EL OBISPO ANGLICANO SPONG UN REFORMADOR DE NUESTRO TIEMPO
En la historia del cristianismo ha existido un continuo vaivén entre la defensa de la ortodoxia doctrinal y disciplinar, por parte de la oficialidad de las iglesias, de los que detentan el poder en ese momento histórico, y la genialidad de personas singulares y grupos minoritarios que han propuesto reformas a partir de los orígenes del cristianismo. La institución siempre defiende lo establecido. Se cree en la obligación exclusiva de guardar el depósito de la fe tradicional y oponerse al cambio, que siempre es un riesgo y una puerta a la inseguridad. Los reformadores, por el contrario, han propuesto cambios importantes, tanto en la doctrina, como en la organización de las iglesias, siguiendo las intenciones originarias. Pensemos en Teresa de Ávila, cuyo quinto centenario de su nacimiento estamos celebrando, y en Juan de la Cruz o Francisco de Asís. Y por otro lado en las personas que dieron origen a la reforma protestante, como Lutero y Calvino, por poner algunos ejemplos.
En 1517 el agustino Martin Lutero clavó sus 95 tesis en las puertas de la capilla de Wittenberg, como resumen de la reforma que proponía realizar en la Iglesia. Este fue el inicio de la reforma protestante. De modo parecido el obispo anglicano J. Sh. Spong publicaba, a finales del siglo pasado, en el boletín de la diócesis de Nework un manifiesto dirigido a todos los cristianos. Consistía en 12 tesis, resumen de la reforma que proponía a los principales responsables de las iglesias de todo el mundo, invitándoles a un debate sobre los temas expuestos. Posteriormente estas tesis han sido publicadas en Internet. Esto ocurrió al poco tiempo de publicar su libro “Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir” (Ed. Abya Yala. Quito. Ecuador 2014) en 1998, en el que expone los temas enunciados en las 12 tesis, como manifiesto que llama a la Iglesia a una Nueva Reforma.
Es importante conocer el contenido de estas 12 tesis, porque resumen los temas que deben sufrir una seria y radical reforma en el cristianismo, según el obispo Spong.
1.- El teísmo como forma de definir a Dios, ha muerto. Dios ya no puede pensarse, con credibilidad, como un ser, sobrenatural por su poder, que habita en el cielo, y está listo para intervenir en la historia humana periódicamente, e imponer su voluntad. Por esto, la mayor parte del lenguaje teológico actual sobre Dios carece de sentido, lo cual nos lleva a buscar una nueva forma de hablar de Dios
2,. Dado que Dios no puede pensarse ya en términos teísticos, no tiene sentido intentar entender a Jesús como la encarnación de una deidad teística. Por eso, la Cristología antigua está en bancarrota.
3.-La historia bíblica de una creación perfecta y acabada. Y la caída posterior de los seres humanos en el pecado, es una mitología pre-darwiniana y un sin sentido post-darwiniano.
4.- La concepción y el nacimiento virginales, entendidos literal y biológicamente, convierten a la divinidad de Cristo, tal como tradicionalmente se entiende, en imposible.
5.- Los relatos de milagros del Nuevo Testamento no se pueden interpretar, en un mundo posterior a Newton, como sucesos sobrenaturales realizados `por una divinidad encarnada.
6.- La interpretación de la Cruz como un sacrificio ofrecido a Dios por los pecados del mundo es una idea bárbara basada en conceptos primitivos de Dios, y debe ser abandonada.
7.- La Resurrección es una acción de Dios. Dios exaltó a Jesús a la significación de Dios. Por consiguiente no puede ser una resucitación física ocurrida dentro de la historia humana.
8.-El relato de la Ascensión supone un universo concebido en tres niveles y por eso no puede mantenerse, tal cual, en una época cuyos conceptos espaciales son posteriores a Copérnico.
9.- No hay una norma externa, objetiva y revelada, plasmada en una Escritura o sobre tablas de piedra. Cuya misión es regir en todo tiempo nuestra conducta ética.
10.- La oración no puede ser una petición dirigida a una deidad teística para que actúe en la historia humana de una forma determinada.
11.-La esperanza de una vida después de la muerte se debe separar, de una vez por todas, de una mentalidad de premio o castigo, controladora de la conducta. Por consiguiente la Iglesia debe dejar de apoyarse en la culpa para motivar la conducta.
12.- Todos los seres humanos llevan en sí la imagen de Dios y cada uno de ellos debe ser respetado por lo que es. Por consiguiente, ninguna caracterización externa, basada en la raza, la etnia, el sexo o la orientación sexual, puede usarse como base para ningún rechazo o discriminación.
Posteriormente, y a petición de la revista Horizonte, ha expuesto en un artículo “Las doce tesis. Llamada a una nueva reforma” (Horizonte. Vol 13. No 37, Jan/Mar 2015, p 112-162) las razones para llamar al debate sobre las doce tesis. Artículo dirigido al mundo de habla hispana y para los cristianos de todo el mundo.
En esta misma línea reformadora hay que citar al jesuita Roger Lenaers, quien en su libro “Otro cristianismo es posible” (Ed. Abya Yala. Quito. Ecuador 2008) expone los temas que a su juicio deberían reformarse en la Iglesia y resumidos en el reciente artículo de la revista Horizonte, que lleva por título “¿Pueden cristianismo y modernidad caminar juntos? (Horizonte, Vol 13. No 37. Jan/Mar 2015, p.163-192) En él concluye con lo que considera la esencia del cristianismo:
“¿Qué es lo que queda después del monumento milenario católico, si uno abandona el Theos y de hecho se convierte en un fiel “a-teo”? No tenga duda: queda la esencia. Y esa esencia no es la definición del credo, no es un libro con palabras infalibles de Dios, no son los diez mandamientos, no es una jerarquía autocrática, no son los sacramentos y el sacerdocio, o la misa y los rituales de la liturgia, no es la oración de petición ni la obediencia a las reglas de la iglesia. Es la conciencia de que participamos en un cosmos que es la autoexpresión, continuamente en movimiento evolutivo, del Espíritu creativo que es Amor, junto con el deseo de movernos hacia ese Amor, siguiendo a Jesús, que conocemos como el eternamente vivo, porque es y era totalmente amoroso” (p.16)
Y en este horizonte hay que situar las llamadas del papa Francisco al cambio, a partir del Evangelio. Haciendo suyas las palabras del Vaticano II se manifiesta partidario de una reforma constante de la Iglesia “El concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad de su vocación… Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuento institución humana y terrena, tiene siempre necesidad” (Evangelii gaudium 26).
A esta necesidad de reforma responde el obispo anglicano con sus propuestas de debate. Pero no lo hace desde una inquietud intelectual, teórica, sino desde su situación personal de creyente, desde la honestidad con la fe cristiana. El primer capítulo de su libro, anteriormente citado, lo titula “Rezando el credo con honestidad”. Desde su confesión de creyente propone la necesaria reforma de la Iglesia. A semejanza de los grandes reformadores cristianos, muchos de ellos místicos, que sugieren la reforma de la Iglesia desde su profunda vivencia de Dios, el obispo anglicano expone la necesaria revisión de los artículos del credo de los Apóstoles.
“Por encima de todas las cosas, me defino a mí mismo como creyente. Soy verdaderamente un creyente apasionado. La suprema realidad en mi vida es Dios. Vivo en constante y casi mística consciencia de la presencia divina. A veces creo ser alguien que respira el aire de Dios o, tomando una imagen del Oriente alguien que nada en las profundidades infinitas del mar de Dios. Como el salmista de la antigüedad, tengo la sensación de que Dios me es ineludible. Soy lo que yo llamaría un ser humano intoxicado de Dios” (p 19)
En los siguientes capítulos va exponiendo el contenido de los doce conceptos que considera deben ser reformados: El teísmo y las nuevas imágenes de Dios; la figura de Jesús de Nazaret; el relato de la Creación-Redención-Resurrección y Ascensión: la oración como experiencia de encontrar a Dios; una nueva base de la ética; la vida eterna sin cielo ni infierno. Para terminar en el último capítulo con una proclamación de su credo, expresión de una nueva espiritualidad basada en la construcción de una vida íntegra, libre y plena, de acercamiento al misterio transcendente de Dios (p.202).
Creo que existe una Realidad trascendente presente en el corazón de la vida. A esta Realidad la llamo Dios.
Creo que esta Realidad tiene una tendencia hacia la vida y la plenitud, y que su presencia se experimenta como un llamado para ir más allá de nuestros límites humanos, frágiles y temerosos.
Creo que esta Realidad se encuentra en todo lo que existe, pero alcanza la auto conciencia y la capacidad de ser nombrado, compartido y reconocido solo en el ser humano.
Creo que el cielo, ese lugar con el que se ha identificado tradicionalmente esta Realidad, no es un lugar, sino un símbolo que representa el infinito del Ser mismo.
Creo que entramos a este estado celestial cada vez que rompemos las barreras que limitan la vida humana o devalúan la capacidad que tiene.
Creo en Jesús, llamado el Mesías o el Cristo.
Creo que esta Realidad trascendente se reveló en su vida con tal intensidad que causó que la gente se refiriera a él como el hijo de Dios, o el Hijo único de Dios. La intensidad abrasadora de Dios era tan real en él, que al ver su vida digo: En ti entiendo el significado de Dios, así que, para mí, tú eres el Señor y el Cristo.
Creo que ese Jesús era una presencia de Dios. una experiencia poderosa de la realidad de esa Base del Ser, que nos ciñe a todos con la profundidad de la vida.
Creo en ese regalo del Espíritu, que llamaron “el dador de vida”.
Creo que este Espíritu inevitablemente crea una comunidad de fe que, con el tiempo, abrirá este mundo a Dios como la verdadera Base de su vida y de su Ser.
Creo, por lo tanto, que estar en contacto con la Base del Ser crea la comunión universal de santos, el perdón de los pecados, la realidad de la resurrección y la puerta hacia la vida eterna.
Su ser creyente es el que le impulsa a revisar el contenido de su fe y a proponer la reforma del Credo. Y ese mismo ser creyente le conduce a formular de una manera nueva ese Credo como resumen de su fe. Así concluye esta reformulación:
“Antes que nada, soy y seré siempre un creyente. Me defino teológicamente como un creyente que vive en el exilio. He vivido y he adorado como creyente. Seguiré haciéndolo y siéndolo hasta el día en que muera. Cuando ese momento llegue, espero entrar aún más profundamente en la realidad de Dios. en el que he vivido y me he movido y ha estado mi ser” (p 227).
La aportación del obispo Spong es digna de agradecimiento, No es muy habitual que un jerarca de la Iglesia se atreva públicamente a plantear cuestiones tan fundamentales para la fe cristiana. No se trata evidentemente de echar por tierra una tradición de veinte siglos de existencia. Son propuestas a debate, a ser estudiadas por los teólogos y profundizadas en los grupos de reflexión. Es de una gran valentía y libertad de espíritu poner en interrogante afirmaciones intocables por la ortodoxia oficial de la Iglesia. Me parece de una gran importancia la invitación que nos hace el obispo a los cristianos, preocupados por nuestra fe, de debatir cuestiones tan fundamentales. Echamos en falta el tratamiento de algunas cuestiones como la figura de María mujer y madre de Jesús. Es una cuestión de gran calado en los círculos católicos y que el obispo apenas la trata. De todas formas es imprescindible tener en cuenta los descubrimientos de las ciencias a la hora de revisar los conceptos fundamentales de la fe cristiana. La fe no puede vivir de espaldas a la ciencia en una época posmoderna y posreligional, como la que estamos viviendo. Nuestro más sincero agradecimiento al obispo por su valentía.
Jesús Gil García
Zaragoza, Octubre 2015