Anciano jesuita en la frontera cultural del siglo XXI. Sus libros han devuelto la fe a muchas personas cristianas que sentían la contradicción entre la doctrina de la iglesia jerárquica y las investigaciones científicas y arqueológicas de la cultura actual. Y peor aún, contradicción con la conciencia ética de muchas personas cristianas.
Algunas personas le han achacado la falta de fe tradicional de la Iglesia, pero Jesús encontró más fe en la mujer cananea que en los escribas custodios de la tradición y los sacerdotes encargados del templo. Y Pablo reconocía que uno es el lenguaje de los que se inician en la fe y otro el de los adultos.
Roger Lenaers, profesor de teología y asesor de jóvenes en un colegio, al jubilarse pasó unos años como párroco en un pueblecito de los Alpes; en estas experiencias desarrolló su sentido pastoral para dialogar con los no teólogos. Ha escrito cuatro libros muy significativos, que han sido muy bien recibidos por las personas laicas cristianas que desean la renovación de la Iglesia: Otro cristianismo es posible; Aunque no haya un Dios allá arriba; La fe en el lenguaje de la modernidad; y el último, Jesús ¿una persona como nosotros?.
Me centraré en comentar este último libro. En él, Lenaers afronta directamente, con un lenguaje muy claro, dogmas considerados fundamentales en las enseñanzas de la Iglesia: Jesús no es un “dios descendido del cielo”, “tampoco fue un hijo unigénito de Dios”. Entonces ¿Es Jesús de Nazaret una persona como nosotros? “Sí y no”, como el autor explica en este libro.
Los dos primeros capítulos constatan la incomprensión mutua entre el cristianismo y la cultura occidental. Se ha estudiado como nunca la figura de Jesús, pero estos estudios no han llegado al pueblo cristiano porque la Jerarquía lo ha impedido. Existe una verdadera dificultad entre ser creyente y vivir en nuestro ambiente. No se puede seguir creyendo en un Dios allá arriba. Se ha pasado de la religión al ateísmo.
En el capítulo tercero trata los mitos, ya bastante conocidos, sobre la Infancia de Jesús, y analiza extensamente el significado del título de Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento y en los sinópticos significa que continúa la obra del padre; en Juan se interpreta en forma más racional como el Logos; la fe popular va exaltando cada vez más la figura de Jesús; y finalmente se llega a la definición del concilio de Nicea, que se impone por conveniencia política del emperador Constantino.
Lenaers ya ha tratado algunos de estos temas en otros libros, aquí se propone analizar los evangelios (los sinópticos y Juan) para interpretar su lenguaje mitológico y descubrir la figura de Jesús que quieren transmitirnos. El mito no es una mera ficción, es una narración ficticia que expresa una realidad que no se puede transmitir en conceptos.
El capítulo cuarto desmitologiza la vida pública de Jesús en los sinópticos, con sus exorcismos, curaciones, y acciones sobre la naturaleza; y en el simbolismo de todo el evangelio de Juan. El capítulo quinto analiza la primitiva fórmula de fe sobre Jesús “crucificado, muerto y sepultado”. Lamenta que esta fórmula no haga referencia a la vida de Jesús, que es actualmente el mensaje más importante para una persona cristiana, y en cambio potencie la teología paulina de la redención ¡mediante la muerte expiatoria del hijo!
El capítulo sexto tiene más importancia porque trata el tema muy controvertido de la resurrección de Jesús, y de nuestra resurrección. Analiza las escenas de la resurrección, las apariciones, el sepulcro vacío, y el sentido del término “ver” en Pablo. Las comunidades cristianas experimentaron (vieron), la presencia de Jesús en la inexplicable aceptación como Mesías a pesar de su fracaso en la crucifixión. Actualmente el verdadero fundamento de nuestra fe en la resurrección se basa “en nuestro propio ver al Jesús que vive” en nuestras aspiraciones a la justicia y a la compasión.
La mentalidad hebrea concebía la resurrección como una resurrección del cuerpo, la mentalidad griega como una separación del alma, pero la mentalidad moderna la puede entender como “unión con la Realidad Originaria”, con el Amor incondicional que Jesús practicó en su vida; “Y como cada persona se ha dejado mover por el amor, por poco que sea, cada persona sobrevive a la muerte”. Las expresiones más aptas para expresar la resurrección serían “vida eterna” o “profundidad sin fin”.
“Al decir que Jesús ‘vive’, no se está hablando en el sentido biológico del término, sino en un lenguaje que trata de expresar que Jesús se ha vuelto un solo ser con el fundamento original de toda vida, unión que le hace participar en la eternidad de Dios. Este es un lenguaje de fe basado en una experiencia”. Esta interpretación de la resurrección explica también la redención: “estando él mismo lleno de la plenitud del amor originario de Dios y movido por él, nos impulsa con su atracción a parecernos a él, nos inspira, nos colma de actitudes como las suyas, hace de nosotros unos hombres y mujeres nuevos y así lleva a cabo paulatinamente la restauración del mundo”.
En el último capítulo vuelve a plantearse la pregunta inicial ¿Es Jesús de Nazaret una persona como nosotros? Responde con el sí y no, que ya hemos anticipado. El sí se comprende bien por todo lo expuesto hasta aquí; ahora explica, en un lenguaje persuasivo, que se diferencia de nosotr@s por la intensidad con que vivió su unión con el Amor Originario.
“Hombre como nosotros, debió haber tenido las mismas necesidades sexuales que nosotros, pero de toda evidencia las manejó de manera diferente al término medio de la humanidad, y no fue dependiente de ellas, sino interiormente libre, con la misma libertad que demostró tener frente al dinero, a las apariencias y a la crítica de sus adversarios”.
“La normalidad humana de que se ha hablado no explica la irradiación que salía de Jesús y que los sinópticos relataron pictóricamente en la escena mítica de su transfiguración en el monte. No era, pues, una persona como nosotros”. El caminar sobre las aguas y tantos otros milagros “son imágenes con las que los evangelistas se esforzaban en trasmitir el misterio que se barruntaba en él. Sus palabras y acciones atestiguan una intimidad con el misterio original de Dios... que supera el nivel medio hasta un punto que para nosotros es inalcanzable”.
Estas interpretaciones resultarán débiles y muy subjetivas para algunos, pero tengamos en cuenta que la verdad no se descubre solamente con la ciencia y la razón discursiva, que también tienen sus aporías y rectificaciones; lo más importante de nuestra vida se percibe por la “razón sentiente”, por el corazón.
Más confusa resulta su comparación con otras religiones y sus fundadores: “¿Qué quedaría entonces de su unicidad, confesada antes con tanta convicción? ¿Y de la exclusividad de la fe cristiana como camino a la salvación? ¿Es Jesús sólo uno entre muchos y no como se lo proclama en el magnífico himno de la carta a los Colosenses...?”. “La exclusividad del cristianismo como camino a la salvación fue relativizada ya en el Vaticano II”. Y apela al ejemplo de tantas personas cristianas que se han dedicado a la protección de las personas más desvalidas. (Ellas son los que están manteniendo el cristianismo como religión. Si ese comportamiento fuera más general, y empezando por la jerarquía, no habría problema).
Concluye el libro con esta expresión de su fe: “La experiencia de enriquecimiento humano y de plenitud que hace la persona cristiana al seguir este camino es suficiente para resolver cualquier duda respecto a si es o no correcto. Es la experiencia de haber elegido la mejor parte y de no tener que preocuparse por buscar otro camino ni esperar la venida de otro salvador...¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Su libro “Jesús ¿una persona como nosotros?” ha sido publicado en castellano, con un acertado Prólogo, por la editorial Abya Yala, y en España por Bubok; Este y otros libros de él pueden adquirirse libremente en versión digital en www.edicionesfeadulta.com
Gracias Roger porque te has arriesgado en la frontera cultural para atender a las personas cristianas que andaban errantes como ovejas sin pastor.
Gonzalo Haya
Me centraré en comentar este último libro. En él, Lenaers afronta directamente, con un lenguaje muy claro, dogmas considerados fundamentales en las enseñanzas de la Iglesia: Jesús no es un “dios descendido del cielo”, “tampoco fue un hijo unigénito de Dios”. Entonces ¿Es Jesús de Nazaret una persona como nosotros? “Sí y no”, como el autor explica en este libro.
Los dos primeros capítulos constatan la incomprensión mutua entre el cristianismo y la cultura occidental. Se ha estudiado como nunca la figura de Jesús, pero estos estudios no han llegado al pueblo cristiano porque la Jerarquía lo ha impedido. Existe una verdadera dificultad entre ser creyente y vivir en nuestro ambiente. No se puede seguir creyendo en un Dios allá arriba. Se ha pasado de la religión al ateísmo.
En el capítulo tercero trata los mitos, ya bastante conocidos, sobre la Infancia de Jesús, y analiza extensamente el significado del título de Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento y en los sinópticos significa que continúa la obra del padre; en Juan se interpreta en forma más racional como el Logos; la fe popular va exaltando cada vez más la figura de Jesús; y finalmente se llega a la definición del concilio de Nicea, que se impone por conveniencia política del emperador Constantino.
Lenaers ya ha tratado algunos de estos temas en otros libros, aquí se propone analizar los evangelios (los sinópticos y Juan) para interpretar su lenguaje mitológico y descubrir la figura de Jesús que quieren transmitirnos. El mito no es una mera ficción, es una narración ficticia que expresa una realidad que no se puede transmitir en conceptos.
El capítulo cuarto desmitologiza la vida pública de Jesús en los sinópticos, con sus exorcismos, curaciones, y acciones sobre la naturaleza; y en el simbolismo de todo el evangelio de Juan. El capítulo quinto analiza la primitiva fórmula de fe sobre Jesús “crucificado, muerto y sepultado”. Lamenta que esta fórmula no haga referencia a la vida de Jesús, que es actualmente el mensaje más importante para una persona cristiana, y en cambio potencie la teología paulina de la redención ¡mediante la muerte expiatoria del hijo!
El capítulo sexto tiene más importancia porque trata el tema muy controvertido de la resurrección de Jesús, y de nuestra resurrección. Analiza las escenas de la resurrección, las apariciones, el sepulcro vacío, y el sentido del término “ver” en Pablo. Las comunidades cristianas experimentaron (vieron), la presencia de Jesús en la inexplicable aceptación como Mesías a pesar de su fracaso en la crucifixión. Actualmente el verdadero fundamento de nuestra fe en la resurrección se basa “en nuestro propio ver al Jesús que vive” en nuestras aspiraciones a la justicia y a la compasión.
La mentalidad hebrea concebía la resurrección como una resurrección del cuerpo, la mentalidad griega como una separación del alma, pero la mentalidad moderna la puede entender como “unión con la Realidad Originaria”, con el Amor incondicional que Jesús practicó en su vida; “Y como cada persona se ha dejado mover por el amor, por poco que sea, cada persona sobrevive a la muerte”. Las expresiones más aptas para expresar la resurrección serían “vida eterna” o “profundidad sin fin”.
“Al decir que Jesús ‘vive’, no se está hablando en el sentido biológico del término, sino en un lenguaje que trata de expresar que Jesús se ha vuelto un solo ser con el fundamento original de toda vida, unión que le hace participar en la eternidad de Dios. Este es un lenguaje de fe basado en una experiencia”. Esta interpretación de la resurrección explica también la redención: “estando él mismo lleno de la plenitud del amor originario de Dios y movido por él, nos impulsa con su atracción a parecernos a él, nos inspira, nos colma de actitudes como las suyas, hace de nosotros unos hombres y mujeres nuevos y así lleva a cabo paulatinamente la restauración del mundo”.
En el último capítulo vuelve a plantearse la pregunta inicial ¿Es Jesús de Nazaret una persona como nosotros? Responde con el sí y no, que ya hemos anticipado. El sí se comprende bien por todo lo expuesto hasta aquí; ahora explica, en un lenguaje persuasivo, que se diferencia de nosotr@s por la intensidad con que vivió su unión con el Amor Originario.
“Hombre como nosotros, debió haber tenido las mismas necesidades sexuales que nosotros, pero de toda evidencia las manejó de manera diferente al término medio de la humanidad, y no fue dependiente de ellas, sino interiormente libre, con la misma libertad que demostró tener frente al dinero, a las apariencias y a la crítica de sus adversarios”.
“La normalidad humana de que se ha hablado no explica la irradiación que salía de Jesús y que los sinópticos relataron pictóricamente en la escena mítica de su transfiguración en el monte. No era, pues, una persona como nosotros”. El caminar sobre las aguas y tantos otros milagros “son imágenes con las que los evangelistas se esforzaban en trasmitir el misterio que se barruntaba en él. Sus palabras y acciones atestiguan una intimidad con el misterio original de Dios... que supera el nivel medio hasta un punto que para nosotros es inalcanzable”.
“La trascendencia humana de Jesús consistía esencialmente en su ser y vivir totalmente para otros, es decir, en su íntima unión con el amor original que es Dios”.
Estas interpretaciones resultarán débiles y muy subjetivas para algunos, pero tengamos en cuenta que la verdad no se descubre solamente con la ciencia y la razón discursiva, que también tienen sus aporías y rectificaciones; lo más importante de nuestra vida se percibe por la “razón sentiente”, por el corazón.
Más confusa resulta su comparación con otras religiones y sus fundadores: “¿Qué quedaría entonces de su unicidad, confesada antes con tanta convicción? ¿Y de la exclusividad de la fe cristiana como camino a la salvación? ¿Es Jesús sólo uno entre muchos y no como se lo proclama en el magnífico himno de la carta a los Colosenses...?”. “La exclusividad del cristianismo como camino a la salvación fue relativizada ya en el Vaticano II”. Y apela al ejemplo de tantas personas cristianas que se han dedicado a la protección de las personas más desvalidas. (Ellas son los que están manteniendo el cristianismo como religión. Si ese comportamiento fuera más general, y empezando por la jerarquía, no habría problema).
Concluye el libro con esta expresión de su fe: “La experiencia de enriquecimiento humano y de plenitud que hace la persona cristiana al seguir este camino es suficiente para resolver cualquier duda respecto a si es o no correcto. Es la experiencia de haber elegido la mejor parte y de no tener que preocuparse por buscar otro camino ni esperar la venida de otro salvador...¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Su libro “Jesús ¿una persona como nosotros?” ha sido publicado en castellano, con un acertado Prólogo, por la editorial Abya Yala, y en España por Bubok; Este y otros libros de él pueden adquirirse libremente en versión digital en www.edicionesfeadulta.com
Gracias Roger porque te has arriesgado en la frontera cultural para atender a las personas cristianas que andaban errantes como ovejas sin pastor.
Gonzalo Haya
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