DOLOR Y GLORIA
Otra
comprensión de la Semana Santa
Recojo en este documento una serie de siete reflexiones correspondientes a la Semana Santa que hemos pasado bajo el confinamiento. Con motivo del coronavirus no se realizaron cultos públicos. Con motivo del surgimiento de otras perspectivas o paradigmas, propongo otras consideraciones no precisamente para el año litúrgico.
INTRODUCCIÓN
Valga ese título fílmico, “Dolor y gloria”, para significar las vivencias de la tradicional Semana Santa. Para revalorizar lo que significa. La Semanas Santa es una Gran Metáfora o mito para entender la vida humana. Es la secuencia central del Misterio de la Salvación. Simboliza las experiencias más profundas de la condición humana, la incomprensión, el deseo de felicidad, el daño que nos hacemos y su restauración, el sufrimiento y la limitación. En último término la presencia del mal y de la muerte en nuestras vidas y el anhelo de infinitud y plenitud.
El relato bíblico y posteriormente la teología cristiana elaboró una interpretación religiosa que es eminentemente simbólica pero que en la práctica se nos ofrece como una explicación realista o literal. La vida, la historia es así como se cuenta en este gran relato o mito. Los seres humanos, creados por un Ser omnipotentemente bondadoso, cometimos un pecado infinito de desobediencia y por eso fuimos expulsados a la tierra con esa carga que solo la Encarnación del mismo Dios y su sacrificio también infinito podía redimir. Ese rescate o redención nos devuelve a la situación paradisíaca inicial, el cielo, mediante una Resurrección. La celebración de esa Muerte y Resurrección es lo que llamamos la Semana Santa. Hoy es difícilmente comprensible
Desde aquí valoramos y respetamos este relato que tanto ha movido al corazón humano. Pero no lo aceptamos como una descripción realista o literal de la realidad. Porque entonces el símbolo se empobrece y se convierte en un gran bulo o pandemia religiosa. En estas reflexiones que iniciamos hoy buscaremos una lectura diferente que recoja esta tradición en un relato más universal y actual. Otro lenguaje, otros símbolos.
Entre todos podemos reconstruir el valor de las religiones y construir una alianza mundial con todas las ideologías y humanismos por una mejor comprensión de la vida, un amor más desinteresado y una esperanza común. La magnitud vírica, los estragos planetarios, la desigualdad creciente, no se pueden arreglar si no es unitariamente.
Para
ampliar, en este mismo blog:
·
Religión
en liberad adulta (2 págs. 2016)
· Un paradigma posreligional (3 págs. 2013)
1. LA GRAN HISTORIA Y LA SEMANA SANTA
Se entiende por Historia Sagrada la del pueblo de Israel como pueblo escogido y en parte la de la Iglesia como su continuación. Y su contenido principal es el desarrollo en el tiempo de la Salvación y la Alianza con Dios, fundamentalmente mediante la persona de Jesucristo, Hijo de Dios y particularmente con su Muerte y Resurrección que se celebra esta semana.
Y se entiende por Gran Historia la explicación científico filosófica donde la realidad aparece como una evolución desde el “vacío” cuántico y las primeras partículas de materia y energía hasta la aparición de la conciencia y la sociedad humana, pasando por otras emergencias singulares como la sensibilidad o la vida. Una interpretación transdisciplinar y universalista que concierne a todos los seres especialmente al ser humano.
Ambas son compatibles si se acepta el carácter simbólico y particular de la religión y el carácter explicativo de la segunda. Situarlas en el mismo plano lleva a múltiples desencuentros La Historia de la Salvación no se puede entender literalmente como una explicación del mundo y menos pretenderla para todos. De la segunda no se puede hacer un relato total, autosuficiente. Necesita, para comprender mejor nuestra existencia, ser completada por una aproximación filosófica y poética.
Al inicio de estas reflexiones expresamos ya nuestro punto de partida: tomamos como base de nuestro conocimiento la interpretación universal que la ciencia da para el ser humano, la Gran Historia de todos. Y desde allí integramos los valores de significación y motivación procedentes de todas las religiones y humanismos. Dada nuestra referencia cultural al relato de Jesús de Nazaret, éste constituirá un modelo principal, no el único, de nuestro anhelo, espiritualidad o poética. La Biblia, las creencias católicas, ha dejado de ser para nosotros una revelación sagrada de primerísima verdad. Sí somos cristianos, en la más profunda comprensión de lo que significó la disrupción o singularidad de este Jesús que reinterpretamos.
Valga pues esta primera referencia como apertura posreligional y posteísta de la tradicional Semana Santa. Para leer más, en este mismo blog:
La Gran Historia y otros relatos
(2019)
La Biblia no tiene razón, tiene
alma (2015)
Del nacional catolicismo al poscristianismo (2017)
2. OTRA LECTURA DE JESÚS ES POSIBLE
Toda la Semana Santa o Pascua gira en torno a la muerte de Jesús de Nazaret, y un poquito sobre su Resurrección. Pero podría ser que algún día el símbolo de la Cruz, dejase de ser la enseña principal de los cristianos. Puede que algún día la memoria de una vida enteramente desinteresada, entregada a los más pobres y dolientes, exigente con la justicia y extremadamente bondadosa y afable, fuera lo más significativo de Jesús de Nazaret. Lo que le constituyó como un hito en la historia. El objeto principal de nuestro recuerdo y celebraciones. Vida que por supuesto le acarreó una muerte violenta y que despertó una admiración que rayaba en una veneración absoluta.
La Pascua es un rito judío, que proviene de la ancestral experiencia de vida y muerte que caracteriza la existencia humana. Del sacrifico cruento que hay que ofrecer a los dioses, con un cordero o incluso con un ser humano para lograr la salvación de su ira. Pero el significado de Jesús no es ese, el de un chivo o cordero expiatorio. No ha habido una creación perfecta, ni un pecado humano infinito, ni Dios se ha encarnado, ni como tal se ha sacrificado a sí mismo para luego volver con nosotros a la vida.
Volvamos pues a la memoria de esta persona que ha supuesto un hito en la historia de la humanidad, en la realidad evolutiva de todo lo que hay. Y sumerjámonos en esos gestos de gratuidad y desbordamiento de la compasión y del deseo de justicia. Miremos sentidamente esa manera de ser como en una transparencia sobre los sufrimientos y alegrías de todo lo existente, especialmente de las personas marginadas. Dejémonos coger por ese talante que es la excelencia de la civilidad. Haremos bien en practicar esa minería del corazón en busca de nuestra cualidad más profunda y menos instrumental, la que también sustenta a muchas personas año tras año durante la Semana Santa más allá de sus formas y perspectiva redentora.
No olvidemos que esta celebración y rito es un símbolo, no una realidad tal cual. Los estudios bíblicos ponen en cuestión la escenografía de la Pasión. Fue elaborada por la segunda o tercera generación de cristianos en torno al año 100 de nuestra era. Es decir son relatos de relatos al modo judío, hiperbólico, orientado a la confirmación de que Jesús era el Mesías, Redentor e Hijo de Dios. Un expresión esta última que ha llevado a muchos gestos heroicos y otros tantos deleznables. Una absolutización obrenaturalista con fines doctrinales y proselitistas.
Recordemos al Jesús que anduvo en el mar, que decía Machado, con nuestra misma incertidumbre y confianza, y no tanto el Jesús del Madero. No una ofrenda sacrificial y sangrienta, sino un modelo o paradigma de profunda humanidad.
Para ampliar, en este
mismo blog:
·
La
metáfora del Dios encarnado. J.Hick (4 págs. 2009)
·
Como
Jesús sobre el mar
(Material de reflexión, 2012)
· Qué puede aportar hoy el evangelio en nuestra cultura y sociedad. Pág. 20 (Herria Eliza 2016, 4. 3 págs.)
3. EL MISTERIO DE LA VIDA HUMANA.
Lo que el cristianismo llama Misterio de la salvación y que se concentra en las celebraciones de Semana Santa responde a las persistentes preguntas acerca del sufrimiento y la injusticia, el mal y la muerte, y de nuestra pretendida vida feliz. Una gran metáfora que aporta sentido a esa contrariedad. Nos preguntamos muchas veces, ¿Dónde quedan tantos actos de generosidad no reconocidos? ¿Dónde se dará la cabal restitución del daño infligido a las víctimas? ¿Por qué las glorias y los dolores se distribuyen tan desproporcionadamente?
La Pascua es un gran relato religioso para responder a esas incertidumbres pero que hoy no llega más que a la generación mayor, educada en ese misterio redentor. No mitiga la gran incomprensión de nuestra vida aunque la gente celebre la Semana Santa de forma cada vez más ostentosa. Los relatos más sinceros parecen caminar hoy por derroteros más seculares de responsabilidad social. Basta citar la voluntariedad de las oenegés o de la ciudadanía ante el corona virus y las explicaciones que se dan.
La Semana Santa de este blog, más bien el año entero, quiere sustentarse en otro paradigma o modelo simbólico. No en el de la Redención. En el de una Gran Historia evolutiva y global de todas las energías, cosas y seres que no sabemos por qué empezó ni cómo acaba. En el de una etapa humana donde esa realidad se hace transparente y elabora símbolos y gestos de un valor inmenso. Ciencia y poética al servicio de ese mismo evolucionar oscilante entre el fracaso y la resiliencia. Que nace desde esa “fontana que fluye dentro de mi corazón” y del corazón del mundo.
Trabajemos pues este otro significado evangélico más acorde con la vida y la cultura en la que estamos y no tanto referido a una etérea salvación de un pecado original. Ni tan centrado en la imaginería de la tortura y la muerte. Busquemos juntos otras expresiones del amor incondicional y de la bella bondad que animó la vida de Jesús. Sintamos la maravilla de un universo que no pecó, de la hermosura de la vida, su emergente sorpresa y su cualidad más profunda hasta ahora, la consciencia de sí misma.
Allí se abre la posibilidad de interpretar esa conciencia como un espíritu universal sin nombre, que no expulsa a nadie, que recrea, que endereza y restituye y que siendo alma del mundo da pie a la esperanza de su transformación. Esta es la bella historia, natural y sagrada, tensionada entre el bien y el mal, necesitada del desbordante amor próximo y cívico de Jesús cuya contemplación nos anima tanto.
Para ampliar, en este blog
·
El
pecado y la culpa (2015, 4 págs.)
·
Hacia
un paradigma posreligional (2012, 9 págs.)
· FAQ, preguntas frecuentes (2016, 8 págs.)
Pero ¡qué barbaridad! Amar al que nos hace competencia desleal, ponerle la otra mejilla al que me ha desahuciado, preferir al débil inmigrante antes que al rico futbolista, a los mal vistos y malolientes antes que a los grandes intelectuales. Una soflama contradictoria, hiperbólica e incumplible. Un escándalo para las personas de bien tanto o más que la locura de la cruz para los postmodernos. Este sí que es el santo y seña de Jesús. El desbordamiento de la vida por la sensata locura de amor.
Habéis oído que se dijo amad a vuestros enemigos y odiad a vuestros enemigos pero yo os digo amad a vuestros enemigos, perdonad hasta siete veces siete. Un paradigma de las relaciones humana no suficientemente explicitado hasta Jesús de Nazaret. Las primeras normas entre los sapiens estaban sujetas a la venganza desproporcionada. El código de Hammurabi, ojo por ojo y diente por diente, fue una superación de la barbarie. Progresivamente las civilizaciones fueron dándose leyes basadas en la reciprocidad.
Pero la novedad de Jesús y lo que le convierte en algo específico es que con él se dio carta de ciudadanía al amor enteramente desinteresado. El que se da antes de recibir y no espera nada a cambio. El que no sabe si va a ser reconocido en algún momento. El que se otorga calladamente y es mayor cuanto más débil es el destino de su afecto.
No nos entretengamos con procesiones de redención. El desamor se regenera con más amor no con el pago de un rescate. El cristianismo no es una religión de salvación sobrenatural, sino un cambio en las relaciones humanas. No es nada específico y diferente a la dimensión profunda del ser humano. Esa es su singularidad, la llamada al máximo de la libertad que se crece en el amor. Amarse no como te gustaría te amasen a ti sino como un dios te puede amar.
De ahí la vocación universalista de Jesús. Todas las religiones y humanismos valen lo mismo en la medida que se centran en esta cualidad común. Jesus no tuvo otra identidad que la de llevar el amor a su máxima expresión. Y ahora sí hasta dar la vida y morir en cruz.
Ese amor tan generoso no tiene razón suficiente que lo justifique. Puede basarse en muchas experiencias, encuentros y reflexiones pero en última instancia es el fruto de sí mismo, un don, amo porque amo, porque me “nace y sale”, porque es ese sentimiento y acción el que me lleva. Amaos como yo os he amado. Todo el año es Jueves Santo. Todo el mundo una gran cena.
Para ampliar, en este mismo blog
·
Jesús
paradigma de gratuidad (1 pág. 2012.)
·
El
ámbito de la supra-ética (3 págs. 2020)
· Las internacionales (1 pág. 2016)
5. LA MUERTE DE DIOS
El corona virus ha relegado la Semana Santa a una celebración menos espectacular, a un acto más interior. Quizás sea un primer paso para una religiosidad diferente. La nueva cultura secular, la democratización, y el pluralismo de los símbolos y de los relatos de sentido nos ofrecen un panorama muy distinto al confesionalismo. Además las cosas de Dios son demasiado importantes para dejarlas en manos de una religión.
En este ámbito de la religión se observan ahora algunas derivas de las que entresaco estas: la desafección de la religión y la consiguiente búsqueda fragmentada del sentido, la transferencia progresiva de los antiguos valores religiosos a la ciudad secular y la reclusión de las religiones tradicionales en el fundamentalismo, una veces terrorista o guerrero, las más dogmático e inquisitorial. A mi modo de ver este triple proceso tiene una causa en la incapacidad para actualizar el mensaje evangélico.
El “Viernes Santo” es una metáfora derivada de la crucifixión pero que va más allá. Así se utiliza en la vida ordinaria como símbolo de los fracasos y momentos bajos. En la ciencia como el momento de refutación de una hipótesis, el “experimentum crucis”. También en filosofía, como la negatividad del Espíritu Absoluto, ya presente en S.Pablo como el abajamiento y muerte en la cruz de Dios mismo en la segunda persona de la Trinidad. En esta teoría se ha sustentado en parte la penúltima teología católica.
Pero las cosas de Jesucristo son demasiado importantes para dejarlas en manos de la tradición católica, del Misterio de la Salvación y de su resumen en la Semana Santa. La teología de liberación ve la Cruz como un lugar del que hay que bajar a todos los crucificados. Dios se nos muere en la desigualdad y el sufrimiento humano. Y a Dios le damos vida cuando bajamos de la cruz a los crucificados, cuando nos cuidamos.
En la cultura occidental, desde Nietzsche y otros, la muerte de Dios significa la pérdida de toda referencia. Estamos huérfanos y tenemos que crear una poética alternativa. Quizás no haya muerto la divinidad sino que esté enterrada dando vida por las raíces, quizás tenga la forma de una cualidad humana muy íntima y fértil.
Ni dogmatismos, teístas o ateístas, ni insignificancia o banalidad. Nos daremos vida y sentido cuando fomentemos una nueva cultura laica preñada de significados de bondad y belleza, de libre e infinito anhelo, de amor incondicional y esperanza sin certezas. Hay que sacar a Dios de la religión y devolverlo a la vida. La sinceridad racional no es patrimonio del ateísmo ni la sabiduría de la fe es exclusiva de las religiones.
Para ampliar, en este blog
·
Epilogo
posteista (2 págs 2012)
·
La
liberación, pluralismo y convergencia (10 págs. 2017)
· Nuevos símbolos (2 págs, 2017)
6. SILENCIO, ¿ESTÁ DIOS ENTERRADO?
¿Está ahí dentro? Velemos su muerte o hagamos guardia no vayan a robar su cuerpo. Todavía no ha resucitado, seguimos a la espera desde hace tiempo. Mientras tanto, durante muchos siglos, hemos rezado, nos hemos ido de retiro, hemos celebrado eucaristías, hemos asistido a clases de religión, homilías y conferencias, hemos construido seminarios y hemos liberado a intelectuales que teologizaran sobre el relato de Jesús de Nazaret. ¿Ustedes se imaginan ese esfuerzo tan descomunal dirigido de un modo más directo hacia las relaciones humanas? ¿Cómo sería el mundo? “Una ciudad para todos”, una metapolítica enriquecida de máximos de moralidad. No solo leyes con autoridad sino gusto en el afecto y el cuidado social valorado como el Santísimo de antaño.
Si en lugar del placer se hubiera anatematizado el beneficio desproporcionado, si en lugar de tanta liturgia se hubieran celebrado los signos naturales de la amistad cívica, ¿cuantas guerras y hambrunas se hubieran evitado? Si en lugar de empeñarnos en predicar en las escuelas la religión verdadera hubiéramos colaborado todos en una educación cívica consensuada y completada con las dimensiones poéticas de la vida, la bella moralidad del buen ciudadano, ¿qué juventud tendríamos? El cristianismo ha levantado la ciudad pero se le quedó en el cielo.
El sábado es un tiempo interior. Tiempo de formación y esperanza. La sociedad que emerge en el siglo actual, fruto de la tecnociencia, la democracia y el pluralismo necesita urgentemente una formación de la misma densidad que la proporcionada por la religión en los veinte siglos anteriores. Pero de consenso, abierta y crítica. No nos escaqueemos bajo el engañoso argumento de que formar es ideologizar. Por ej. velar por la salud y la educación, priorizar el bien común, pagar los impuestos, no crear bulos, sonreír, acoger, compartir, compadecer activamente…vamos subiendo ¿verdad? Estamos resucitando el cuerpo sepultado, pues creer en Dios no es afirmar su existencia sino vivir dando valor a todo. Entonces nace y hace Dios.
Correr la losa y entrar en la cripta. Recogerse y darse, darse y recogerse. Formarse, amasar la mente con la levadura de la gratuidad. Toda la tribu volcada en la crianza de los vinos religiosos en odres laicos. Saboreando y ganando matices y aromas. ¡Qué bello es vivir entonces!
Para
ampliar, en este blog:
·
Un cristianismo posreligional (2 págs. 2015)
·
Orar en el posteismo (3 pags. 2019)
· Mudarse de ropa interior (17 pags. 2019)
7. RESILIENCIA Y RESURRECCIÓN
Está de moda este término resiliencia, el Ave Fénix, la capacidad para reponerse después de un fracaso o mal momento. El poner en marcha otra vez todos los motores cuando se ha calado la vida. Toda la naturaleza, inclusive el devenir humano es un juego de fracasos y logros, de ausencias y presencias.
La realidad es materia dinámica generadora y regenerada. Originada en un Bigbang sin poder explicarnos por qué, ni un antes. También una Creación, un bello Génesis contado y cantado en una historia simbólica. Nunca un símbolo, que es una comparación entre un término presente y una ausencia, puede demostrar la ausencia. Solo atisbarla sin conocimiento alguno. La Creación canta la maravilla de un mundo bueno salido de un hacedor infinito. Una confianza grande para muchos valles de lágrimas. Con la Resurrección pasa lo mismo.
La Resurrección es una gran resiliencia. El símbolo mayor de todo renacer, del hallazgo de un pozo en el secano, del reencuentro con un amigo olvidado, del hierbajo que emerge tras morir su semilla. En estas resiliencias elevadas a lo grande aparece la Resurrección como el Gran Símbolo que nutre todos los grandes deseos y utopías. El símbolo de los símbolos, la revida. La Resiliencia permanente y latente presta a exteriorizarse. La que nos pone de nuevo en marcha no para una pequeña aventura sino para la revaloración permanente de la vida que bajo esa imagen será siempre un rio con remansos ocasionales, un velero con naufragios. Esperemos, esperemos y hagamos que toda la vida sea y tenga una Resurrección
Y caminemos, pues la resiliencia nos pone de nuevo con un ánimo emergente en la senda de la misión, del recrear. ¿Podemos recrear el mundo? ¿Las actitudes? ¿Las expresiones de la fe? Podemos. Es momento de volcar la sabiduría de la fe en las coordenadas seculares de nuestro tiempo. El catolicismo vaciado, como los pueblos deshabitados, busca repobladores. Cada vez más los proyectos de fraternidad se sitúan en una esfera laica.
Por ejemplo, ¡qué bonito sería que las parroquias y
organizaciones religiosas se transformaran en zonas cívicas comunes para una
ciudadanía ejemplar. Donde quepan todas las religiones y humanismos. En las
que producir motivación y significación, para completar los centros cívicos;
una despensa motivacional y afectiva, con poemas para la participación
democrática. Donde se invitara a descubrir las dimensiones profundas de las que
renacen las ganas de hacer. La minería de la resiliencia. Zonas azules de
serenidad, azulgranas de animación cívica, verdes de cuidado del planeta, nubes
de transcendencia, violetas de mujer, margaritas de cuidado y consuelo mutuo.
Librerías de café y arte, orquestación de opiniones y consensos.
Para ampliar, en este blog:
·
La
Global (2 pags. 2018)
·
Aunque
Dios no está en los cielos (1 pag. 2012)
· Más allá del sapiens y del homo. (4 págs. 2018)
Celebración ”de Pascua”, Trenzar esperanzas
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