miércoles, 29 de marzo de 2023

Declive de la RELIGIÓN y el futuro del EVANGELIO. José María Castillo en CCP-Granada.

 

De Religión digital.

'Declive de la Religión y futuro del Evangelio', editado por Desclée de BrouwerJosé María Castillo: "¿Por qué he escrito este libro?"


"Me refiero al libro que he titulado: Declive de la Religión y futuro del Evangelio, editado por Desclée de Brouwer"

"Lo que me motivó a publicar esto es justamente lo que ha dicho el profesor Thomas Ruster: "la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar" (El Dios falsificado, pg. 228)"

"Efectivamente, la observancia fiel y exacta de los rituales produce, en la persona religiosa, una tranquilidad y una paz que nos libera y nos defiende del miedo"

"De ahí que resulta que las religiones son factores determinantes, no de 'conversión', sino de 'seguridad'. Esto explica por qué las religiones siempre van retrasadas en las distintas culturas, sociedades, países, etc."

Me refiero al libro que he titulado: Declive de la Religión y futuro del Evangelio, editado por Desclée de Brouwer. Lo que me motivó a publicar esto es justamente lo que ha dicho el profesor Thomas Ruster: “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar” (El Dios falsificado, pg. 228). Por la sencilla razón del efecto que produce la observancia de los “ritos”.

Efectivamente, la observancia fiel y exacta de los rituales produce, en la persona religiosa, una tranquilidad y una paz que nos libera y nos defiende del miedo. O quizás mejor dicho “de los miedos” que nos precipitan “en un caos psíquico” (Gerd Theissen), por el motivo o la creencia que sea. Y la consecuencia de esta “tranquilidad” o esta “paz” es que el sujeto religioso se siente bien así. Y por eso precisamente el mencionado “sujeto religioso” no tiene por qué cambiar de vida, de forma de vivir, por más patentes que sean las contradicciones en que vive.

De ahí que – según lo que acabo de decir – resulta que las religiones son factores determinantes, no de “conversión”, sino de “seguridad”. Lo que hace imposible el “cambio” de sociedad, de economía, de costumbres, de forma de vida, etc.

Esto explica por qué las religiones siempre van retrasadas en las distintas culturas, sociedades, países, etc. Como igualmente explica por qué el Evangelio nos seduce y nos asusta.

PRESENTACIÓN.

El punto de partida de este libro es un hecho bien conocido: en la Iglesia se ha fundido y confundido la Religión con el Evangelio. Un hecho tan importante como inadvertido. Son demasiados los cristianos que no se dan cuenta de que fue la Religión la que se enfrentó a Jesús, persiguió a Jesús y terminó matando a Jesús. En efecto, fueron los dirigentes de la Religión (el Sanedrín) quienes vieron con claridad que, si no acababan con Jesús y su Evangelio, sería el Evangelio el que acabaría con ellos y su Religión (Jn 11, 47-53). En definitiva, si algo queda patente en los relatos de los evangelios es que ya desde la “fundación de la Iglesia” (In eiusdem fundatione manifestatur. Vaticano II, LG, nº 5), se dice y se explica cómo y por qué la Religión y el Evangelio son incompatibles. 

Pero hay algo más. No se trata solamente de que la Iglesia haya hecho compatible lo que los dirigentes de la Religión vieron que era incompatible, sino que, además, con el paso del tiempo, durante los siglos III y IV, la Iglesia evolucionó de tal manera que, al tiempo que la presencia de la Religión se fue haciendo más patente, el Evangelio, por el contrario, fue quedando marginado. En consecuencia, sucedió lo que estamos palpando: en la Iglesia que tenemos está más presente la Religión que el Evangelio. Es más, para mucha gente el Evangelio ha quedado reducido a un elemento o componente de la “celebración religiosa” más importante, la misa. Es decir, en cada misa, lo mismo que hay oraciones, ofertorio, consagración y demás, una de esas ceremonias es “el evangelio”. De ahí que la gran mayoría de los fieles que van a misa entran y salen con el convencimiento de ser personas “religiosas”. ¿Se le ocurre a alguien pensar que es una persona “evangélica”? Esto –de lo que no se suele hablar– si es que sucede, sería una extravagancia, algo poco frecuente que a pocas personas se les suele venir a la cabeza, me parece a mí. 

¿Hemos pensado a fondo lo que esto representa y sus consecuencias? Esto es lo que pretendo tratar en este libro. No como una teoría, una idea meramente especulativa, sino como una forma de comportamiento. Es decir, entendiendo el Evangelio como una “forma de vida” o quizá mejor como una “forma de vivir”, un comportamiento en el que el centro y el eje de nuestra conducta es el Evangelio y lo que nos exige. Rituales, los indispensables y correctos, para vivir y expresar nuestra relación con el Padre-Dios, que Jesús nos reveló en el Evangelio. 

El Evangelio al servicio de la religión 

Como digo, es un hecho que en la Iglesia se han fundido y confundido Religión y Evangelio, hasta tal punto que una notable mayoría de cristianos –y personas religiosas en general– están convencidos de que el Evangelio es uno de los componentes del “acto religioso” más importante: la santa misa. De forma que saben que uno de los componentes de ese “acto religioso” es la lectura del Evangelio con su consiguiente explicación (la homilía), en la que el sacerdote, el profesional de la Religión, es el que explica, interpreta y dice a los fieles cómo tienen que entender lo que se ha leído para ser obedientes a lo que manda la Religión por boca de sus dirigentes, los sacerdotes. Esto es lo que en todo el mundo se les enseña a los niños cristianos, lo que hemos visto, aprendido y vivido durante años: el Evangelio es una de las ceremonias de la Religión, y en consecuencia es interpretado por la Religión. Y es un hecho que los sacerdotes explican el Evangelio de forma que la predicación fomente lo que interesa a la Religión y, como es lógico, a sus responsables y dirigentes: los hombres del clero. 

Lo que acabo de decir es un hecho patente. Tanto que algunos lectores seguramente se extrañarán de que insista en repetir y recalcar lo que todo el mundo sabe. Pero lo hago porque, en este hecho tan conocido, se suele ocultar algo de lo que mucha gente no es consciente, que, en teoría, la Religión está al servicio del Evangelio, pero, en la práctica, el fenómeno se produce al revés. Porque son los teólogos y los sacerdotes los que se sirven del Evangelio y lo utilizan para someter a los fieles a la Religión, a lo que piensan, mandan y conviene a los hombres del clero y a los poderosos y gente de dinero para mantener y potenciar el tipo de sociedad, de política y de economía que favorecen siempre no lo que dice el Evangelio, sino lo que le interesa a la Religión. 

Con razón el conocido historiador Peter Brown, profesor de la Universidad de Princeton, ha escrito: 

Los ricos comenzaron a entrar en la Iglesia en cantidades siempre crecientes sólo a partir del último cuarto del siglo IV, a menudo para cumplir con funciones de liderazgo en calidad de obispos y de escritores cristianos. Más que la conversión de Constantino en el año 312 (“?”), lo que marcó el punto de influencia en la cristianización de Europa fue la entrada en las iglesias de riquezas y talentos nuevos, a partir del año 370, aproximadamente. Desde entonces, como miembros de una religión a la que se habían sumado, los ricos y poderosos, los cristianos pudieron comenzar a pensar lo impensable: imaginar la posibilidad de una sociedad completamente cristiana1. 

Y esto, si hubiera ocurrido, habría saciado la aspiración de muchos de los obispos y los escritores cristianos de la Alta Edad Media: ser ellos los pensadores y gobernantes de toda la Europa que aquellos hombres seguramente se imaginaban. 

Todo esto, en definitiva, nos viene a decir que en la práctica del gobierno eclesiástico, en los siglos IV y V, empezó a imponerse la convicción de que, en la Iglesia, no sólo tenían que fundirse la Religión y el Evangelio, sino que además debía hacerse de manera que el Evangelio estuviera al servicio de los intereses de la Religión. Una aspiración clerical que, en buena medida, se cumplió.

Así se hizo realidad la fusión y la confusión de Religión y Evangelio en la Iglesia. Pero ¿se dieron cuenta los dirigentes de la Iglesia (de aquellos tiempos) del problema que entrañaba? Aquí y en esto estamos tocando el problema clave que tiene que resolver la Iglesia. Veamos en qué consiste.

1. Peter Brown, Por el ojo de una aguja, Barcelona, Acantilado, 2016, 1034

Índice:

Presentación.

1. El Evangelio al servicio de la religión 

2. El Evangelio enfrentado a la religión

3. Los problemas que destaca el Evangelio

4. Poner las cosas en claro 

5. La salud y la vida 

6. El dinero y la riqueza 

7. De la riqueza, a las raíces del capitalismo 

8. Evangelio y economía 

9. Cuando la riqueza nos engaña  

10. Ante todo, el seguimiento de Jesús  

11. Evangelio y forma de vida 

12. Evangelio y seguimiento de Jesús  

13. Fe en Jesús y seguimiento de Jesús 

14. ¿Hay una Iglesia que engaña? 

15. El “seguimiento” y la cruz  

16. La riqueza incapacita para el seguimiento 

17. El bien propio y el bien de los demás  

18. El juicio definitivo de Dios

19. Lo peligroso que es ambicionar el poder 

20. La mediocridad en el seguimiento de Jesús  

21. Pasión y contradicción 

22. Pablo de Tarso y su “religión de redención” 

23. Religión y Evangelio: ¿en qué difieren? 

24. La evolución del Evangelio hacia la religión  

25. Vivir el Evangelio, ¿es “sospechoso”?  

26. ¿Qué religión practicamos los cristianos?  

27. ¿Por qué la religión mató a Jesús?  

28. El poder del papado  

29. La bondad y humanidad de Dios 

30. El Evangelio, un “proyecto de vida” 

31. El hecho religioso y el hecho evangélico  

32. La desviación de la Iglesia 

33. El inevitable alejamiento del Evangelio 

34. El incansable ejercicio de la caridad 

 35. ¿Transmitir el Evangelio desde la religión? 

36. La eficacia del derecho romano 

37. ¿Qué ha ocurrido en la Iglesia? 

38. ¿Respuesta tranquilizante o eficaz?  

39. Jesús no fundó una religión 

40. ¿Hacer del Evangelio una religión? 

41. La clave para conocer el Evangelio 

42. El declive de la religión 

43. La religión va perdiendo interés

44. Comienzo de un giro nuevo en la Iglesia 

45. La persistencia de la religión 

46. La religión ante la Ilustración 

47. Obediencia episcopal y seguimiento evangélico 

48. Declive de la religión y anticlericalismo 

 49. El Evangelio como solución 

 50. El apostolado nos puede engañar

 51. Práctica de la religión y fidelidad al Evangelio . . . . . . . . . . . 221

 52. Riqueza y poder en la Iglesia 

 53. La orientación evangélica del papa Francisco 

 54. El futuro del Evangelio 

 55. Una Iglesia que vive el Evangelio 


Video grabado por Antonio Lara.

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