Las Comunidades Cristianas Populares de Granada agradecemos tanta Vida compartida con nuestra amiga y compañera Encarna, con este artículo que en nuestro nombre escribe Pepe Gilabert.
Umbrío por la pena, como dijo el poeta Miguel Hernández, me repongo para escribir unas palabras de recuerdo y homenaje a nuestra amiga Encarnación Olmedo. Después de la partida de quien fue nuestra amiga muy querida, los ojos y las manos, que ya no podrán ver y tocar su presencia, se refugian en el recuerdo para poder soportar el dolor que araña la puerta de nuestro pecho. Encarna, la incombustible, la luchadora incansable, la amiga siempre de guardia, la constante defensora de los últimos entre los últimos de su barrio; Encarna, la que parecía un huracán, se nos ha ido apagando y nos ha dejado cargados con el dolor de su partida, pero reconfortados con la luz de su vida entregada con amor a los que más lo necesitaban.
Cuando Ángel, después de secularizarse, le pidió matrimonio a Encarna, ella le dijo que sí, pero con una condición: que tendrían que vivir siempre en el Barrio de la Cartuja. Ángel aceptó y ambos han cumplido su acuerdo y han vivido en ese barrio desde entonces hasta el último día de sus vidas. Podrían, como hicieron muchos, haberse mudado a otra zona, pero han preferido dedicar toda su vida a los vecinos y vecinas de uno de los barrios más deprimidos de Granada.