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martes, 26 de enero de 2016

Libertad a los cautivos: La mesa común de CCP-Granada del sábado pasado 23-1-16

Corintios 12,12-30
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

Lc 4, 14-21
... El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos,  a proclamar el año favorable del Señor (Is 61,1-2).

Comenzamos la eucaristía del Sábado 23 de Enero, reflexionando sobre la importancia de SENTIRNOS UN@, aunque diferentes. Que la diversidad nos enriquece, pero cuidado con justificar los que han nacido para ser cabeza para mandar y los que son brazo para servir, eso puede ser muy peligroso. Después l@s niñ@s nos invitaron a romper las cadenas que nos oprimen y nos hacen esclav@s: el poder, el dinero, la moda, el culto al cuerpo, la comodidad, el prestigio, el egoísmo...

"Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individuali­dad. Los conocimientos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos empeñándonos en encontrar el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos tod@s loc@s. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial. No solo para sentirme unido a toda la materia, sino para sentirme identificado con todo el Espíritu" (Fray Marcos)
SEGUIMOS CADA SÁBADO CELEBRADO LA FIESTA DE LA MESA COMÚN, A LA QUE ESTÁIS INVITAD@s. Lo hacemos a la siete de la tarde en nuestro local de Atarazana del Santísimo 6-patio.

Cada sábado la preparamos un grupo de CCP y para eso utilizamos los comentarios a las lecturas que están en este blog en la última pestaña de la columna de la izquierda: "ESTA SEMANA. Fe Adulta..." El cantoral que está en la misma columna en el apartado de Botiquín de urgencias:"Cancionero CCP de Granada 2015". Y las plegarias, más abajo: "Plegarias eucarísticas Laicos" y "Plegarias y oraciones eucarísticas Fe Adulta"


domingo, 24 de enero de 2016

Jornada XXI Aniversario Diamantino García: Refugiad@s e inmigrantes a las puertas de Europa.



Jornada XXI aniversario Diamantino García

REFUGIADOS E INMIGRANTES A LAS PUERTAS DE EUROPA

Fecha y hora: domingo 7 de febrero de 2016
Lugar: Escuela universitaria de Osuna, Sevilla

Un informe de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) afirma que en los últimos años las guerras, la pobreza y los conflictos están provocando el desplazamiento de una cantidad sin precedentes de seres humanos; hasta 60 millones de refugiados y desplazados forzosos, una persona de cada 122 en el planeta.

En los últimos años sobre todo ha crecido mucho el flujo migratorio. El contingente más importante proviene de Siria, donde la guerra civil empezó en 2011 transformándose en un conflicto total que dejó un país en ruinas. En 2015 la Acnur estimaba que los sirios desplazados eran 11,7 millones. Le siguen en número Irak, Afganistán, Eritrea, Somalia, Nigeria, Sudán, Malí, Congo, Pakistán…


> Descargar díptico informativo


Programa


9:30h.  Inscripción y recepción
10:00h. Inauguración y presentación de la Jornada.

10:15h.  MESA REDONDA: “LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS, ORIGEN Y CAUSAS . El conflicto sirio y la situación en Oriente Medio”
Intervienen:
Rafael Lara, coordinador del Área de Solidaridad Internacional de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.
Afez Diab, inmigrante sirio en España, médico.
Raed Aljundi, presidente de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio de Andalucía.

12:00h.  Descanso
12:30h.  CONFERENCIA: “POLÍTICA DE ASILO Y ACOGIDA A REFUGIADOS EN LA UNIÓN EUROPEA”
Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política y miembro del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia.

14:15h.   Descanso. Comida.
16:00h.   CONFERENCIAS – TALLERES SIMULTÁNEOS:
“EL DERECHO DE ASILO EN ESPAÑA”. Alberto  Revuelta,  expresidente  de  CEAR y de  la Cruz Roja de Andalucía. Miembro de la Asociación René Cassin.
“GLOBALIZACIÓN Y MIGRACIONES.” (La estrategia de Simbad) Esteban Tabares, secretario de Sevilla Acoge.
“LAS MIGRACIONES EN LA HISTORIA MODERNA”. María  Dolores  Pérez  Murillo,  Profesora  Titular  de  Historia  de América, Moderna y Contemporánea de la Universidad de Cádiz.
18:00h.    Clausura de la Jornada.

¡Te esperamos!

lunes, 28 de diciembre de 2015

Navidad. Cielo y tierra son Uno. Enrique Martinez Lozano.

NAVIDAD: CIELO Y TIERRA SON UNO. Enrique Martinez Lozano. Teólogo y psicoterapeuta.

En ocasiones se oyen voces de personas cristianas lamentando que alguna gran festividad, como la de “Todos los Santos”, se quiera convertir en fiesta pagana tipo “Halloween”. No soy amigo de esta fiesta en concreto pero quienes así protestan, parecen desconocer que esa práctica ha sido habitual en todas las épocas. Durante siglos, la Iglesia católica se fue apropiando de diversas festividades paganas, a las que terminó “cristianizando”.

Ese es el caso de la fiesta de Navidad. Para la inmensa mayoría cristiana, el 25 de diciembre es Navidad, porque se celebra el nacimiento de Jesús. Sin embargo, originalmente, no fue así: esta fiesta se institucionalizó a partir del siglo IV, y su reconocimiento oficial se produjo el año 354, por parte del papa Liberio.

La Iglesia terminó cristianizando la fiesta del “Dies Natalis Solis Invicti” (natividad del sol invicto), que se celebraba apenas pasado el solsticio de invierno, cuando la luz del día empezaba a alargar. Es decir, el Sol invicto se “recuperaba” una vez más y su luz volvía a abrirse paso tras el declive estacional.

Con todo, la elección de esa fecha no fue algo exclusivo de la Iglesia; eso mismo había ocurrido en muchas mitologías: en Persia, Mitra, dios de la Luz; en Roma, Apolo; en Egipto, Horus; en las culturas germánicas y escandinavas, Frey, dios del sol naciente; entre los mexicas, antiguo pueblo precolombino, Huitzilopochtli, dios del sol… Tomando al sol como símbolo de lo divino, las diferentes culturas fijaron como fecha del nacimiento de sus respectivas divinidades el solsticio de invierno, cuando los días empiezan a alargar, cuando el sol “vuelve a nacer”.

En el caso cristiano, lo que se perseguía con la elección de ese día –más allá de “cristianizar” una fiesta previamente pagana-, era señalar a Jesús como el verdadero “Sol invicto”, la Luz originaria y originante, tal como proclamara el Prólogo del cuarto evangelio: “Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios… Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres… La Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a todo hombre” (Jn 1,1-4.9).

En un nivel mítico, la lectura literal presenta la Navidad como el acontecimiento histórico en el que el Hijo de Dios preexistente, que había tomado cuerpo en el seno de María virgen, nace como un ser humano, para aportar salvación a toda la humanidad.

Tal lectura presupone una cosmovisión tripartita (cielo/tierra/abismo) que hoy nos resulta completamente obsoleta y desfasada. Y se mueve, además, en un modelo de cognición mental basado en la separación radical. El Dios pensado no puede ser visto sino como un ente separado y, en cierto sentido, viviendo al margen o en paralelo a la realidad creada. Sin embargo, apenas se toma un mínimo de distancia de ese modelo de conocer, se aprecia que aquella imagen, construida desde ese mismo modelo, es una mera proyección realizada por la propia mente.

Trascendido el literalismo, retomamos el mito desde una clave simbólica. Y es entonces cuando nos muestra toda la riqueza que contiene, que podría expresarse de este modo: Lo más grande y excelso (“Dios”) está (“nace”) en lo más pequeño (un niño). Eso es lo que ha ocurrido siempre y lo que ocurre en cada instante: todo es divino-humano, celeste-terrenal, sin separación alguna.

Los mitos –no podía ser de otro modo en aquel nivel de consciencia- imaginaban lo realmente Real como algo separado y ajeno a lo cotidiano. Lo que, en la no-dualidad, nos parece impensable -¿cómo Lo Real podría ser separado de algo real?-, para una mente mítica parecía incuestionable. Desde ella nacieron las diferentes mitologías que proyectaban un “reino paralelo” –el mundo de los dioses- al de la experiencia cotidiana. Sin embargo, superado aquel nivel de consciencia, resulta patente que todo aquello que los mitos atribuían a una supuesta divinidad separada no es sino el Secreto o Núcleo último de todo lo real, Aquello que somos.

En el imaginario colectivo, dentro de nuestro marco cultural occidental, la “Navidad” toca fibras sensibles, asociadas desde nuestra infancia a toda una serie de elementos particularmente evocadores: fiesta familiar, celebración religiosa, pesebre o belén, bebé, villancicos…; elementos acompañados de notable carga afectiva que puede sentirse como irrenunciable. Pero más allá de todo eso, su significado remite a la Unidad.

En cierto sentido, el mensaje de Navidad puede encerrarse en la imagen del bebé y en la afirmación de que Dios se hace manifiesto en lo más pequeño. No hay un ente separado; lo Real es solo uno, en sus “dos caras”, la manifiesta y la inmanifestada. Todo lo manifiesto, por pequeño que sea, es expresión del misterio último.

La tradición cristiana expresa esta certeza en el símbolo de Jesús, el Dios-Niño, que a su vez es expresión de lo que somos todos. Al afirmar de él que es Enmanuel (“Dios-con-nosotros”), se está reconociendo que no existe nada separado de nada. Como él, todo sin excepción es divino-humano. Por eso, en todo lo visible estamos “viendo” lo invisible: son solo las dos caras de lo Real. Y nos equivocamos cuando pretendemos “anular” cualquiera de ellas. Navidad nos recuerda que todo es valioso.

Con el deseo profundo de una muy feliz Navidad,
celebrando la Vida y la Unidad que somos.
Enrique.
Zizur Mayor, 20 diciembre 2015
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lunes, 21 de diciembre de 2015

Adviento: Todo es Ahora. Enrique Martínez Lozano.



ADVIENTO: TODO ES AHORA

En la iglesia católica, el año litúrgico empieza con el tiempo de Adviento, unas cuatro semanas antes de la celebración de la Navidad.

Literalmente, “adviento” (adventus) significa “venida”. Y aunque hace alusión directa al nacimiento de Jesús en Belén –él fue quien “vino” de los cielos-, siempre se ha solido presentar como una invitación a fortalecer la esperanza en aquel que “va a venir” en gloria al final de los tiempos.

El lenguaje de la mente oscila siempre entre el pasado y el futuro. Y eso hace que vivamos permanentemente vueltos hacia atrás, para apoyarnos en lo que fue, o proyectados hacia adelante, para consolarnos con la expectativa de algo mejor de lo que ahora tenemos.

La mente religiosa no escapa a esa dinámica: fácilmente se queda celebrando el pasado o esperando el futuro.

Es necesario acallar la mente para poder ver con claridad. Y ahí es donde percibimos que el único lugar de la vida es el presente. Y que el presente, en el plano profundo, es pleno. Por eso, lo que llamamos “venida” es ya “llegada”: todo es Ahora.

Ese “Ahora” no es un lapso de tiempo, efímero, entre el que se fue y el que está llegando. Es, más bien, el no-tiempo, la atemporalidad. Porque el Presente no es algo cronológico, sino aquello que contiene al tiempo.

Ahora bien, se nos hace presente, como aprecia incluso la misma física moderna, en diferentes niveles o dimensiones. Eso explica que afirmaciones aparentemente contradictorias puedan ser todas verdaderas…, cada una en su propio nivel.

En lo que se refiere al tema que nos ocupa, para la mente –en el nivel mental, aparente, del mundo de las formas- todo es lineal y secuencial: pasado, presente y futuro constituyen momentos diferentes que se suceden sin cesar. En ese mismo nivel, todo se percibe como separado: la mente es dual porque es separadora por su propia naturaleza. Se comprende que, desde ella, el “Adviento” se viva en clave de pasado y de futuro: Jesús vino y otra vez vendrá

Para quien se halla identificado con lo que ocurre, puede sonar ridículo, sarcástico o incluso injuriante afirmar que “todo es ahora”. Porque, en el nivel mental –de las apariencias- todo es secuencial: la mente lee todo como una sucesión de eventos, a la vez que espera que el próximo sea más agradable que el actual. En ese nivel no es posible otro modo de ver.

Sin embargo, la trampa reside precisamente en la identificación con lo que ocurre. Porque, en realidad, no somos nada de lo que ocurre, sino la Consciencia en la que todo ocurre. Quien se identifica con las nubes sentirá que se mueve con ellas; quien se reconoce como “cielo” verá que lo que se mueve es solo aparente. Las nubes pasan secuencialmente; el cielo permanece siempre en un ahora atemporal. Ciertamente, para quien vive, no identificado con lo que sucede, sino en la consciencia de lo que sucede, todo es Ahora.

La imagen de la nube queda magníficamente expresada en estas palabras sabias de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

En ese nivel profundo en el que vive el sabio, más allá de la mente, se percibe que todo lo que nos llega por los sentidos es solo una “representación” –el “sueño” o el “teatro del mundo”, de que hablaba Calderón de la Barca-, un despliegue admirable y complejo de formas que están brotando de la Consciencia una.

En el nivel profundo, Todo es Ahora. Lo que somos, no es la “forma” (yo, ego, personalidad, personaje) que nuestra mente piensa, sino aquella Consciencia, que es la identidad última de todo lo que es. No somos un “objeto” de la consciencia (yo), sino la Consciencia que contiene y abraza –y de la que están surgiendo- todos los objetos.

Desde esta perspectiva, cambia el modo de comprender el “Adviento”, porque “venida” y “llegada” son lo mismo –solo eran distintas para la mente-. Y por más que el pensamiento siga haciendo una lectura secuencial –pasado, presente, futuro-, sabemos que basta silenciar la mente para que emerja la Presencia –otro nombre de la Consciencia- en la que reconocemos nuestra verdadera identidad.

¿Y Jesús? Para los cristianos, es el “centro de la historia”. Eso significa, más allá de una lectura literalista que sería fuente de fanatismo, que en él reconocemos lo que somos todos –cristianos o no, creyentes o ateos-, porque lo percibimos como la plenitud del Ser (“Hijo de Dios”).

Adviento”, por tanto, es una invitación a “volver a casa”, es decir, a salir de cavilaciones mentales y movimientos egoicos, para reconocernos en la Consciencia o Presencia que tiene sabor a Comunión y Plenitud. Y esto no obedece solo a un recuerdo –el nacimiento de Jesús-, ni es una nueva creencia a la que aferrarnos. Se trata de algo que toda persona puede experimentar como certeza o evidencia en cuanto, acallando la mente, en este mismo momento, conecta con Aquello que no tiene nombre, que no puede ser pensado, pero que, sin embargo, es lo único que permanece, el Fondo que abraza todo lo demás, el “Padre” (Abba) del que hablaba Jesús. Esa es nuestra casa. La sabiduría consiste en experimentarla y vivir en y desde ella.

En el caso cristiano, Jesús es la referencia íntima de aquella misma y única identidad. “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Dicho desde el nivel profundo: dejad de identificaros con la mente, aquietad el pensamiento egocentrado, venid a la Presencia –a “casa”- y experimentaréis la Plenitud. Poned presencia en todo lo que hacéis, vivid en conexión con Aquello que es estable y se halla siempre a salvo. Y, en cualquier caso, no olvides que, como dice Pema Chödrön, “tú eres el cielo; todo lo demás es el clima”. De ahí la sabiduría que encierra esta clave pedagógica: “Deja de buscar y déjate encontrar”.

¡Feliz tiempo de “Adviento”, es decir, de Presencia, que es Paz y Gozo!
Enrique Martínez Lozano. Psicoterapeuta y Teólogo. 

jueves, 17 de diciembre de 2015

El Jubileo de la Misericordia. José Arregui.

EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

Escrito por  . Teólogo.
El pasado día 8, fiesta de la Inmaculada Concepción, inauguró el papa Francisco el año jubilar abriendo las puertas de San Juan de Letrán, la catedral del papa en cuanto obispo de Roma. Lo ha llamado ‘el jubileo de la misericordia’, y la Bula convocatoria se titula El rostro de la misericordia en referencia a Jesús de Nazaret.
Misericordia. Es la primera, la última, la única verdad de la Iglesia, de todas sus doctrinas, cánones y ritos. Es el criterio de juicio de todas las religiones. Y, ¿por qué no decirlo?, también de  la política o la gestión de la vida pública con todas sus instituciones, partidos, programas y cumbres climáticas. ¡Ay de la política sin entrañas, sin alma, sin misericordia! La misericordia es la luz y la llave de nuestra vida tan preciosa y frágil, de nuestro pequeño planeta tan vulnerable, del universo inmenso e interrelacionado del que formamos parte. El eje del mundo.
¿Pero qué significa ‘misericordia’? Hay que preguntarse, pues el lenguaje religioso –¿como todo lenguaje?– es una interminable sucesión de equívocos, y es preciso abrir cada vez de nuevo las palabras antiguas para que sigan iluminando la mente y moviendo el corazón a la bondad, para que vuelvan a decir lo que dijeron en su origen, o tal vez quisieron pero nunca lograron decir. Es preciso limpiar las imágenes viejas deslucidas para que vuelvan a reflejar la gloria de la vida.
‘Misericordia’, según su etimología, significa entraña, corazón, ternura para con el desdichado. Por eso es uno de los nombres más bellos de Dios, que es como decir corazón de la Vida y de todo cuanto es. Pero las páginas de la bula papal –magníficas, por cierto, inspiradas, llenas de calor y de fuerza– son a la vez clara muestra del equívoco de nuestro lenguaje religioso: en los 25 números de la Bula, el término ‘pecado’ se repite 25 veces  y 11 veces el término ‘pecador’. Se podría pensar que la misericordia de Dios se entiende sobre todo como perdón de los pecados, y el pecado como infracción de la ley divina o como ofensa de Dios. Las palabras se vuelven sombrías. La imagen de un ‘Dios que perdona’ es la otra cara del ‘Dios que castiga’, y ambas son igualmente indignas del misterio divino de la misericordia. “Dios no puede perdonar”, escribió la mística Juliana de Norwich en el s. XIV, porque Dios es solo Amor, Bondad, Ternura, y nunca puede ofenderse ni castigar ni, por ello, tampoco perdonar como nosotros lo hacemos o en el sentido habitual que damos a la palabra ‘perdón’: absolución de un delito, culpa u ofensa.
El equívoco se agrava cuando la Bula habla de las indulgencias en los términos más medievales como liberación de la ‘huella negativa’ o ‘residuo de la culpa’ – ‘reatus culpae’ y ‘reatus poenae’ decían los escolásticos– que queda en el pecador aun cuando sus pecados hayan sido perdonados por el sacramento de la confesión; dicha liberación la podemos alcanzar para nosotros mismos o para nuestros difuntos que sufren las penas del purgatorio… ¿No lo entiendes? Yo tampoco lo entiendo. Lutero tenía razón en aquellas 95 tesis contra las indulgencias con las que arrancó la Reforma protestante en 1517. Era necesario entonces, y lo sigue siendo hoy.
Volvamos al jubileo, a su sentido bíblico original. Cada 50 años, el alegre sonido del jobel recorría las montañas y los valles, dando comienzo al año jubilar. Era el año del perdón, sí, pero no del perdón de los ‘pecados’ por parte de Dios, sino del perdón de las deudas económicas, las deudas que ahogaban la vida de la gente más pobre. Los pobres quedaban libres de sus deudas, los esclavos recuperaban la libertad, los campesinos obligados a enajenarse de la propiedad de su tierra la recuperaban. Podían respirar. Podían vivir. Era el jubileo.
Vino Jesús, y también él un día proclamó el año jubilar en la sinagoga de Nazaret. Y en adelante todas sus palabras y toda su vida se convirtieron en rostro de la misericordia: denunció las injusticias, anunció la liberación de los oprimidos por el poder del imperio y de la religión, reclamó la cancelación de las deudas, compartió la mesa con todos, curó a los heridos, se hizo buen samaritano. En eso consiste el jubileo de la misericordia.
Es la invitación que reitera el papa Francisco en su Bula Misericordiae Vultus. Baste una muestra: “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye” (n. 15).
¡Bienvenido seas, jubileo! Que se condonen las deudas a las personas y a los países desahuciados. Que los bancos tengan entrañas, no solo cuentas y cajas. Que se abran las fronteras. Que abramos las puertas a la misericordia,  los corazones a la esperanza. Que caminemos, guiados por la ternura de las entrañas, hacia la armonía y el descanso de la tierra, hacia la liberación de todos los esclavos, hacia el verdadero jubileo de la misericordia.

José Arregui. Teólogo.