Su ausencia
física tampoco impide, ni impedirá, que la huella que nos ha dejado Luis
continúe inundando nuestros corazones e ilumine nuestro decir y hacer como una
brillante estela a seguir. Nos ha dejado un relevo que debemos tomar, si
pretendemos ser fieles a su legado y así continuar con esa interminable
historia de amor, que es lo que necesita este mundo para que sea más habitable
para todas y todos.
Esa dimensión de
entrega total y lucha incansable por rescatar la felicidad secuestrada de los
desprotegidos, de los ninguneados y de los nadie, sólo la poseen esas
desprendidas almas, como Luis, que supieron sumergirse en esa universal energía
de amor que nos regala el Cosmos, la Transcendencia o Dios.
Todos los que
conocimos a Luis sabemos que, en su incansable caminar, se inspiraba en ese
gran modelo, como significaba para él Jesús de Nazaret. Ese gran profeta que
entregó su vida en defensa de los más desfavorecidos, al amparo de un Proyecto
de amor basado en la Igualdad, la Fraternidad y la Justicia social. Valores
humanos que anidaba en la admirable conciencia de Luís y que le llevó a aceptar
el reto de Diamantino para fundar la Asociación Pro Derechos Humanos de
Algeciras, extender sus brazos a la inmigración y denunciar cuantos atropellos
se cometen hoy contra el ser humano.
Pero Luis es Chari y Chari es Luis. Los dos conforman una unidad. Es
imposible hablar de uno sin mentar al otro. Jóvenes gaditanos que tuvieron que
emigrar a Algeciras para poder fundar una familia, en aquellos años que el
“Campo de Gibraltar” ofrecía más oportunidades que la capital y más para un
ingeniero recién titulado. Es imposible hablar de cualquiera de los dos sin
pensar en el otro.
Dos almas gemelas
que han sabido construir una familia unida por los indisolubles lazos que
conforman un sólido y estable clan familiar, cuando prima la fraternidad, la
corresponsabilidad y la desprendida empatía con el otro. Dos almas gemelas que
supieron cofundar y potenciar una comunidad cristiana, que se torna en un
verdadero milagro humano cuando en lugar de mirar el ombligo propio, se animan,
se esfuerzan y luchan por la dignidad del de los demás. Dos almas
gemelas, que han sabido ofrecer y cultivar la sincera y verdadera amistad de
todas y todos cuanto tuvimos la suerte de coincidir en la ruta de sus
fructíferas vidas.
Decía el
cantautor Alí Primera: “Aquellos que luchan por la vida no merecen llamarse
muertos”. La huella que nos ha dejado Luis es imposible de borrar porque es
eterna, imborrable y muy digna a seguir. Será la estrella que nosotros queramos
elegir del firmamento. Ahí estará luciendo siempre, como su vida en la Tierra,
para que nunca lo olvidemos.
Pedro
Castilla Madriñán en nombre de las Comunidades Cristianas Populares de Andalucía. 11 de Mayo de 2020.
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