cómo actuaría Jesús ante estos acontecimientos?, nos podríamos
preguntar en estos días.
¿Cuál sería el
comportamiento de Jesús ante las escandalosas desigualdades, que provocan la muerte
diaria por hambre de más de 50.000 personas? Existen pobres porque existen
ricos. ¿Y ante el fructífero negocio de la venta de armamento? Dinero para
matar, pero no para comer.
¿Quedaría Jesús
impasible ante la lacra del desempleo, cuando este o su precariedad se produce
como consecuencia del enriquecimiento de unos pocos? ¿Quedaría impasible ante
la violencia contra la mujer, las barbaridades cometidas contra el planeta, las
injusticias de la Justicia o de las mentiras, infundios, y privilegios de
determinados partidos políticos? ¿Llamaría sepulcros blanqueados a todos esos
partidos que dicen defender a la ciudadanía, cuando verdaderamente defienden
los intereses del capitalismo salvaje, instaurado mundialmente gracias a su
connivencia?
Y, a todo esto,
¿por qué en la Iglesia Católica, erudita en eternidad y analfabeta en historia,
la mayor parte de sus obispos y párrocos, en lugar de predicar y actuar en
consonancia con el Evangelio, guardan un silencio cómplice ante tanta barbarie,
ejercida por los poderosos y sus seguidores, contra los más débiles y
marginados, que eran los predilectos de Jesús? Ya sabemos lo que decía Jesús de
los tibios…
Más allá de una
Navidad con sabor a polvorones, anís y regalos, que tampoco llegaran a muchos,
es el momento de hacer presente a Jesús. Revestidos de Igualdad, solidaridad y
gratuidad, principios que Jesús cumplió, defendió y difundió, hay que
complicarse la vida por los demás, sin sentirse superiores ni mejores que
nadie, pero defendiendo la verdadera y universal bandera por la que sí merece
la pena luchar, sea cristiano o no, la bandera multicolor del bien, la paz y la
justicia. Cuando esa Justicia está basada en la Igualdad, la Libertad y la
Fraternidad entre todas las personas.
¡No existe mayor
felicidad que hacer felices a los demás! Comité Oscar Romero de Cádiz. Diciembre 2019.
Buen texto, rápida de lectura y sencilla
ResponderEliminarBuen texti
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