//
A más de uno, el título “Después de Dios” puede provocarle profunda desazón, o más que desazón. Pero reparemos en el subtítulo: “Otro modelo es posible”. El título se refiere, pues, al “modelo Dios”. No a Dios como Realidad fundante, sino a “Dios” como modelo interpretativo, como marco teórico de comprensión de la realidad. Los modelos no cambian como las modas, de un verano a otro. Son mucho más estables, pueden perdurar siglos, incluso milenios. El geocentrismo, por ejemplo, desde mucho antes de Ptolomeo, duró milenios hasta Copérnico y Galileo. El mecanicismo de Newton duró algo más de dos siglos, hasta la relatividad de Einstein. Todo cambia cada vez más rápido.
Propongo 10 apuntes teológicos para la reflexión y el debate crítico en esta época de transición hacia a un modelo posteísta.
- El Dios modelo predominante de las religiones teístas es una entidad o un Ente sobrenatural, único o plural, representado casi siempre como un ser humano masculino, omnipotente y creador del mundo a menudo, o al menos dotado de poder para intervenir en el mundo desde dentro o desde fuera, en cualquier caso como sujeto autónomo, como alguien.
- Esa representación tiene fecha de nacimiento. Probablemente, fue concebida por la imaginación humana hace unos 7000 años en la vieja Sumeria (Irak), cuna de la civilización más antigua conocida. Allí encontramos las ruinas del templo más antiguo conocido en el mundo, del V milenio a.e.c. El templo era morada de “Dios”, con un clero a su cuidado y al frente de la religión.
- Esa idea de Dios y el sistema religioso teísta surgieron y se impusieron sin duda porque ofrecía alguna ventaja evolutiva para la sociedad. Es la ley básica de la evolución en general y de la vida en particular. Ese modelo tiene los días contados.
- Pero la superación del teísmo no es solo cosa de ahora. La experiencia más profunda de lo Real ha movido a sabios, místicos y profetas de todas las tradiciones a superar el Dios modelo, toda imagen mental e institucional del Absoluto. Confucio y Laozi en China, Buda, Mahavira y los autores de las Upanishads en la India, Parménides, Pitágoras y Heráclito en Grecia… dejaron al “Dios” representado, sustituyéndolo por el Absoluto irrepresentable: Cielo, Dao, Brahman o Shunyata. Siglos antes ya, Zoroastro en Persia cambió de Dios, abandonó la representación humana y adoptó el fuego sin forma fija, transformador de toda forma, como única imagen.
- Israel nos sitúa de lleno en el mundo semita, pero su monoteísmo y su escatología recibieron una profunda impronta persa, indoeuropea. Los grandes profetas de Israel enseñaron que el primer mandamiento de la Ley de Dios es: “No te harás ninguna imagen de Dios” (Ex 20,4). No podemos prescindir de imágenes y palabras, pero solo valen en la medida en que nos abren más allá, al Absoluto sin imagen y al Misterio sin palabra, en permanente transición. Solo quedan metáforas y relatos metafóricos. Jacob, en el vado o paso de Yabok, lucha con su imagen de Dios y la vence, y de ese lance sale herido, pero también bendecido (Gn 32,23-33). Moisés el transgresor, huyendo del poder faraónico, se adentra en el desierto, y allí, en una montaña “pagana”, conoce el Misterio sin nombre en la Zarza Ardiente, solo cuatro consonantes impronunciables (YHWH): “Yo soy quien soy” (y quien eres y el Ser en cuanto es) (Ex 3). Elías, también fugitivo del poder real y de sus profetas profesionales, pero él mismo poseído por la ideología del Dios único y omnipotente, ídolo supremo, debió aprender que tal “Dios” no existe, que el Absoluto no es ni viento impetuoso ni terremoto terrible ni fuego devorador, sino un ligero susurro apenas perceptible (1 R 19). Cada vez encontraron a Dios más allá de “Dios”.
- Los cristianos podemos y debemos ir también más allá de la imagen de Dios de Jesús. Jesús siguió sin duda siendo teísta, pero transgredió en muchos puntos, no en todos, la imagen convencional de Dios. De hecho, la tradición mística cristiana fue en ese punto más allá de Jesús. El Maestro Eckhart, por ejemplo, distinguió entre Divinidad y Dios: afirmó la Divinidad como Nada, o como Todo despojado de cualquier atributo, y negó la realidad del Dios con atributos. “Oh Dios, líbrame de Dios”, decía.
- Hoy, para muchas, cada vez más, cristianas y cristianos profundamente comprometidos y sinceros, no solo es lícito, sino también imperioso, dejar atrás toda imagen teísta de Dios o del Absoluto, yendo en eso más allá de Jesús. No creemos lo que queremos, sino lo que podemos (J.M. Mardones), dentro de lo “creíble disponible” de nuestra época (P. Ricoeur). Hoy resulta difícilmente creíble la existencia de un Ente anterior al mundo, subsistente sin éste y causa primera creadora del mismo. Más allá de todo dualismo entre mundo físico y metafísico y entre materia-espíritu, más allá del esquema temporal antes/después, más allá de toda oposición entre transcendencia-inmanencia, el mundo está animado por un dinamismo creativo que lo hace autocreador. Esa creatividad incesante y eterna es Dios o lo divino, corazón del mundo autocreador.
- ¿Qué queda, pues, después de “Dios”? Después de “Dios”, queda Dios. O, si se prefiere no utilizar este término tan equívoco –aunque todos los términos de todos los diccionarios lo son–, se puede decir: “Después de ‘Dios’, queda lo Real”, del que formamos parte. Lo Real: todo lo que existe, anterior a nosotros y más grande que nosotros, el universo infinitamente grande e infinitamente pequeño. Lo Real son formas, pero no solo formas, sino también Fondo Infinito que se abre en cada forma de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño. Lo Real es belleza que nos atrae y conmueve. Lo Real es Aliento vital que todo lo mueve y une y crea, en creatividad infinita de posibilidades inagotables. Lo Real es autoconciencia del yo, alteridad del tú, comunión del nosotros. Lo Real es digno de fe, de confianza sin fin a pesar de todo. Después de “Dios”, queda lo Real, con el Misterio fontal dinámico que late en su Fondo.
- Lo Real primero y último, el Absoluto fontal, no es un Ello impersonal, pero tampoco es un Yo frente a un tú, ni un Tú frente a un yo, que serían dos. Es más bien el Yo Absoluto que no tiene límite ni limita con nada. Es el Tú Absoluto que no conlleva separación ni separa nada. Lo Real absoluto, del que formamos parte, es Transpersonal, es decir, infinitamente más que “personal” en el sentido en que se entiende este término (centro autoconsciente individual distinto de otro centro autoconsciente individual). Lo Real absoluto es más que personal, de modo que en nuestra relación con El/Ella/Ello no se da ni fusión en uno ni separación en dos.
- Esa Realidad fontal creadora ¿podemos todavía llamarla Dios? Decídalo cada una, cada uno. Yo, en esta época de transición, no renuncio a llamarla también Dios, sin fijarla en ninguna imagen. Lo esencial no es cómo creemos en ella, sino cómo la creamos. Lo esencial no es cómo la llamamos, sino cómo la encarnamos, cómo a cada paso y en cada respiración respiramos y nos dejamos inspirar por el Aliento vital, el Alma o el Corazón del mundo –son formas de hablar–, y nos encendemos en la llama de amor que no se consume. Lo esencial es que esta creación que gime en dolores de parto vaya alcanzando su posibilidad más real, su liberación más plena en la compasión con el herido de cerca y de lejos. Lo esencial es que la bondad creativa sea lo más real y que Dios más allá de “Dios” vaya siendo todo en todas las cosas (1 Co 15,28) en este pequeño planeta y en todo el universo o multiverso.
Aizarna, 29 de junio de 2021
Video: José Arregui. Más allá de la Religión, teísmo y ateísmo. Conferencia pronunciada en la Biblioteca de Navarra el 24 de marzo del 2020, dentro del ciclo: "ESPIRITUALIDAD, LA PROFUNDIDAD HUMANA".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario más arriba, donde dice "Introduce tu comentario". Gracias.