El cerco económico, financiero y monetario ejercido contra el pueblo venezolano y el acoso político y mediático practicado contra su legítimo Gobierno, así como las formas de consumarlos, evidencian la decadencia moral de este bloque occidental, compuesto por Estados Unidos, Canadá, gobiernos reaccionarios latinoamericanos, gran parte de la llamada Unión Europa e Israel y Arabia Saudí.
Este bloque, conducido por Estados Unidos, se autodenomina engañosamente “la comunidad internacional”, cuando, en realidad, no llegan a representar ni a la cuarta parte de la humanidad y de los países que la componen. Hablan en nombre de ella usurpando la voz y decisiones de gran parte del mundo. Una importante parte del mundo que sí reconocen a Maduro como legítimo presidente. Como también lo reconocen la Organización de las Naciones Unidas y el propio Vaticano.
Este bloque, conducido por Estados Unidos, se autodenomina engañosamente “la comunidad internacional”, cuando, en realidad, no llegan a representar ni a la cuarta parte de la humanidad y de los países que la componen. Hablan en nombre de ella usurpando la voz y decisiones de gran parte del mundo. Una importante parte del mundo que sí reconocen a Maduro como legítimo presidente. Como también lo reconocen la Organización de las Naciones Unidas y el propio Vaticano.
Sus ansias de poder y control del mundo, les llevan a pisotear los valores democráticos, los Derechos Humanos, la justicia social y el consensuado Derecho Internacional, como así está ocurriendo actualmente con Venezuela, ante la injustificable injerencia “occidental”, subyugando la soberanía y decisión electoral del pueblo venezolano. Un pueblo, que nunca eligió a un impuesto presidente por “Occidente”, de forma fraudulenta, esperpéntica y contraviniendo todos los estándares democráticos y cánones del Derecho Internacional.
Tampoco puede utilizarse el engaño, la manipulación mediática y el depravado uso del “falso positivo” o crimen de “bandera blanca, para achacar errores o maldades a un pueblo, que nunca cometió, con la depravada intención de justificar una interesada intervención económica o militar.
La escandalosa desigualdad existente a nivel mundial, causa de la extrema pobreza, hambre, emigración, guerras, refugiados, desempleo y deterioro medioambiental que sufre el planeta, es consecuencia, principalmente, de la codiciosa actuación de “Occidente” como así lo demuestra el expolio consumado por estos países en África, Latinoamérica y sus criminales actuaciones en Oriente Medio.
Los pueblos pobres y sometidos a este imperio del terror, no necesitan guerras, sanciones económicas o invasiones, bajo la engañosa excusa de la implantación de la democracia o los Derechos Humanos, se les debe ayudar respetando su soberanía, sus recursos y sus tierras y, en todo caso, asistirles con acuerdos de iguales. Sólo así, se evitaría la emigración, la pobreza, las guerras y se conseguiría la ansiada paz mundial.
Las injustas sanciones económicas financieras y monetarias, arbitrariamente impuestas contra Venezuela, así como las insólitas apropiaciones de sus recursos y propiedades suponen un maquiavélico plan, que bien pudiera conducir a la denominada por Enzensberg, como guerra civil molecular, donde ya no hace falta una intervención militar, puesto que el pueblo, ante la falta de poder cubrir sus necesidades vitales, comienza por no respetar las normas de convivencia, terminando por enfrentarse entre ellos mismos y llegando a formar descontroladas y violentas bandas que luchan por su supervivencia. La retención de medicinas y alimentos, instaurar el “dólar paralelo”, marcado desde Miami, el bloqueo financiero que evita las transacciones internacionales, el “bachaqueo” o la insólita autoproclamación de un presidente, todo inducido por Estados Unidos, suponen una etapa inicial de esta cruel estrategia.
Esta peligrosa forma de actuar, sólo conducirá al mundo hacia un abismo de tenebrosas consecuencias donde la barbarie, la violencia y el control militar signifiquen la forma habitual de convivencia. Las fructíferas relaciones entre los seres humanos deben estar basadas en la concordia que produce el cumplimento de una justa legislación internacional, en la solidaridad mundial, la Igualdad y el respeto a la madre naturaleza. Sólo así podrá conseguirse un mundo en paz y armonía.
Es por todo ello que, el Comité Oscar Romero de Cádiz, solicitan el cese inmediato de agresiones contra el pueblo venezolano y su legítimo Gobierno. Sólo así, y con total convencimiento, podrá llegar la deseada paz y progreso para la ciudadanía venezolana y evitar, al mismo tiempo, la apertura de un hito que conduzca a la ciudadanía mundial hacia un sombrío devenir en sus relaciones convivenciales.
Comité Oscar Romero de Cádiz
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