miércoles, 17 de abril de 2019

Nos cuesta reconocerlo. Manuel Velázquez Martín. 12/4/2019.

 Cuando vemos a Jesús el Galileo, aquel judío marginal que fue crucificado, por los dirigentes religiosos y el Imperio, convertido en reclamo turístico, sobre espléndidos tronos, en medio de estandartes bordados en oro, metales repujados y ricos enseres, nos cuesta reconocerlo.
Hemos enterrado al Jesús libre, rebelde e incluso, provocador, que no se sometió a la familia patriarcal ni a los dirigentes de Israel y que al rodearse de mujeres y defender su dignidad, fue criticado por aquella sociedad supermachista de su tiempo.
Hemos silenciado, por completo, al Jesús de las malas compañías, amigo incondicional de los pobres, los leprosos, los marginados sociales, los impuros y los locos.
Al que fue rechazado por blasfemo y acusado de no cumplir lo establecido y de saltarse las normas de la religión oficial, desenmascarando a los que usaban el nombre de Dios para oprimir al pueblo y vivir del cuento.
Al que recorrio los caminos polvorientos de Galilea y no tuvo prejuicios para acercarse a los mendigos y a los apestados, que vivían en los muladares, entre nubes de moscas pegajosas y de perros hambrientos que les lamían las llagas.
Al que compartió la mesa y acogió, con cariño y con respeto, a aquellos de los que estuvo siempre profundamente enamorado: los que no contaban con el calor de nadie.
Por lo cual fue acusado de borracho, comilón, bebedor y amigo de prostitutas.
A este Jesús, lo hemos cubierto ahora con tantos honores y títulos de gloria que se podría decir que lo hemos sepultado de nuevo.
El humilde picapedrero de Nazaret se encuentra ahora aplastado bajo tanta ostentación, tan desfigurado con tanto esplendor, sobre trono y bajo palio, que se nos hace muy difícil llegar a reconocerlo.
A los primeros discípulos de Jesús, les costó mucho reivindicar, con valor, que este Jesús, libre y liberador, que fue vilmente clavado y asesinado en la cruz de los esclavos, Dios, el AMOR,  lo ha resucitado y gracias a él se ha abierto una brecha de luz, de vida y de esperanza para el mundo.


Pero ahora podemos caer en la trampa de convertir al Jesús de la Vida en una momia oculta en los sarcófagos del poder, para que deje de interpelarnos y de cuestionar nuestra pobre vida mediocre.
Sería un grave error reducir nuestra fe a ceremonias y procesiones evasivas en vez de asumir el compromiso profético de Jesús en una sociedad injusta y satisfecha como la muestra.
Manuel Velázquez Martín.

2 comentarios:

  1. Leyendo el acertado comentario de Manuel Velázquez sobre la Semana Santa, me acorde inmediatamente de la SAETA de Manuel Machado, en la que critica la religiosidad tradicional del pueblo español, particularmente de Andalucía. Religiosidad que expresa, ante todo, la fastuosidad, el espectáculo, la teatralidad o la puesta en escena de las imágenes (para consumo hoy del turismo, como dice bien Manuel Velázquez)y, por otra parte, que se fija preferentemente en la muerte, en el dolor y no en la vida real, activa y comprometida de Jesús el Nazareno, olvidando también el fruto de ese compromiso y su simbolismo: el triunfo de la Vida, tanto natural o primaveral, como el anuncio de otro modo de vivir o el de otra vida. Creo, por ello, que bien podemos repetir con Machado:
    ¡Oh, no eres tú mi cantar!
    ¡No puedo cantar, ni quiero
    a ese Jesús del madero,
    sino al que anduvo en el mar!

    He aquí la SAETA de A.Machado:

    Dice un cantar popular:
    ¿ Quién me presta una escalera
    para subir al madero,
    para quitarle los clavos
    a Jesús el Nazareno?

    ¡Oh, la saeta, el cantar
    al Cristo de los gitanos,
    siempre con sangre en las manos,
    siempre por desenclavar!


    ¡Cantar del pueblo andaluz,
    que todas las primaveras
    anda pidiendo escaleras
    para subir a la cruz!


    ¡Cantar de la tierra mía,
    que echa flores
    al Jesús de la agonía,
    y es la fe de mis mayores!


    ¡Oh, no eres tú mi cantar!
    ¡No puedo cantar, ni quiero
    a ese Jesús del madero,
    sino al que anduvo en el mar!

    ResponderEliminar
  2. Yo también quiero cantar al Jesús que anduvo en la mar, y a esto me ayudan personas cómo Manuel Velázquez Martín y tú Antonio enviar sisi

    ResponderEliminar

Deja tu comentario más arriba, donde dice "Introduce tu comentario". Gracias.