Jesús Nazareno, libre y liberador, rebelde frente a cualquier poder, legalismo o manipulación... insobornable ante cualquier injusticia y resistente a cualquier populismo o propuesta fácil para medrar...
Maestro sin cátedra, sanador ambulante y callejero de la fe, cuyos pies nunca pisaron las moquetas del palacio que servía de guarida a los taimados zorros del poder, ni tampoco se instaló en los enrarecidos espacios y en los tabernáculos de un templo, convertido en cueva de ladrones...
Por todo lo cual, fue acusado de blasfemo, de agitador de masas y de conspirador contra el Imperio.
Los grandes gerifartes pensaron que había que actuar... pues en medio de una población sumida en la pobreza, sometida y silenciada, había que dar un castigo ejemplar al que, a los ojos de los dirigentes políticos y religiosos, era un personaje subversivo y peligroso.