¿Hacia una sociedad post-religiosa?
Gonzalo
Haya, 26-octubre-2015
La Ecumenical
Association of Third World Theologians (EATWOT) realizó en 2011 una
Consulta
Latinoamericana sobre Religión. La consulta se planteó ante una
generalizada percepción “subliminar” de la religión como construcción humana
que tanto podía ayudar como dificultar la relación con lo trascendente. Su
propósito fue iniciar una reflexión teológica sobre la religión. La revista
VOICES recogió en 2012 la contribución de varios teólogos latinoamericanos bajo
el título Hacia
un paradigma pos-religional.
Realmente ¿se está universalizando una cultura que prescinde de la religión? Sí
y no. La respuesta de los teólogos consultados induce a reflexionar y a matizar
ese título.
En la imposibilidad
de resumir un documento de quince teólogos con más de 300 páginas, y como un
pequeño servicio para quienes no tengan oportunidad o tiempo de leerlo,
recogeré aquí muy escuetamente las ideas que me han parecido de mayor interés
respecto al nuevo paradigma y a su relación con la religión.
Hacia un paradigma
Mirando a la
distancia de siglos, se pueden apreciar cambios muy significativos en los
hábitos culturales de la humanidad, que nos permiten considerarlas como épocas
con características, o paradigmas, diferentes.
Hay consenso en dos
o tres grandes paradigmas civilizatorios; otros describen cinco. En los
comienzos se puede apreciar un paradigma naturalista: los grupos nómadas
veneraban a la naturaleza con temor y respeto (algo que de algún modo continúa
en “las teologías indias y afros” Alejandro Ortiz). Al desarrollarse una agricultura
sedentaria surgieron las religiones con sus dioses locales -posteriormente
evolucionaron hacia el monoteísmo- que organizaron la sociedad mediante sus
leyes divinas (creencias, preceptos y ritos). Este paradigma religioso se ha
ido resquebrajando desde el Renacimiento y ha dado origen al paradigma
humanista “moderno”, centrado en la razón, la filosofía y la ciencia, en el que
el hombre y la sociedad civil han ido asumiendo su responsabilidad y se han
emancipado de la tutela religiosa.
En la actualidad ya es un tópico decir que estamos viviendo “no una época de
cambios sino un cambio de época”; más difícil es precisar en qué consiste este
paradigma naciente, cuál es la raíz que ha desencadenado ese cambio porque,
mirando de cerca, los árboles no dejan ver el bosque. No obstante podemos
señalar las característica que parecen más decisivas.
Quizás la
característica más influyente sea el crecimiento exponencial de los
conocimientos y su radicalidad que cuestiona –física y filosóficamente- la
estabilidad de las leyes físicas mediante la constatación de la
interrelacionalidad, la superación del dualismo sujeto-objeto, y la
indeterminación cuántica, que desestabiliza el “cosmos” con el “kaos”
subatómico. “El sujeto no es un ser definido de una vez por todas sino en
constante devenir; es el resultado de sus relaciones. Es una afirmación de
fundamental importancia, que lleva a la reformulación de conceptos clave, como
el de verdad, el de identidad… la relación con los otros… con la naturaleza y el
cosmos” (Luigi Schiavo).
Los avances de la
investigación en arqueología, historia, psicología, sociología… han cuestionado
igualmente la metafísica inmutabilidad de los conceptos y leyes sociales, y le
han contrapuesto una diversidad de soluciones válidas para los problemas
humanos. La experiencia personal y colectiva se ha rebelado contra la norma
institucional.
Algunos sociólogos
apuntan que la importancia que va adquiriendo la inteligencia artificial está
llevando a la “tecnoesfera”, a que el hombre ceda su autonomía ante la máquina,
hasta el punto de que un cohete inteligente decidirá por sí mismo a quién puede
matar. Al menos ya se puede decir que la sociedad civil está cediendo su
autonomía ante el dios mercado. La religión y la ética están suplantadas por la
técnica “se debe hacer todo lo que se puede hacer”; se está relegando el
sentido de la vida; el único valor reconocido es la eficiencia (R M Grácio das
Neves).
Otra gran
característica de nuestra época es la globalización. La multiplicación de las comunicaciones,
físicas y virtuales, por una parte nos aporta nuevos conocimientos e
interpretaciones que cuestionan la precariedad del pensamiento propio y nos
abren al pluralismo; por otra parte somos incapaces de asimilar tal exceso de
información y fácilmente caemos en el escepticismo o nos dejamos arrollar por
un pensamiento único.
Pos-religional
¿De qué modo afecta este nuevo paradigma a las religiones? y ¿a quiénes afecta?
Ya hemos visto que
el paradigma naturalista, o cósmico, pervive todavía en las teología indias y
afros; que el paradigma religioso ha convivido varios siglos con el humanista;
y que actualmente las religiones orientales compiten con el nuevo paradigma
tecnocientífico. Cabe pues preguntarse a quiénes afecta este nuevo paradigma.
Aunque no soy un experto, creo que afecta principalmente a los intelectuales en
la cultura occidental, y que muchas de sus características se están difundiendo
en un ambiente de estudios medios y superiores. En cuanto al pueblo más sencillo,
de cultura básica, creo que se rige por su inteligencia emocional (ética o
religiosa) más que por las complicadas explicaciones o normas científicas o
religiosas; le basta con ser “buena gente”. “Se puede generalizar diciendo que
en medio mundo la religión está en efervescencia y en el otro medio está en
crisis… y los dos medios mundos están… mezclados” (EATWOT).
En cuanto al modo
en que afecta a la religión, considero de mayor interés los artículos finales
porque concretan las consecuencias prácticas de ese nuevo paradigma para la
religión cristiana, y en particular para la católica. Lo referente al teísmo y
a la no dualidad (Juan Diego Ortiz y obispo Spong) necesitaría un comentario
aparte sobre los conceptos de trascendencia e inmanencia.
La
comisión teológica (EATWOT ) concluye que el paradigma
pos-religional “continuará siendo religioso… en cuanto relacionado con la
dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad, aunque cambien las
culturas y las épocas”, lo que supera es el modo actual de concebir las
religiones agrarias. En este sentido enumera una serie de rasgos que pueden
resumirse en que las religiones son construcciones humanas, no estamos
sometidos a ellas, no son por naturaleza eternas, y no tienen el monopolio de
la espiritualidad.
- Luigi
Schiavo
considera que habrá que revisar conceptos clave como revelación,
encarnación, y en general la cristología que ha suplantado al mensaje
subversivo del Reino (aquello del dedo que señala a la luna). El fondo del
problema está en que “a partir del nuevo paradigma relacional se entiende
que no hay una verdad ya confeccionada y lista sino que existe un proceso
colectivo y plural de búsqueda de la verdad”; en consecuencia debe darse
prioridad a lo relacional sobre lo institucional, “preocupándose más por
la fidelidad a los valores que por la historia de las definiciones y
formulaciones doctrinarias”. En concreto hay que revisar los conceptos de
jerarquía y magisterio (“la dictadura de la fidelidad doctrinal y del
dogmatismo”), el patriarcalismo, y la misión (la inculturación del
evangelio). Propone en cambio volver al evangelio y renovar su capacidad
profética mediante la opción por los pobres.
- Marià
Corbí
propone las líneas de un nuevo paradigma axiológico no sometido a ningún
sistema de creencias, ni religioso ni laico, porque la religión es
creación humana, no revelación divina. Este paradigma debe ser adecuado a
una sociedad globalizada, y no puede ser exclusivo ni excluyente; debe
recoger lo mejor de la sabiduría humana. Un paradigma axiológico adecuado
a la sociedad en continua evolución de conocimientos, que interprete la
realidad y regule los hábitos culturales como modos de sobrevivencia para
la comunicación y el servicio mutuo; ofrecido sin imposiciones sino como
“la mejor de las posibilidades humanas”.
Conclusiones
En conclusión diría que la cultura intelectual de occidente, está desarrollando
un nuevo paradigma hermenéutico de la realidad con consecuencias axiológicas
sobre nuestra ética social, y que este paradigma cuestiona las religiones
tradicionales (en cuanto a sus creencias, preceptos, ritos y jerarquías).
Me pregunto si, desde el punto de vista cristiano, un paradigma cultural puede
cuestionar la religión y la ética. El paradigma cultural se basa en la razón
(con sus aciertos y sus deficiencias), y desde el punto de vista cristiano, la
razón es obra de Dios desde la creación; por tanto es anterior a la religión en
tiempo y en rango. Jesús cuestionó (Mc 11,14 y Jn 4,23 insinúan que derogó) su
religión judía, cuya institución se atribuía directamente a Dios, pero
revalorizó su espiritualidad; y esta espiritualidad coincide con el fondo de
todas las religiones y de una ética humanitaria.
En cambio cualquier paradigma cultural tiene que respetar una ética y una
espiritualidad, porque son tan inherentes al hombre como la razón. Cada una de
estas tres capacidades humanas presenta aciertos y desviaciones, por eso deben
interrelacionarse para aproximarse al misterio de una realidad que nos supera. La
razón, la ética y la espiritualidad juntas tienen que juzgar tanto a las
religiones como a cualquier paradigma cultural. No podemos aceptar que un
paradigma cultural nos conduzca a un pensamiento único, a un dios mercado o a
un consumismo.
Creo en definitiva que ese nuevo paradigma hermenéutico y axiológico debe
inducir a las religiones (especialmente al judaísmo, cristianismo e islamismo)
a flexibilizar su estructura y a potenciar la espiritualidad común. Jesús no
impuso doctrinas, preceptos ni ritos; propuso un movimiento de fraternidad
universal, que denominó como el Reinado de Dios.
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