Esta pandemia producida por el Coronavirus, al
igual que las repetitivas crisis económicas pasadas y por venir, si no sirven
para analizar lo que verdaderamente ocurre en el mundo y en nuestras vidas,
terminaran catapultando a nuestros descendientes al ostracismo más cruel.
Al igual que nadie imaginaría, hace sólo
unos meses, el trance que estamos padeciendo, nadie podrá imaginar la
catastrófica situación a la que podemos llegar, aunque ya muchos las están sufriendo.
La respuesta a tan inesperado y
desastroso tránsito mundial, nos debe llevar, en primer lugar, a pensar en la
pandémica hambruna- cada día mueren por falta de alimentos más de 30.000
personas-, esta se podría sanar con la simple vacuna de la alimentación, y no
hace falta un año para producirla; a la dramática pandemia de la emigración y
de los refugiados, que se cura con la paz y el respeto a la soberanía de los
países en lugar de la engañaboba “Ayuda Oficial al Desarrollo” y menos aún con la Deuda Externa, que no deja
de representar una vía de sometimiento al Status quo imperante, también pensar
en el endémico desempleo actual, con su precariedad añadida, que se podría solucionar
con la fraterna Economía de los Cuidados, o la alarmante desigualdad existente
donde el 1% de la población mundial posee los mismos recursos que el 99%, y
esta barbaridad simplemente se cura con la equidad fiscal y salarial, la erradicación
de evasión de capitales y la eliminación de que el dinero genere dinero, pero
los cachorros políticos de esta esquizofrénica élite mundial no están dispuesto
a ello.
Y también pensar, no sólo en aquellas
personas que han perdido sus empleos, o esperaban la contratación en la “aliviadita”
temporada primaveral y veraniega, tan asistida para Andalucía, sino también, y sobre
todo, pensar en esos trabajadores y trabajadoras de la “economía sumergida”,
que en eso Andalucía también es campeona, sin derecho siquiera a recoger las
asistidas migajas que repartirá el Gobierno. Y, para colmo, viviendo, muchas de
estas familias, hacinadas en 30 metros cuadrados. A diferencia de las dos
infantas que se quejaban hoy de llevar más de un mes encerradas, claro que en
una mansión de 2000 metros cuadrados y sin ningún problema de alimentación y
esparcimiento. Y es que no se ve el mundo lo mismo desde un pesebre que desde
un trono.
Dejo fuera al resto de seres vivientes, porque
están mejor sin nosotros, como lo prueba los espacios que felizmente están
recuperando. De momento, esta pandemia nos está dejando lo mejor y lo peor del
ser humano.
Los más desalmados, aprovechan la oportunidad,
como siempre, para enriquecerse aún más, como lo demuestran las grandes empresas
y bancos que ya se están frotando las manos con esas “ayudas” o créditos, que
vendrán de una Unión europea, cada vez más desunida. Y es que el euro es sólo
la que la une. O las de esos grandes y medianos empresarios españoles, rapiñando
una parte del menú que ofrecerá el gobierno español, como ya lo ha reivindicado
un adinerado ganadero y otros muchos plañideros de la “peseta”, sin importarles
que su trozo de tarta será restado a los que verdaderamente lo necesitan.
También, a nivel mundial, aparecen despiadados
personajes, como ese famoso presidente que no tiene el menor reparo en aumentar
incluso los bloqueos y sanciones económicas contra pueblos que también están
padeciendo esta pandemia, o las de otros gobiernos que dejan sin asistencia
médica a su población, o las de otros mezquinos que prefieren pagar la “deuda
externa” antes que solicitar un aplazamiento para así poder atender a sus
ciudadanos. O las de aquellas miserables oposiciones gubernamentales que, en
lugar de arrimar el hombro para mitigar esta lacra, intentan sacar un rédito
político de ella. O aquellos ruines gobernantes, que aprovechan el “apagón
legislativo” para promulgar sigilosos e ilegales acuerdos o leyes que le son
afines a sus ideales o espurios intereses. O la de esos grupos de inversión,
que tratan a nuestros mayores como mercancías, sin importarles sus vidas. También
los bulos, falsas noticias y mensajes de odio de los de siempre. O las de todos
aquellos que acentúan la voz y preocupación por el futuro económico, pero se
despreocupan del sufrimiento presente.
Pero, ante toda esta sinrazón, también
aparecen esa gente de bien, que representa a la mayoría silenciosa, y que sin
ella no habría esperanza en este mundo. En España, nos están ofreciendo un
admirable ejemplo de entrega abnegada a los demás, llegando hasta el
ofrecimiento de sus vidas, toda esa clase profesional de la salud, tan
castigada y defenestrada por anteriores gobiernos. Como todos esos médicos, de
la vilipendiada Cuba, que se ofrecen acudir a cualquier lugar del mundo donde
lo soliciten. También esos trabajadores de la limpieza, de la alimentación y de
otras labores esenciales para que todos podamos seguir asistidos, profesiones
tan desapercibidas, pero tan importantes y valoradas en estos momentos. Por
eso, nuestras conciencias nos empujan cada día aplaudir sus importantes faenas.
Una enseñanza que nos ayudará a valorar el trabajo ajeno, por muy humilde que antes
nos pareciera.
También se han multiplicado las
atenciones vecinales, la asistencia a nuestros mayores, las aportaciones
económicas y solidarias con la gente que lo está pasando mal. El ingenio en las
múltiples actividades culturales, recreativas y asistenciales que se han
prodigado a través de las redes. Se ha fomentado la creatividad y la entrega de
tantas madres y padres a sus hijos, avivándose las cruciales relaciones familiares,
muy distante al profano consumismo. Y hemos suplido la falta de abrazos por las
miradas cómplices y de afectos, por las llamadas a los amigos y familiares que
nunca llamábamos, por expresar sin complejos un “te quiero”. Hemos reinventado
otra forma de expresar la ternura, el cariño y la sincera amistad.
Todos estos sencillos, pero maravillosos
gestos, nos ayudan a creer en la raza humana. El ser humano aún no está
perdido, ha sido anestesiado y está a punto de resucitar…
Creo que, en las mentes y corazones de toda la
gente de bien, que conforma la mayoría ciudadana, anida una verdadera humanidad
sapiens, muy alejada de esa ambiciosa raza de erectus que se han apoderado del
mundo. Este confinamiento puede haber servido para rescatar y potenciar esos imprescindibles
valores humanos que, para bien de esas generaciones de pequeñitos que han
sufrido este encarcelamiento, puedan disfrutar de un mundo tan saludable y
feliz, como el que, en unos días de reclusión, le supieron pintar sus padres
con mucho amor y entrega.
Pedro
Castilla Madriñán. De las Comunidades Cristianas Populares de Cádiz.
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