Imagínense por un
momento que el imán de una mezquita o el rabino de una sinagoga de algún lugar de nuestro país dijera que la igualdad de género “es una bomba
atómica que quiere destruir la doctrina que profesan y la imagen de Dios en el hombre y la imagen
de Dios Creador” ¿Qué pensaríamos? ¿Qué
medidas inmediatas se tomarían? Diríamos que son unos peligrosos machistas que
atentan contra los principios de un Estado democrático y aconfesional, y, muy
posiblemente, la fiscalía abriría diligencias contra la postura del imán o del
rabino sin la necesidad de ninguna denuncia ciudadana y aplaudida por todo el
mundo. Sin embargo, no ha sido ningún imán ni ningún rabino, ha sido el Obispo
de Córdoba que ha vuelto a poner a nuestra ciudad en el candelero de la
intransigencia, muy lejos de ese título de interculturalidad y ciudad de
encuentrosque queremos para ella.
No es la
primera vez que este mandatario eclesiástico manifiesta su ideología más
integrista a través de declaraciones polémicas que le hacen un daño enorme a
muchos cristianos/as que trabajan por un mundo fraterno, justo e igualitario. A
finales del año pasado afirmó en una carta pastoral que la mujer debe "dar
calor al hogar, acogida y ternura" y que el varón “representa la
autoridad”, además de considerar un “aquelarre químico” la fecundación in vitro.
En otra ocasión, en alusión a las reformas planteadas dentro de la Iglesia por
el Papa Francisco sobre el divorcio y la nulidad matrimonial, aseguró que “nadie puede
deshacer (ni siquiera el Papa) lo que Dios ha unido por voluntad de los esposos en el sacramento del matrimonio”.
Es una persona
que no ha dejado de generar conflictos desde que llegó a Córdoba. Ya lo hizo
nada más llegar quitándole el nombre a la Mezquita de toda la cartelería y
tergiversando su verdadera historia. Su
ideología anda muy alejada del Vaticano II, y no digamos del evangelio, en el
que las palabras inmatricular, condenar, marginar, intolerar, señalar,
castigar, imponer, excluir… no tienen cabida. Una Iglesia que tiene excesos de
condenas y defectos de perdón no es la iglesia de Jesús. Un Jesús de Nazaret que
no quiere templos de piedra, nunca hubiese inmatriculado nada; quiere templos
humanos donde habite la gracia del Espíritu y eso no se puede inmatricular. Jesús
no está en la Catedral, ni en las pompas y grandes espectáculos para beneficio
y honor de la propia institución, tampoco está en el palacio episcopal, ni en
los hábitos. Está en el corazón del que vive las bienaventuranzas sea ateo o
no, profese una religión u otra.
Por otra parte,
no está de más recordarle a este señor el artículo 13 del decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II que
trata sobre el ministerio pastoral de los obispos y transcribo: “Siendo propio
de la Iglesia el establecer diálogo con la sociedad humana dentro de la que
vive, los Obispos tienen, ante todo, el deber de llegar a los hombres, buscar y
promover el diálogo con ellos. Diálogos de salvación, que, como siempre hace la
verdad, han de llevarse a cabo con caridad, compresión y amor; conviene que se
distingan siempre por la claridad de su conversación, al mismo tiempo que por
la humildad y la delicadeza, llenos siempre de prudencia y de confianza, puesto
que han surgido para favorecer la amistad y acercar las almas”. Como podemos
apreciar sus actitudes como pastor están muy alejadas del espíritu vaticanista,
por lo que tampoco le vendría mal recordarle el artículo 21 del mismo decreto que
trata sobre la renuncia al ministerio episcopal: “Siendo de tanta trascendencia y responsabilidad el
ministerio pastoral de los Obispos, los Obispos diocesanos y los que en derecho
se les equiparan, si por la edad avanzada o por otra causa grave se hacen menos
aptos para el cumplimiento de su cargo, se les ruega encarecidamente que ellos
espontáneamente o invitados por la autoridad competente presenten la renuncia
de su cargo”.
Miguel Santiago
Losada, en nombre de las Comunidades Cristianas Populares de Andalucía.
Para leer más, pinchar aquí: El Diosde la Cope. Jose María Castillo. Teólogo.
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