lunes, 11 de mayo de 2020

A Luis García Ragel, un hombre bueno, solidario y luchador. En nuestro recuerdo y memoria.


   
Algo se muere en el alma cuando un amigo se va.  A pesar de que en los últimos años no era posible conectar verbalmente con Luis, su presencia física nos bastaba para disfrutar de su esencia y de él, ya que la belleza de su alma continuaba reconfortándonos y acompañándonos. Y es que cuando una persona atesora amor, solidaridad y vida, esos grandes valores se transforman en palabras que irradian nuestra mente y penetran en lo más profundo de nuestro ser.

Su ausencia física tampoco impide, ni impedirá, que la huella que nos ha dejado Luis continúe inundando nuestros corazones e ilumine nuestro decir y hacer como una brillante estela a seguir. Nos ha dejado un relevo que debemos tomar, si pretendemos ser fieles a su legado y así continuar con esa interminable historia de amor, que es lo que necesita este mundo para que sea más habitable para todas y todos.

Esa dimensión de entrega total y lucha incansable por rescatar la felicidad secuestrada de los desprotegidos, de los ninguneados y de los nadie, sólo la poseen esas desprendidas almas, como Luis, que supieron sumergirse en esa universal energía de amor que nos regala el Cosmos, la Transcendencia o Dios.
Todos los que conocimos a Luis sabemos que, en su incansable caminar, se inspiraba en ese gran modelo, como significaba para él Jesús de Nazaret. Ese gran profeta que entregó su vida en defensa de los más desfavorecidos, al amparo de un Proyecto de amor basado en la Igualdad, la Fraternidad y la Justicia social. Valores humanos que anidaba en la admirable conciencia de Luís y que le llevó a aceptar el reto de Diamantino para fundar la Asociación Pro Derechos Humanos de Algeciras, extender sus brazos a la inmigración y denunciar cuantos atropellos se cometen hoy contra el ser humano.

Pero Luis es Chari y Chari es Luis. Los dos conforman una unidad. Es imposible hablar de uno sin mentar al otro. Jóvenes gaditanos que tuvieron que emigrar a Algeciras para poder fundar una familia, en aquellos años que el “Campo de Gibraltar” ofrecía más oportunidades que la capital y más para un ingeniero recién titulado. Es imposible hablar de cualquiera de los dos sin pensar en el otro.

Dos almas gemelas que han sabido construir una familia unida por los indisolubles lazos que conforman un sólido y estable clan familiar, cuando prima la fraternidad, la corresponsabilidad y la desprendida empatía con el otro. Dos almas gemelas que supieron cofundar y potenciar una comunidad cristiana, que se torna en un verdadero milagro humano cuando en lugar de mirar el ombligo propio, se animan, se esfuerzan y luchan por la dignidad del de los demás. Dos almas gemelas, que han sabido ofrecer y cultivar la sincera y verdadera amistad de todas y todos cuanto tuvimos la suerte de coincidir en la ruta de sus fructíferas vidas.

Decía el cantautor Alí Primera: “Aquellos que luchan por la vida no merecen llamarse muertos”. La huella que nos ha dejado Luis es imposible de borrar porque es eterna, imborrable y muy digna a seguir. Será la estrella que nosotros queramos elegir del firmamento. Ahí estará luciendo siempre, como su vida en la Tierra, para que nunca lo olvidemos.
                                                                                   
Pedro Castilla Madriñán en nombre de las Comunidades Cristianas Populares de Andalucía. 11 de Mayo de 2020.    

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