Desgraciadamente nos
encontramos ante una Jerarquía eclesiástica más preocupada por el
mantenimiento de la Institución que por defender una vida digna para
todas las personas, más preocupada por salvaguardar la financiación
por parte del Estado que por implantar una ética universal basada en
los Derechos Humanos y por imponer su rancia doctrina y moral que por
impulsar el Evangelio de Jesús. Ante esta triste y preocupante
realidad no nos debe extrañar que el señor Zornoza, obispo de la
capital europea del paro, como es la Bahía de Cádiz, haya despedido
en los últimos cuatro años a más 20 empleados de la Diócesis.
Superándose, recientemente, con el despido y desahucio de un
matrimonio cercano a los 70 años, que cuidaban de un convento, desde
hacía más de cuarenta.
Todos estos despidos han
sido objeto de procedimientos judiciales, con sentencias
condenatorias al obispado, y motivo de protestas por distintas
organizaciones cristianas y parte del clero. En una zona de gran
afluencia de pateras provenientes de África, el obispado también
cerró una casa de acogida para migrantes, ubicada en una parroquia
de Algeciras, cuyo párroco fue cesado fulminantemente por el propio
obispo, enterándose aquel por la prensa. Andrés Avelino, como se
llama el ex párroco, es una persona muy querida en Algeciras por su
admirable labor social en favor de los más necesitados y de los
migrantes. Nadie entendió esta injusta sustitución en una parroquia
que, posteriormente, quedó vacía de actividad social y de
feligreses.
El sr. Zornoza, también
cerró en Cádiz capital una casa de acogida para personas sin hogar,
despidiendo al mismo tiempo a todo el personal que los atendía. Con
ello se demuestra que su gestión se basa en la rentabilidad
económica, muy alejada de los principios evangélicos y en el apoyo
fraterno a las personas y familias en situación de vulnerabilidad.
Para el Sr. Obispo es muy fácil jugar a empresario utilizando dinero
de la diócesis, recibido de distintas fuentes, y que debe ser
administrado de acuerdo a las necesidades reales, prestando especial
atención a los más débiles (personas sin hogar, desahuciados,
desempleados, emigrantes, familias en extrema pobreza…) y con el
consenso de consejos diocesanos de presbíteros y seglares que, desde
que este obispo ocupa la sede diocesana, no funcionan.
Estas indignadas
organizaciones cristianas y parte del clero de la diócesis de Cádiz,
han puesto los referidos hechos, y otros muchos más, en conocimiento
de la Conferencia episcopal, del Nuncio del Papa en España y de
diversos arzobispados, pero ante la ausencia de respuesta y el
recrudecimiento de la diócesis, han enviado al Vaticano un extenso y
minucioso informe sobre la gestión “empresarial” del obispo y su
ecónomo, totalmente contraria al espíritu evangélico.
Como suele decir Enrique de
Castro, no nos debe extrañar que tantísimos jóvenes, amigos y
compañeros de colegios católicos, al pasar a la Universidad o al
mundo del trabajo, abandonen o renieguen del atracón religioso
recibido en la infancia y adolescencia. El problema estriba en que su
punto de referencia era, y todavía lo es, la institución
eclesiástica. Al rechazarla han rechazado también los orígenes. No
han sabido distinguir entre la institución iglesia y el Proyecto de
Jesús de Nazaret, porque ésta ha ocultado, con su práctica y
dialéctica, lo que significa la Buena Noticia de liberación y
salvación para el ser humano, priorizando y resaltando un
conglomerado de dogmas, ritos, normas morales, preceptos y lujosos
templos y ropajes.
Ese ocultamiento del
Mensaje de Jesús, supone una gran afrenta contra el propio
cristianismo y contra la esperanza que puede suponer su Proyecto para
el mundo.
Esta jerarquía
eclesiástica, además, se identifica mucho más con las clases
sociales poderosas que con las clases humildes y sufrientes de las
consecuencias de aquellas, difuminando, aún más, esa imagen del
Nazareno cercano a los últimos y desprotegidos, que luchaba por sus
vidas contra toda esperanza de ella. Esa es la verdadera esencia del
cristianismo: un verdadero amor basado en la justicia social, en la
igualdad y en la fraternidad universal.
Hoy, donde la Ley castiga a
quien da asilo a un emigrante o lo salva de morir ahogado en el
Estrecho (ya decía Jesús: “No está hecho el hombre para la Ley,
sino la Ley para el hombre) y donde la religión católica se ha
apartado tanto de las practicas del cristianismo, se hace necesario,
más que nunca, ser insumisos a esos que imponen la Ley o la religión
por encima del ser humano.
En la Mesa de Jesús de
Nazaret, pueden participar los ateos, agnósticos y creyentes de
cualquier religión. También están especialmente invitadas todas
aquellas personas que sufren los padecimientos de este cruel sistema
económico, depredador de personas y naturaleza y, por supuesto,
todos aquellos desempleados a los que se les niega la vida,
conjuntamente con las de su familia. Esos también tienen un lugar
privilegiado. Pero no tienen cabida todos aquellos que condenan al
inhumano desempleo a los preferidos de Jesús. Por mucho que se
obstinen en gritar su nombre, aquellos que niegan la Vida a los demás
nunca merecerán tenerla.
Pedro Castilla Madriñán.
Comité Oscar Romero de Cádiz.
Grupo
cristiano de acción y reflexión de Cádiz.
Comunidades Cristianas Populares de Andalucía.
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